"El mundo, Lyle lo sabía, se dividía en dos tipos de personas (como suele decirse, o como se tiende a simplificar): aquellas a las que los cementerios les resultaban lugares tristes e inquietantes, y aquellas otras a las que, como le sucedía a él, les inspiraban una sensación profunda y duradera de unidad y equilibrio; como si alguien bajara repentinamente el volumen de la vida y uno flotara en el espacio exterior, contemplándolo todo, contemplando su inmensidad.
Para Lyle, aquel era un lugar en el que poder estar cerca de gente que había desaparecido hacía mucho tiempo. Un lugar libre y sereno al margen de las cosas. Un lugar en el que entrar en contacto no solo con sus recuerdos, sino también con su futuro".
Primera novela que leo de Nickolas Butler (Allentown, Pensilvania, 1979), os adelanto que no será la última y os cuento que en España se han publicado cuatro de sus libros: “Canciones de amor a quemarropa” en 2014, “El corazón de los hombres” en 2017, “Buena suerte” y “Algo en lo que creer” en 2020, todos por la Editorial Libros del Asteroide. Supe de “Algo en lo que creer” a través de la reseña de mi buena amiga bloguera Norah, ambas nos conocemos bastante bien, literariamente hablando. Fue leerla en su blog y tener la certeza de que era para mí (en su Cantina encuentro muchas ideas apetecibles de lectura, y aunque no siempre, la mayoría de las veces coincidimos en gustos lectores). Me ha encantado descubrir esta novela y al autor, sospecho que va a ser uno de mis ases bajo la manga, esos a los que recurro cuando abandono libro tras libro y nada consigue engancharme.
La trama a grandes rasgos sin spoilerAmbientada en Redford (Wisconsin), un pueblecito del medio Oeste de esos en los que todo el mundo se conoce, y narrada a ritmo del transcurrir de las cuatro estaciones, la novela gira en torno a la familia del matrimonio de ancianos, Lyle y Peg, y su hija adoptiva, Shiloh, que es madre soltera de un niño de cinco años, Isaac.
Esa es la bendición y la maldición más evidente de todo pueblo pequeño: tu familia, tus amigos, tus vecinos, tus compañeros de trabajo y tus sacerdotes parecen estar siempre contigo, como si los llevaras en el bolsillo o estuvieran observándote desde la ventana. Te conocen tanto como para saber, sin necesidad de preguntar, si estás contento o triste, distraído o enamorado, o si estás deseando desaparecer de allí.
Aunque la hija siempre ha sido algo rebelde, la relación con sus padres, los abuelos de Isaac, es buena, hasta que todo da un vuelco cuando aparece en escena Steven, la nueva pareja de Shiloh, un predicador evangélico fundamentalista, que, con sus ideas religiosas fanáticas y manipuladoras, intenta alejarla tanto a ella como a Isaac de su familia.
Steven merodeaba por el santuario como una pantera al acecho, hablando directamente a su congregación, y proyectaba la sensación de conocer a cada cual de manera íntima; más aún: de conocer las mayores debilidades, los miedos y crímenes de cada uno de sus fieles. Aquel hombre joven no solo estaba imbuido de una asombrosa seguridad en sí mismo, sino también de una arrogante rectitud, de una santurronería que portaba como si fuera una orgullosa toga púrpura, exudando una mezcla imposible de moderna juventud y de la clase de dignidad que solo irradiaban personas diez, veinte o treinta años mayores que él.
Los puntos fuertes de la novela
✔ La ambientación: una maravilla. Reconozco sentir debilidad por las tramas urdidas en esos pueblos perdidos y pequeños de muy pocos habitantes, en los que todos se apoyan, se ayudan y son como una gran familia. Así es Redford.
