Revista Cine
Promocionada de forma muy lamentable -no hay más que leer la errónea sinopsis de imdb- probablemente por falta de presupuesto dedicado a la cada vez más imperante mercadotecnia, capaz de erigir en películas estupendas verdaderos truños gracias a serviles voceros de toda clase, la muy británica Dead shot, estrenada a primeros del año pasado, anda desde hace muchos meses transitando por los vericuetos de internet y puede aparecer de improviso en cualquier pantalla casera y para su desgracia y mala suerte del cinéfago llega revestida de tristes advertencias que no le hacen justicia.
No le adjudicaré desde luego mi particular clasificación de imperdible pero podría ser que para algún cinéfago fuese una verdadera sorpresa muy por encima de lo que a priori se puede uno imaginar si ha rascado internet en webs británicas que, por lo leído, también adolecen de críticas escritas sin pensar mucho.
La acción transcurre en el principio de los años setenta del siglo pasado y se basa en hechos que muy bien podrían proceder de alguna verdad porque uno, que peina canas, recuerda las noticias que llegaban de aquellos lugares y aquella época y aunque los creadores de la película, los hermanos Charles y Thomas Guard, que intervienen al alimón tanto como guionistas como directores de la película son lo bastante jóvenes como para no haberlo conocido de primera mano, quizás la novela escrita por Steven Moysey The Road to Balcombe Street contiene datos que se ajusten a unos días de sangre y al parecer en ella se inspiró el primer guionista Ronan Bennett.
Los hermanos Guard deciden rodar su película cuando los pocos protagonistas de los poderes enfrentados a tiros hace cincuenta años que no han muerto siguen manteniendo su cuota de influencia en una situación geopolítica que ha variado muy poco salvo por la pacificación y la ausencia de armas en las negociaciones pues no olvidemos que sigue existiendo Irlanda del Norte, ahora con el añadido del brexit que hace patente para algunos la necesidad de formalizar de una vez por todas la reunificación y evidentemente ésa es una cuestión compleja que se trata de suavizar para evitar el retorno a viejas costumbres, así que los Guard precisamente han ido a tocar una tecla que probablemente muchos desean que no suene.
Lejos de promover ansias de enfrentamientos esta película ofrece una sutil denuncia contra el uso de la violencia física como remedio para superar los problemas porque teóricamente nace de un ansia de venganza que siente el irlandés Michael O'Hara (Colin Morgan, interiorizando el personaje) cuando en su huída ve como su esposa Carol, que está casi que parturienta, es acribillada por el soldado inglés Henry Tempest (Ami Ameen, otro de esos británicos con voz estupenda) que llena de plomo el coche en que ambos circulaban, ignorando que quien está en el vehículo es ella y no él, acusado de seis asesinatos.
Es la historia de una venganza, sí, pero es una historia adornada con una serie de elementos que le otorgan cierta complejidad, porque de una parte a Tempest le manipulan para que entre a formar parte de esas "fuerzas especiales" dedicadas a trabajos sucios en pro de la defensa de los ideales británicos y la seguridad pública y de la otra el ansia de venganza de O'Hara es aprovechado sin escrúpulos por quien desde la sombra le reclutó en su adolescencia para convertirlo en asesino buscando la libertad del pueblo irlandés y así, como quien no dice nada, los hermanos Guard nos susurran lo que ya deberíamos saber: que los que mandan tienen sus intereses y que algunos matan y otros mueren alternándose en sus lugares sin fin porque la violencia no proporciona la paz.
Así que en esta película uno puede llegar a ella creyendo que es una película de acción -que lo es- y se encuentra con que el aspecto formal no es lo único que han tenido en cuenta sus creadores.
Los hermanos Guard ruedan de forma muy profesional todas las escenas de acción y también las escenas en las que hay que atender a los diálogos porque allí es donde reside su verdadera intención y aunque lo dejan muy claro, se hecha de menos que refuercen un poco su tesis con un lenguaje visual más cuidado: una vez más, comprobamos que rodar escenas de acción no resulta para el profesional con cierta experiencia muy difícil, pero conseguir con la cámara que la psicología de los personajes traspase la pantalla y llegue a la butaca no es tan sencillo. Esos hermanos están en sus inicios como cineastas y podemos esperar que sus siguientes películas irán mejorando en todos los aspectos.
De momento, demuestran controlar el ritmo y el tempo de la narrativa porque con poco más de hora y media cuentan más de lo que uno esperaba y además saben dirigir a un elenco muy británico en el mejor de los sentidos, que huye de toda exageración y sabe manifestarse con intensidad si necesidad de alharacas aunque por momentos un poco más de intensidad no molestaría.
En definitiva, sirvan estas notas para avisar que, si se encuentran esta pieza de repente, puede que les interese verla de cabo a rabo: será hora y media bien empleada.