
El otro día mismamente, apuntito de salir a dar una vuelta con la bici, me doy cuenta que la rueda de delante está desinflada, o en el peor de los casos pinchada. Después de descartar la peor opción para motivarme, me dispongo a buscar el bombín para hinchar así dicha rueda. Si, ese bombín que compré hace mil años y que utilicé únicamente el mismo día que lo compré. No más. Vale, primera solución y por ello la más fácil; Preguntarle a mi madre: Pero nada, no hubo suerte; Segunda alternativa: Poner la casa patas arriba, rebuscar entre todos los cajones del desván, entre herramientas de todo tipo, y armarios de la despensa y el sótano, ¿para que al final?, Para encontrar una grandisísima mala leche que terminó por fastidiarme toda la tarde al completo. Pues nada, coge el coche y plántate en el Decatlon y compra uno. Mira tú que gracia.
Un mes más tarde, buscando la llave de boca mixta para apretar el sillín de mi maravillosa bici, ¿sabéis que encontré a la primera? Si, el bombín. Pero claro, evidentemente nunca encontré la dichosa llave de boca mixta. Algunos pensaréis; Ley de Murphy. Ya me gustaría a mi conocer a Murphy y a todo su familia…

