Algias
Salí a llamar a los siguientes, algo que nunca me gustó demasiado pero con lo que admito encontrarme cada día más cómodo.
¿Que por qué no me gustó?... Partiendo de la base de que disponemos de seis minutos por consulta, no resulta lógico que a veces perdamos tanto tiempo en la sala de espera... Porque creedme, lo perdemos... En cada una de las ocasiones en las que salimos del despacho nos abordan con cualquiera de mil cosas: -. Doctor, es que yo tengo cita más tarde, a ver si puede Ud. verme un poco antes, porque tengo que ir a recoger a la niña. -. Perdone Doctor, pero creo que Ud. ya me ha llamado, y es que estaba en el baño! -. Doctor, ha llamado Ud. ya a Fulanito? -. Yo solo he venido a buscar una receta, lo digo por si me la puede Ud. hacer en un momentín... -. Doctor, que yo vengo de Urgencias! Etc... Y claro, son minutos que vienen a añadirse al retraso que -de por sí- suele originar cada consulta...
En ese sentido sería partidario de propugnar la extensión de la práctica de lo que vienen haciendo algunos médicos: colocar el listado de pacientes en la puerta, para que ellos configuren su orden de entrada...
¿Y por qué os cuento todo esto?... En realidad constituye el preámbulo de la anécdota que me ocurrió ayer y que paso a relataros... -. ¿Eulogio? -. ¡Aquí! -. Pase Ud. ahora, Eulogio... ¿Luisa? -. ¡Sí! -. Pase a continuación de Eulogio, Luisa... ¿Dolores? Nadie respondió... Así que en un intento de preguntar: "No hay nadie que se llame Dolores?", me salió un "No hay Dolores?"... Y ya lo imagináis, nuestro espontáneo y fresco humor hispano originó algunas respuestas del tipo: "¡Ufff, muchísimos!"...
"¡A mí me duele tó!"...
Etc...