Revista Sociedad

Alfredo

Publicado el 26 mayo 2014 por Lorena White @lorenagwhite

alfredoadiosEn las últimas Elecciones Generales, convocadas por el PSOE antes de tiempo debido al desgaste del Presidente Zapatero, los resultados se tradujeron en un castigo generalizado que mandó al partido a la oposición. Se le colgó una inasumible y complicada papeleta (y no electoral precisamente) a un señor llamado Alfredo, al que pedían que recuperara la confianza de los españoles. Pero esa confianza no llegó. Esos votos de castigo se dispersaron hacia otros partidos o se quedaron en pura abstención. El PSOE ya no era el PSOE que muchos querían, y por eso, por pura y aplastante  lógica, no le votaron.

Una disculpa tímida, una promesa de trabajo duro y una oposición de puntillas hasta que saliera el asunto filón del año, el caso Bárcenas, fue la tónica de un PSOE que se fragmentaba, que olía a primarias y que pedía renovación desde sus propias filas. Alfredo estuvo al frente como buenamente pudo y por fin repartió leña un 1 de agosto entre fin y fin de las citas de Mariano, pero seguía siendo Alfredo y eso no se podía cambiar.

Los llaman barones, o lo que es lo mismo, señores que llevan tanto tiempo en política que se duda de si son lo que el país, en estas circunstancias, necesita. Y sabiendo que la ciudadanía reclamaba savia nueva, que el desastre electoral no se olvidaba y que los votantes se irían perdiendo cuanto más tardara en llegar la renovación, comenzó a hablarse de primarias, se montó una Conferencia Política, se hicieron promesas y se prometió más trabajo duro.

Pero ayer llegó la prueba de fuego, las Elecciones Europeas, y esta vez Alfredo no se presentaba, pero seguía al frente de un partido que sí lo hacía y que se llevó otra reprimenda de los votantes. Volvió el desastre, pero esta vez no era sólo un castigo para el PSOE. También era un castigo para el PP, que ganó de puntillas y por los pelos, pero cuya victoria de papel cartón parece suficiente excusa para no asumir las responsabilidades pertinentes.

Y por este (segundo) desastre, hoy Alfredo se ha plantado ante los medios y ha anunciado que se va. Sabe que la confianza no llegará si el partido no se renueva (y muchos pensamos que esto tendría que haber pasado justo después de las Generales. Fijaos, nos habríamos ahorrado tres párrafos) y por ello ha asumido su responsabilidad en el mayor varapalo al bipartidismo y, en concreto, a su partido. Llega tarde, sin duda, pero hay otras decisiones drásticas de otros partidos que no llegarán nunca. Y sólo por eso, a pesar de los muchos puntos de unión entre los dos mayoritarios, ya se puede decir que existe una diferencia entre ambos.

La casta política de un país en una situación como la nuestra, debe dejar de ser casta. Deben dejar de ser tipos perpetuados en el seno de un partido, bajo su protección, para convertirse en una serie de personas que trabajen por las personas. La corrupción, los intereses, los negocios y los amiguismos deben quedar a un lado si de unas decisiones que se toman en una cosa llamada Congreso, depende que muchas bocas tengan para comer. Y no digo que Alfredo no lo haya intentado, pero quien manda es la ciudadanía y a veces, a muchos se les olvida.

Veremos cómo siguen dando de sí las Europeas. Y veremos qué pasa con un PSOE que busca, de momento dando palos de ciego, que se vuelva a creer en él.


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