Existen pequeños pueblos en todo el mundo, tan íntimos y conectados, que el dolor o la alegría de uno de sus habitantes puede ser compartido por sus vecinos con la misma intensidad. Y así era como la pequeña comunidad de Redford ayudaba a Lyle y a Peg a curar su dolor y a seguir adelante, con una bienvenida sincera y alegre.
El autor además ha sabido recrear la atmósfera de cada estación en la que transcurren los capítulos, y te transporta a ese bosque de la mano de la madre naturaleza, que aquí es una parte importante del conjunto del argumento.
✔ El valor de la verdadera amistad: Lyle y Peg tienen buenos amigos, de los que siempre están ahí, de los que nunca te fallan. Hoot es el mejor amigo de Lyle y está enfermo, todos se vuelcan en arroparle, en no dejarle nunca solo e intentar cumplir sus últimas voluntades. Lyle, a pesar de no ser creyente, de ser bastante agnóstico, asiste cada semana a la misa dominical en la parroquia, porque Charlie es el predicador, únicamente para ver y escuchar a su amigo.
Esta novela es un canto a la amistad, para mí una de las cosas mas importantes que podemos tener en la vida y soy consciente de que los buenos amigos hay que cuidarlos, hay que mimarlos y que no siempre se quedan a tu lado por mucho que hagas por ellos, algunos incluso te defraudan como nunca antes hubieras pensado que podría ser posible. Pero la edad me ha enseñado que así son a veces las cosas, y que, igual que algunos salen, es verdad que otros entran, si tienes los brazos abiertos para acogerlos, para recibirlos. Es como si la vida te lo fuera compensando. Lo sé por experiencia.
✔ En “Algo en lo que creer” se exploran las creencias religiosas, se adentra en el fanatismo religioso llevado al extremo, el sectarismo. Es curioso como las sectas pueden separar, destruir familias enteras cuando alguno de sus miembros se deja manipular, embaucar, a la vez que estos intentan embaucar a los demás, llegando al extremo de incluso desaparecer de las vidas de sus seres mas cercanos.
Nunca he entendido las religiones organizadas —dijo Otis desde donde estaba—. Ser una buena persona. No hacer daño a los demás. No engañar. No ser avaricioso. Con eso me parece suficiente. No necesito una maldita guía para no salirme del camino correcto. Ni una tabla de piedra grabada por un rayo. Ni una recompensa celestial. No necesito guardar un día de la semana. Todos los días de nuestra vida son importantes, del primero al último. A medida que te haces viejo, cada vez te das más cuenta de ello.
Shiloh pretende inculcarle a su padre sus ideas religiosas casi por la fuerza, con amenazas, con prohibirle ver a su nieto si no hay cambio, porque piensa que puede ser una mala influencia para el niño. Y el abuelo no entiende. Él, que se desvive por esa criatura que le infunde cada día ganas de vivir por mucho que le agote físicamente. Además, Peg y él ya perdieron un bebé, y ahora no pueden perder a su único nieto.
Esa clase de iglesias… lo son todo para sus fieles. Son como una especie de agujero negro, succionan a la gente y es muy difícil sacarlos de ahí. Los miembros que osan criticar a la iglesia o que rompen con su ortodoxia son rechazados y marginados.
✔ La trama está parcialmente inspirada en un hecho real que conmocionó Wisconsin en el 2008, cuando una niña de 11 años murió por la complicación de una diabetes infantil que sus padres se negaron a tratar por motivos religiosos, mientras rezaban y rezaban sin parar por su recuperación, convencidos de que solo la fe podía curar a su pequeña. ¡Muy fuerte!
Explica el autor en la nota que cierra la novela, que “la sanación por la fe se cobra miles de vidas de niños al año en Estados Unidos, debido al rechazo de sus padres a acudir a la medicina, pese a que eso, evidentemente, está penado por la ley. No es que sea algo muy habitual y ocurre en lugares aislados, pero también podemos equiparar esta actitud a la gente de ciudad que se niega a vacunar a sus hijos. Ambas se sustentan en un rechazo a la ciencia y a la razón".
