Según aparcamos, a mano derecha encontramos estos acantilados. Hace muchísimo aire y las olas rompen con agresividad, como se puede apreciar en la tercera fotografía.
Este es el paisaje que encontramos si miramos hacia la izquierda. Prestad especial atención al tamaño de las personas que recorren la superficie, nosotros no llegamos hasta la punta debido al aire y el suelo rocoso que no era lo más apropiado para mis pies.
Nos sorprendió la similitud de la vegetación que encontramos en el Cabo de San Vicente con la que pudimos ver en la zona más volcánica de Lanzarote. No entendemos de estas cosas, así que es posible que estemos equivocados.
También podemos encontrar el faro y el museo del faro. Entramos gratis y es moderadamente interesante. Voy a recalcar que tienen cafetería con terraza, pero los WC los cobra aparte. También podéis encontrar puestos de venta de ponchos y de perritos calientes afuera pero no merece la pena en absoluto detenerse (al menos a mi juicio). Si queréis comer por la zona (a nosotros se nos hizo tarde para buscar otro sitio), volviendo por donde se accede, dirección Sagres encontráis un restaurante bastante económico en el que además podréis apreciar este soberbio espectáculo taxidérmico.
Después de comer hicimos una breve visita a esta antigua posada justo en frente del restaurante, situada entre el Cabo de San Vicente y la Praia do Beliche, que veremos en el siguiente capítulo. Estas son las vistas que se aprecian desde dentro.
Otro ángulo desde el que ver el Cabo de San Vicente.