Hace un año, los Spurs estuvieron a segundos de festejar otro anillo de campeón. Los organizadores preparaban el festejo cuando el Heat, con dos triples históricos, arrebataron la gloria. La serie fue a un séptimo partido pero a todos les quedaba claro que la chance al título se había perdido en esos segundos.
Duncan y Ginóbili veían desvanecerse la última chance para un título. Sus cuerpos veteranos mostraban los signos del final de una larga carrera. Y esa gloria birlada tenía sabor a definitiva. ¿Cómo rearmarse? ¿Cómo superar ese dolor? Tener la gloria al alcance y que te la arrebaten en unos segundos. ¿Cómo volver a subir la cuesta si el alma estaba herida?
Los Spurs volvieron al ruedo este año. Con perfil bajo, armaron un notable equipo, con una banca que creció lo suficiente para ganarse minutos y darle el descanso debido a los veteranos. Jóvenes que se soltaron y tomaron la responsabilidad de dar minutos decisivos en juegos de playoffs, cuando a muchos se les achica la mano y se esconden a la hora de tomar decisiones trascendentes.
Con mucho esfuerzo, superaron a Dallas; con relativa facilidad, a Phoenix y Oklahoma. Y al final esperaba el enemigo de hace un año, el Miami Heat del colosal Lebron James. La serie empezó a los tropezones y fueron a visitar al Heat con el tanteador empatado en uno y la pérdida de la localía. La serie empezaba a hacerse cuesta arriba.
El fantasma de la gloria perdida el año pasado volvía a asomar.
Entonces, los Spurs dieron dos juegos notables, demostrando una capacidad de equipo como hace tiempo no se ve en la NBA. Quebraron moralmente a Miami. Sólo Lebron James combatió hasta el final, pero en absoluta soledad. Los Spurs desorientaron al campeón, le ganaron en todos los terrenos y se birlaron dos juegos de visitantes para cerrar la serie en casa.
Si Ginóbili había tenido un muy mal final de temporada el año pasado, acá se tomó revancha de ese bajón. Y en un año notable, Manu fue una de las figuras fundamentales para este anillo. Sólo superado por la joven esperanza Kawhi Leonard, el hombre decisivo en esos juegos fundamentales en Miami. Manu comandó los hilos del ataque e hizo jugar, como gran titiritero, a esa maquinaria perfecta que fue San Antonio. El lamento por la gloria perdida el año pasado quedó en el olvido porque esta actuación fue tan trascendente, tan histórica, que un par de días después de concretada no somos capaces aún de valorarla.
San Antonio sacó lo mejor de la filosofía del básquet FIBA, la idea de que el equipo está sobre los hombres, que siempre hay tiempo para pasar la pelota a un compañero mejor ubicado, con mejores chances de convertir. Y esa filosofía debía imponerse justamente ante el mejor antiejemplo, el equipo de estrellas, de fenómenales jugadores que te pueden dar vuelta un partido en una racha cuando se inspiran. Para demostrar la fuerza de esa creencia, San Antonio debía ganar y debía ganar como ganó, ante un equipo como Miami.
Los Spurs y Manu Ginóbili ya están en la historia grande de la NBA. Queda por ver si este equipo menospreciado por la prensa estadounidense logra cambiar el paradigma. Y queda por ver, también, si en Argentina somos capaces de entender la proeza que Manu Ginóbili está haciendo en la cuna del básquet. Lo de Manu es tan gigantesco, tan grande para un jugador de básquet argentino, que creo que lo vamos a justipreciar cuando ya sea recuerdo. Como la final argentina en Roland Garros o el pentacampeonato de Fangio, sólo se valorará cuando se extrañe, cuando se comprenda lo raro que es alcanzar las cimas a las que Manu llegó.
El domingo a la noche, San Antonio hizo historia. Y Manu Ginóbili fue un protagonista principal de esa hazaña.