Vaya, Lyle, no sabía que Shiloh estaba tan metida en eso. Lo de la cura por la fe es un disparate. Al menos, ese tipo de cura —Charlie dio un largo trago para terminar su cerveza y se apoyó sobre el respaldo de la silla—. Me refiero a que no hay nada malo en rezar por alguien, en rezar por una persona que se está muriendo. Pero el meollo de la cuestión es que esta práctica en concreto es directamente criminal. No se puede llamar de otra manera. Si sabes que alguien se está muriendo y rezas por esa persona en lugar de llevarla al médico, estás cometiendo una negligencia grave. De igual modo, si alguien está sufriendo y crees que Dios va a curarlo por arte de magia, estás cometiendo un delito en toda regla.
✔ Una novela sobre todo de personajes y de las relaciones entre ellos, entre padres-hijos, abuelos-nietos, entre matrimonios que llevan toda la vida juntos y siguen amándose. Todos son buenos, perfectamente dibujados y el autor nos permite conocerlos bastante bien.
● Destaca el niño, Isaac, aunque a veces me hayan resultado algo increíbles algunas de sus salidas, teniendo en cuenta de que tan solo tiene cinco años. Pero también es cierto que los niños no dejan de sorprendernos y a veces nos dejan boquiabiertos con algunas cosas que dicen o hacen.
«Abuelo, si descendemos de los gorilas y los monos, ¿eso significa que Adán y Eva descendían de gorilas y de monos? Pero entonces, ¿ellos —Adán y Eva— eran más parecidos a los gorilas o a nosotros? ¿O es solo una historia? Pero si Adán y Eva fueron los primeros humanos, ¿empezaron siendo ya mayores? Quiero decir, ¿fueron niños alguna vez? ¿A que sería genial que solo hubiera niños entonces? Solo dos niños en todo el planeta.»
También me ha gustado especialmente la pareja que forman Lyle y Peg, su relación basada en el conocimiento después de tantos años juntos, en el amor y el respeto mutuo.
Peg le ofreció la mano y él la tomó. Caminaron así cogidos hasta el interior de la casa, atravesando el pasillo que tantas veces habían atravesado para llegar a la cama, la misma que los aceptaba siempre, tal y como eran. Sobre ella yacieron, tumbados de espaldas y mirando al techo, y ambos pensaron, consternados, en su nieto, en ese niño maravilloso por el que tanto temían, y también en su madre, a la que amaban tanto que se les desgarraba el corazón al comprender, de manera inequívoca, que se estaba alejando cada vez más de ellos, de su hogar y de su pequeño pueblo, como una barca hinchable a la que la corriente arrastrara cada vez más lejos de la costa brumosa.
✔ Nickolas Butler escribe muy bien, me ha encandilado su prosa y me ha encandilado esta historia que nos cuenta. El final. . ., bueno, digamos que queda bastante atado, salvo un detalle concreto de un personaje concreto que deja un poco al libre albedrío. Aunque sí me hubiera gustado haber conocido ese desenlace, tampoco ha sido un problema para mí, no me importan demasiado esos finales con algún que otro cabo suelto si la novela ha merecido la pena y es el caso.Resumiendo: “Algo en lo que creer” es una novela intimista y rural muy bien escrita, con buenos e inteligentes diálogos, que transmite ternura, emotividad sin caer en la ñoñería. Es la vida misma.
Miró a su nieto y lo invadió una ola de amor hacia él, pues era un niño afable, sensible y curioso, y esas eran —por encima de cualquier otra— cualidades que Lyle empezaba a valorar cada vez más en el mundo.
¿Os recomiendo leer esta novela? por supuesto, porque la he disfrutado, porque me ha llegado al corazón y porque es de esas historias que dejan poso, te dejan pensando en lo leído. Este autor promete. No tardaré en volver a él. Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: