- Abascal y Casado en el Congreso. Foto: Europa Press
Es más que seguro que Fernando López Miras nunca hubiera dirigido a Vox en la Asamblea Regional las invectivas que Pablo Casado le lanzó esta semana a Santiago Abascal en el Congreso. Conviene no perder nunca de vista que vivimos en la Región donde el partido de Abascal ganó las últimas elecciones generales y en la que sus votos son imprescindibles para sacar adelante las iniciativas en el parlamento autonómico. Si sumamos los porcentajes de los sufragios obtenidos por el PP y Vox, añadiendo los de Ciudadanos, la cifra alcanza el 60% que Valcárcel llegó a rebasar en alguna consulta electoral, por lo que la sociedad de esta comunidad autónoma sigue polarizada, a día de hoy, entre ese porcentaje mayoritario para el centro-derecha y un 40% restante para la izquierda. Así las cosas, resulta difícil revertir eso cuando poco o nada se hace para que el panorama cambie. Me refiero a la izquierda, con un PSOE apesebrado y un Podemos que, tras su último descenso electoral y la pérdida de su principal referente parlamentario, carecen del empuje suficiente para poder desbancar del monopolio electoral a la derecha.
La compleja situación de Vox en la Asamblea Regional, con tres diputados que dicen representar a esa formación cuando en realidad fueron expulsados de la misma, y un cuarto que sí se somete a las directrices de la dirección, es lo único que puede alterar el status quo. Sin embargo, nada hace indicar que, por el momento, este trío indisciplinado tenga intención de castigar al Gobierno del PP y Ciudadanos poniéndole las cosas difíciles. La prueba del algodón van a ser los próximos presupuestos de la Comunidad Autónoma, de los que casi nadie duda de que saldrán adelante con los más de 23 votos necesarios y precisos de los tres grupos parlamentarios que en su momento apuntalaron a López Miras para otros cuatro años en el Palacio de San Esteban.
Pablo Casado decidió su estrategia cuando supo entender que la moción de censura de Vox no iba tanto contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez como contra él. Le consta que, como antes Albert Rivera, ahora Santiago Abascal buscaba el sorpasso. En determinados cenáculos madrileños el líder de Vox había dejado claras cuáles eran sus verdaderas intenciones. Y Casado supo interpretarlo con un discurso en el que demostró, tal y como entendían algunos entrenadores de fútbol en el pasado, que la mejor defensa es siempre un buen ataque. El paso siguiente será comprobar si la actuación del presidente del PP se enmarca en un verdadero golpe de timón respecto a las relaciones con la extrema derecha o no va más allá de ser un toque de atención a modo de aviso a navegantes. Cuando en Francia o Alemania sus homólogos marcan distancias con esos partidos, en España se ha estado coqueteando, desde la irrupción de Vox, con esa opción electoral, pactando gobiernos en tres comunidades autónomas y en numerosos ayuntamientos, hasta desembocar en la famosa foto de la Plaza de Colón, en febrero de 2019, impensable en el París de Macron o el Berlín de Merkel.
Casado espetó a Abascal que la izquierda llevaba 30 años esperando que se creara un partido como Vox y que él lo había posibilitado. No es cierto. La izquierda llevaba soñando con eso mucho tiempo atrás, desde 1977, anhelando una formación a la derecha de Alianza Popular, luego PP, algo que no llegaba a cuajar, ya que la Fuerza Nueva de Blas Piñar apenas fue capaz de obtener un escaño en 1979, por Madrid, en la persona de este notario franquista de verbo encendido. Cualquier atisbo de radicalidad a la derecha siempre era interpretado con cierto alborozo, por buena parte de la izquierda de este país, como si se asistiera al resurgimiento de las ascuas del Régimen anterior. Con lo que no contaban, desde luego, es que desde la propia derecha se le otorgaran alas a esa escisión visceral e incluso se le regalasen galones en las instituciones para que, con el tiempo, estos fueran capaces de intentar la fagocitación de los propios padres de la criatura.
Vox ha sido para el PP como el glutamato monosódico en la alimentación: algo sobre lo que muchos dietistas cuestionan sus efectos perniciosos mientras hay quien no ve riesgo alarmante para la salud. Resulta paradójico que la izquierda y la derecha españolas hayan llegado a un punto en el que ambas tengan que sustentarse en los populismos, a uno y otro extremo del tablero, para llegar a gobernar. Mientras aún resulta impensable que los dos grandes partidos sean capaces de hilvanar juntos una verdadera estrategia política de Estado, los extremistas, nacionalistas, independentistas y demás experimentos se frotan las manos porque tienen donde sacar rédito a sus ambiciones desmedidas.