Revista Libros
Jauntear, v. “Transportarse de forma instantánea de un punto a otro utilizando tan sólo la simple voluntad del viajero”, (sedipedia). El término se debe al doctor Jaunte.
Características del jaunteo:
- Una persona no puede jauntear desde un punto de partida desconocido a un destino desconocido, ambos deben ser conocidos, memorizados y visualizados. - Se requiere concentración y fe para desarrollar la acción con plena consciencia y determinación. La duda frustra el movimiento pudiéndose derivar consecuencias indeseadas. En las fases de experimentación el 80% de los voluntarios (que se presentaron bajo amenaza de muerte) perdieron la vida. - El viaje puede hacerse a través de tierra y agua, en saltos sucesivos que no pueden exceder de mil quinientos kilómetros.- El espacio está cerrado al jaunteo, su uso queda restringido a la superficie de los planetas del sistema solar.- Sólo hay tres formas de impedir que una persona jauntee: un golpe en la cabeza que produzca una contusión, el empleo de sedantes que impidan la concentración y la ocultación de las coordenadas de teleportación. - El lema es: “pienso, luego jaunteo”.
Condenados a objeto de museo o interés de coleccionistas, los medios de transporte y los sistemas de comunicación; resueltos los problemas de movilidad, teniendo instalaciones de energía autosuficientes (que proporcionen calor y luz) y el jaunteo, las viviendas individuales o colectivas son construidas en el desierto, en los bosques o en las montañas, cada individuo puede residir donde le venga en gana. La humanidad vive confortable acostada sobre el filo de una navaja, en un mundo donde el teletransporte facilita el viaje instantáneo y las últimas técnicas psicofisiológicas, los implantes cibernéticos, permiten que el cuerpo y la mente se puedan resetear, en un mundo galáctico seudofeudal controlado por codiciosas corporaciones multinacionales. La avaricia rompe el saco, estalla una guerra cruel y horrible entre Los Planetas Interiores (Venus, La Tierra y Marte) y Los Satélites Exteriores; un conflicto bélico (como todos) ocasionado por el interés económico y las presiones políticas, que centran su punto de origen en los cambios de la organización social producto de la distribución de la población, como consecuencia del jaunteo. Pasado el tiempo de las guerras mundiales, se inicia el de las guerras interplanetarias.
Toda guerra ampara, fomenta y hasta justifica la venganza, colectiva o individual. No hay mejor escenario para que un tipo sencillo, paradigma del hombre común y corriente, único superviviente de una nave a la deriva en el vacío del espacio profundo, sentenciado a su suerte de náufrago por quienes le negaron el auxilio; jure y perjure reparación, castigo, desquite, tomarse la justicia por su mano colérica. La nave salvadora pasa rozando su posición ignorándole. “Me dejas para que me pudra como un perro. Me dejas para que muera. No, saldré de aquí, saldré. ¡Te seguiré!”. Rehúsa a aceptar la realidad, se rebela contra el fatídico destino, trata de obligar a la vida a seguir su propia regla. Cambia, saca toda la bestia que lleva dentro arrastrado por el yo psicótico, se convierte en una máquina implacable de venganza. Asesina, roba, viola, secuestra y cuando la fuerza bruta no es eficaz, adopta técnicas más sofisticadas, miente, manipula, extorsiona, traiciona, todo en pos de un objetivo, ningún precio es demasiado alto para llegar a él, ningún obstáculo puede interponerse en su camino, ni la prisión, ni las instituciones más poderosas del mundo, ni la dignidad humana de las personas a las que utiliza, nada puede parar su comportamiento despreciable. “El hombre que da prioridad a sus propias decisiones sobre las de la sociedad es un criminal”. La oscuridad, el silencio, la soledad, el tatuaje-máscara que arde bajo la piel de su rostro (metáfora perfecta del monstruo), se hacen intolerables. Cuando todas las culpas, todos los terrores, todas las vergüenzas, todos los rencores, todas las iras están a punto de estallar, no malgastar el tiempo en rezos; terapia, la planificación terapéutica diseñada para fundir la hostilidad: desentraña la verdad, aplaca las emociones feroces, ilumina un nuevo despertar. Sólo nosotros mismos nos podemos salvar de nuestras propias traiciones. El brutal asesino transmuta en héroe altruista, redentor de una sociedad perdida y sin rumbo, a punto de la aniquilación. La recompensa no es el dinero, ni el poder, es el honor. “Siempre existirá el pecado y el perdón. Nunca superaremos eso”.