Uno de los conceptos del mundo boda que menos me gusta es el concepto vídeo. Entiendo que, en el día en cuestión, se grabe ese bonito beso, esos mensajes de amor y amistad que los invitados quieren dejar a los novios y el desparpajo del abuelo a la hora de bailar paquito el chocolatero. Pero, ¿es necesario que luego debamos volver a verlo? Porque ya no es solo que los novios quieran tener ese vídeo, sino que lo que quieren es que todo el mundo sienta el mismo deseo de verlo que ellos. Y buscan cualquier excusa…
- (Ellos) ¿Os venís a cenar y vemos el vídeo de la boda?- (Tú)… Necesito un vestido… (Ella)… Vente a mi casa si quieres, te dejo probar los que tengo y… de paso… vemos el vídeo de la boda.- (3 años más tarde, ellos) ¿Os venís a ver al niño… y de paso… vemos el vídeo de la boda?A la que mencionen el “de paso”, hacedme caso: salid corriendo. A ver, no penséis que soy mala persona, no es eso. A mí me gusta ver fotos y vídeos, pero siempre que su extensión no supere el umbral de mi paciencia y entusiasmo. Aunque debo reconocer que desde hace unos días mi opinión ha cambiado. Gracias a Domingo, fotógrafo de Casadísimos, al que conocí en BodaF en Madrid la semana pasada, ha llegado a mí el trabajo de Funky Cinema, y os puedo asegurar que ahora me planteo incluso tener vídeo en mi boda. Los vídeos se convierten en pequeñas películas de tu historia de amor, en trailers de tu vida común, intimistas, emocionantes, esos trocitos que nunca te cansarías de ver… no os perdáis los que tienen en su página web, aunque os dejamos aquí con alguno de ellos… también, obviamente, para un preboda o postboda…
By SaretaBe.