La cosa es que hará poco más de diez días en una de esas comidas de despedida (¡mira que nos decimos adiós los humanos, y lo que lo celebramos!) que preceden a las vacaciones de verano, J. D., compañero de trabajo primero y de tertulia literaria después además de buen amigo, me dijo entre el bullicio festivo de la celebración: "El otro día vi 'La Ternura' en la Abadía y me encantó". Lejos de caer en saco roto, archivé en mi cabeza lo mejor que pude esta información valorativa: debería ver esta obra; sí, procuraría verla. Y dicho y hecho, ayer tuve la oportunidad de hacer realidad mi deseo.
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El autor
Quise ver esta obra, además de por el buen criterio de J.D. que nunca yerra el tiro, porque la firmaba Alfredo Sanzol, hombre de teatro donde los haya, distinguido pese a sus no muchos años (nació en Madrid en 1972) con variedad de premios y galardones: Premio Max de las Artes Escénicas en tres ocasiones (2011, 2012 y 2013), Premio Ceres por su obra "En la luna" en 2012, Premio Nacional de Literatura Dramática por su obra "La respiración" en 2017, y hace nada, el 7 de mayo de este año 2018, se alzó con el Premio Valle Inclán de Teatro precisamente por la obra que tuve la suerte de ver ayer. Y digo suerte porque "La ternura" estará en el madrileño Teatro de la Abadía sólo hasta el próximo 15 de julio. En esta ocasión no puedo lanzar mi habitual queja de lo poco que se mantienen en cartel los buenos espectáculos teatrales porque "La ternura" es una obra que viene del año 2017 habiendo permanecido en cartel con gran éxito del 27 de abril al 4 de junio de aquel año.
(Foto tomada de Revista Teatro Madrid)
Mi impresiónTras haber asistido a la representación muchas certidumbres que tenía se me han asentado más y otras que intuía han aflorado con fuerza en mí. Entre las primeras está la de que William Shakespeare es un gigante inmortal de la literatura dramática. ¡Pues vaya descubrimiento!, diréis más de uno. Bueno, bueno, tampoco hay que ponerse bravo. Lo que quiero decir es que cada vez que he asistido a buenas representaciones de obras de Shakespeare siempre se ha dibujado en mi mente la equivalencia de que el dramaturgo inglés es al teatro lo que un Beethoven o un Mozart son a la música, o sea, los tres auténticos monstruos de la naturaleza.
De los dos Shakespeare teatrales, el autor de tragedias y el autor de comedias, Sanzol hace uso para "La ternura" fundamentalmente de la veta cómica del bardo anglosajón. A lo largo de la representación los personajes en no pocas ocasiones abren o finalizan sus parlamentos con referencias explícitas a títulos y/o momentos de comedias de William Shakespeare. Las expresiones 'mucho ruido y pocas nueces', 'como gustéis', 'noche de reyes'... o alusiones a momentos y/o personajes del tipo el 'Asno', o la pócima que al despertar hará enamorarse a quien la haya ingerido de lo primero que vean sus ojos, las olas del mar que arrojan a seres vivos a la playa... vertebran toda la representación y sirven para conformar un producto que es homenaje al genio de Stratford por partida doble: la primera por el explícito reconocimiento a la obra del dramaturgo; la segunda, y más importante, por construir una obra cómica moderna utilizando los palos del andamiaje teatral clásico.
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Como se ve pues ya están puestos los palos del andamiaje teatral. Todo comienza con un error pues quienes huyen de los hombres se topan con tres fortachones leñadores. Para evitar ser reconocidas como mujeres se disfrazarán de soldados: la madre será el Capitán; la hermana mayor que frisa ya la edad de cuarenta, será el Teniente; y la menor, el Alférez. El equívoco está servido. Ellas habrán de disimular su condición ante estos rudos leñadores que lanzan sapos y culebras por sus bocas contra el género femenino. Ellos inexplicablemente se van a sentir atraídos por estos seres humanos. Su rudeza choca con la ternura que les invade cuando están junto a ellas, ¡que son hombres! se dicen luchando contra esta atracción 'anti-natura'.
Todo en la representación transcurre con gran ritmo y en un ambiente en el que reina la comicidad. A la Reina Esmeralda, maga hacedora de planes mil que para todo tiene, la situación de contacto con estos seres del otro sexo echa por tierra toda su planificación. La comedia que se representa ante nuestros ojos tiene los componentes de la clásica comedia de enredo (disfraz, atracción inevitable, magia, personajes doblados...) pero avanza un grado penetrando el texto y los propios líos amorosos dentro del mundo que vive el público que asiste a la representación: discriminación de la mujer, tópicos sobre hombres y mujeres que dicen las unas y los otros, la importancia del sentimiento amoroso por encima del género como demuestra la atracción de estos hombres hechos y derechos -los leñadores- por otros hombres -los soldados que ocultan mujeres-, la necesidad de vivir la vida por uno mismo sin el control y dirección excesivos de los padres, etc.
La obra funciona como una máquina perfecta gracias a la dirección del propio autor que ha dispuesto una escena vacía con tres salidas al foro que sugieren diversas y cambiantes localizaciones por las que entran y salen los personajes creando en la cabeza de los espectadores todo aquello que refieren: un volcán, la subida al mismo, una cueva, el alojamiento de los soldados, etc. Pero nada se sostendría si no lo soportasen tres grandes actores y otras tres grandes actrices:
El Leñador Verdemar Paco Déniz
La Reina Esmeralda Elena González
La Princesa Salmón Natalia Hernández
El Leñador Azul-cielo Javier Lara
El Leñador Marrón Juan Antonio Lumbreras
La Princesa Rubí Eva Trancón

Los seis brillan a gran altura y en todos ellos reside buena dosis de comicidad. Quizás sea Juan Antonio Lumbreras en el papel de padre de Verdemar y de Azul-cielo quien mejor encarne esa cualidad de desengañado totalmente del universo femenino, y por eso quien mayor hilaridad provoca en el público en algunos momentos gloriosos de la representación. Pero la relación natural que se establece entre los hijos de uno y las hijas de otra suscita, aparte de momentos de humor muy logrados, esa gran ternura a la que alude el título pues en el fondo ella, la ternura, es la síntesis de lo que en verdad es el amor.FinalLa obra es tan divertida , tan actual, tan clásica y con tal cantidad de cualidades literarias que no me extrañaría verla de tournée por distintas localidades españolas durante este verano o en los próximos meses. Desde luego si la veis por vuestros lugares de residencia o de veraneo no lo dudéis, acudid a verla, os daréis de bruces con una genial autor-director, unos magníficos actores y actrices, y un texto que envuelto en humor del bueno toca temas muy propios de nuestra condición humana.
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