perrera, y a mí esa palabra me daba susto. Allí me han dado comida, me están curando mi piel que oí que era sarnosa y hasta me dan algunas caricias y palabras que suenan dulces por las mañanas. Una vez a la semana me ponen una inyección que no me gusta nada, pero luego, si me porto bien, me rascan la tripota y me dicen cosas bonitas. Lástima que allí no me pueden tener mucho más, pues desde hace tiempo es la mejor vida que conozco. Quizá TÚ quieras ayudarme ahora. Quepo en cualquier lugar, no armo ruidos y ya estoy aprendiendo que los bichos humanos no son todos malos.
Estoy en una perrera, en valencia.
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