Parece
que por Barcelona la cabra vuelve al monte. Rosell
ha enfilado hacia su querencia tratando de reforzar el equipo con figurones
extranjeros huyendo del exitoso recetario que Guardiola puso en valor desde la Masía. Y es que, como lo hizo bajo
el protectorado forzoso del fantasma que
le ronda al actual presidente muy a menudo, su antecesor Laporta, pues hay que cambiarlo por el
de los grandes fichajes que, además, suelen dejar ignotas comisiones por el
camino.
El
fracasado político independentista folklórico aguantó a D. Pep porque no tenía
con qué fichar y su recurso le salió tan
bien que puede pasar a la historia como el mejor presidente culé de la historia.
Luego hizo lo que pudo para justificarse a sí mismo sus desvelos con
operaciones dinerarias, algunas aún por esclarecer, cuando menos oscurantistas
en algún antiguo país comunista.
Y
Rosell no piensa irle a la zaga. Con el bollo todavía caliente de los cuartos
extraviados en la operación Neymar
se anuncia la próxima llegada de un central ‘de garantías’; como si en casa no
hubieran soluciones.
Espero
equivocarme por el bien del fútbol y del propio Barça, pero me temo que pronto
miraremos hacia atrás con demasiada nostalgia desde el vagón de cola del tren
blaugrana, que habrá iniciado un camino sin retorno claro hacia lo que siempre
fue su historia: grandes fichajes, excelsos técnicos, alguna victoria sobre el
Madrid para justificar la temporada y a celebrar segundos puestos. Y también
volverán los viejos tiempos de echarle la culpa a la política por sus fracasos
deportivos, pero esta vez ‘estelados’ todos de la mano de los mandamases de
turno de la Generalitat. Es decir, que
la enormidad de la obra deportiva desarrollada en la mejor etapa barcelonista
de siempre se irá por el sumidero de los presidencialismos irredentos, de los
cuartos oscuros, de los llantos aldeanos y de la política miserable. ¡Qué pena!
Y eso, ahora que tienen en su cantera una generación de futbolistas envidiable.
Para mí, incluso mejor que la de sus actuales figuras que son los mejores del
mundo sin ninguna duda desde hace unos años.
Y
enfrente, parece que la fortuna podría sonreír al Real Madrid si es cierto que Pérez por fin se cae de su caballo,
como S. Pablo, y apuesta por el
producto nacional y por su tan cacareada ‘Fábrica’. Que hablen de Isco, Jese, Morata, Nacho, Carvajal y compañía; incluso de ese
extraordinario talento que es el culé Thiago;
es la gran noticia que muchos madridistas amantes del fútbol de verdad están
esperando desde hace tiempo. El gran
problema estará en lo que se encuentre el nuevo técnico en el antiguo vestuario
tras el tsunami Mourinho; un
personajillo narcisista con complejo napoleónico y una cierta vena de aquel Atila que por donde pasaba no crecía la
hierba a quien Pérez le dio el mando en la peor decisión deportiva que ha
tomado en sus diez largos años, y han sido muchas; quizás, pensamos algunos,
por ser el reflejo que le devuelven ciertos cristales cuando se mira en ellos.
‘Tim y Tom en el circo Kron’ de la avenida Concha Espina; otrora un club
señor que nunca se dejó pisar el protagonismo futbolero por nadie. Ese circo en
que ha convertido al Madrid emulando lo que fue el Barça en sus peores años: los
azulgranas haciendo grandes fichajes y los blancos levantando títulos.
Por
Murcia andan los aficionados preparando los cirios funerarios porque el Murcia vuelve a estar al borde de su
desaparición si el señor Samper no
lo remedia. En los oscuros años noventa ya estuvo muy cerca, y sólo el empeño
de algunos, entre los que humildemente me cuento junto con los extraordinarios
compañeros con quienes compartí junta directiva y otras personas que nos
ayudaron, pudo evitarlo. Entonces se debían nueve millones de euros y varias directivas
sucesivas obraron el milagro, pero me temo que ahora la púa es demasiado gorda
y el club ya no es de sus socios. ¡Mal pájaro tenemos en la bardiza!
Y
en Cartagena andan igualmente poniendo
velas; Gómez está en el alero y
también aguardan un milagro. ¿Será por intercesión del S. Antonio de la UCAM? El tan ilustre como irrepetible José Luis Mendoza, cartagenero y
murciano de pro, tiene mano en esos temas y enormes valores demostrados.
Lo malo es que le piden muchas cosas desde demasiados sitios. Lo bueno, su voluntad siempre presta. ¡Tino y
suerte, maestro!