Revista Opinión

Alguito que integré después de una clase en la universidad...

Publicado el 05 junio 2013 por Pisabellina
La globalización, más que revolucionaria o innovadora o lo que sea, me parece muy ingeniosa... ¿manipuladora, quizás? Es un fenómeno tan intenso, que alcanza todo y abarca todo. Y "todo" incluye nuestras queridas mentes.

Es difícil creer que alguien que vivió y murió hace muchos años tenía un modo de pensar igual al tuyo, pues tú te rodeas de tantas cosas que esa persona ni siquiera soñó en lo que duró su vida. Tú perteneces a esta enorme comunidad mundial, en la cual nadie puede esconderse, y tienes también el mundo en tus manos. Tienes una cantidad tan absurda de opciones y oportunidades, que merodearás entre las mismas, probando nuevas identidades hasta encontrar aquella que consideres tuya. Es como si tuvieras un armario con mucha más ropa de la que realmente necesitas... pero, por si las moscas, es mejor probárselo todo: puede que estés subestimando alguna prenda que realmente te queda bien. Y el tiempo no dejará de pasar, te pruebes un conjunto o el armario entero. No dejará de pasar, a la vez que irás envejeciendo y ni te darás cuenta por no dejar de ser un niño consentido.

Todo es tan accesible. Como dije, tienes el mundo a tus manos. Qué peligro, definitivamente. Esto sólo te hace insaciable, un consumidor por excelencia, independientemente de tu status social. Hay tantas cosas que puedes conseguir, cada vez con menos esfuerzo, que no le ves el sentido a salirte del plano superficial de todo.

Materialista. Formas vínculos más íntimos con objetos que con personas, y tus deseos son meramente materiales. Atiendes con objetos las demandas emocionales, y realmente piensas que con eso quedan satisfechas; por ende, no tienes idea de por qué te sientes vacío. Pero el sistema lo sabe, por lo que todos los productos que te ofrece y te vende tienen esta imagen de que serán gratificantes, te calmarán y superarán toda expectativa. Pero la realidad es que es sólo una fachada para ocultar el carácter adictivo que poseen. En cuanto a eso, no puedo simplemente acusarte; pero por algunas razones (oh, claro que "educación" ocupa un merecido lugar dentro de este paréntesis, pero no me meteré en ese asunto ahora) tú no lo sabes, y yo sí. Tranquilo, eso no me hace ni un poco inmune. Todos somos títeres del consumo, nada más que algunos están conscientes y otros no. Gran diferencia.

El punto es que tu mente aprende a operar locamente en este mundo loco. Todas tus prácticas cotidianas, en las que tus relaciones interpersonales solo existen a través de un aparato, tratas de aliviar el sentimiento de estar vacío con una pastilla, ves el cuerpo humano como otro objeto más, intentas comprar la felicidad una y otra vez mientras disfrazas ese hecho de cualquier cosa; hacen que no le dediques nada de tu tiempo diario a la reflexión, al análisis, a tu autoconocimiento. Pregúntate quién eres, y trata de responder esa pregunta con honestidad. Tienes todo y sientes que no tienes nada. 

En ese mundo lo que hay es falta de falta, pues el sentimiento tan confuso de no reconocer tu propia identidad no se irá mientras tu tiempo no se ocupe en obtenerlo todo. Estás tan acostumbrado a la innovación, que no terminas de disfrutar algo cuando el mercado saca algo mejor, y terminas siendo incapaz de quedar satisfecho (justo cuando piensas que esá sucediendo lo contrario). Y tanto tú como todo el mundo quieren todas aquellas cosas innovadoras que van surgiendo. Todos terminan siendo lo mismo, y se vuelven una sociedad homogénea, en la que cualquiera que difiera de sus costumbres es visto como extraño y es segregado. Claro que esto provoca que ese grupo de gente potencialmente no-idiota quiera ser aprobado por los idiotas, lo que los termina volviendo igual a todos los demás: unos idiotas.

Recientemente, he llegado a pensar en la falta de ideología que hay hoy en día, y no puedo asegurar si es la causa o el efecto de todo lo que expuse de manera general en los párrafos anteriores. Independientemente, me entristece saber que, sobre todo los jóvenes, no luchan por algo que vaya más allá de sus propios beneficios o desean algo que sea por el bien de todos. Parecerá infantil eso último, pero confirma que somos la única especie que no aprende hasta después de estrellarse sopotocientas veces contra la misma pared. Con esto, quiero decir que probablemente sea necesario que pasemos por un periodo difícil, en el que la vida sea lo contrario a lo que es hoy, a ver si así vemos que la globalización tiene dos caras; y que así como con la luna, nos sentimos atraídos por la cara oscura. Qué irónico es que seamos así. 

A pesar de esta crítica, en la que ni siquiera propongo media solución -pero ya la hice-, sigo creyendo en la gente centrada, descomplicada y profunda; auténtica, diferente e interesante; con valores bien amarrados a sus corazones y muchas cualidades que probablemente solo sean de preferencia personal. Sigo creyendo en los no-idiotas.


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