Ya os habréis dado cuenta de que este libro me ha gustado mucho, y que todo ha sido por el protagonista, James, con el que me he sentido más que identificada.

La historia comienza cuando la madre de James vuelve prematuramente de su luna de miel. Y es que su tercer matrimonio ha superado ya los límites de la fugacidad. Viven en Nueva York, y James trabaja en la galería de arte de su madre, un lugar un tanto extraño donde apenas hay clientes y el arte de las obras que se exponen es más bien dudoso; es el último verano antes de que el chico ingrese por fin en la universidad, aunque la verdad es que él no lo tiene muy claro todavía.
James está indeciso: no le gusta relacionarse con gente de su edad, se ve diferente e incapaz de congeniar, aunque muchas veces no hace nada para intentarlo, claro, y de esta manera no se imagina viviendo en una habitación compartida y asistiendo cada día a clase con cientos de estudiantes como él por todas partes. Además piensa que no hay nada que no pueda aprender por su cuenta, leyendo libros, así que lo que a él más le gustaría es comprarse una casita en el campo con el dinero reservado para sus estudios universitarios y dedicarse a leer sobre los temas que más le interesan. Idílico, sí.
Para terminar el retrato de este personaje, solo me queda comentar que, debido a un percance que sucedió en unas jornadas que organizaba el gobierno para los estudiantes preuniversitarios, los padres del chico han decidido concertarle unas sesiones de terapia con una psicóloga que le exaspera más y más a cada minuto. Y todo para nada; un rato con su abuela le sirven mucho mejor que sus sesiones.
James me ha encantado. Ese mundo perdido entre lo que conoces, y que no te ha gustado, y lo que viene, que tiene toda la pinta de que tampoco va a gustarte, que encima es lo que todo el mundo hace, y se espera de ti que sigas el mismo camino… Me hizo gracia esa poca fe en la universidad, teniendo en cuenta de que estamos hablando de EE UU; no me quiero imaginar al mismo personaje si viviera en nuestro país, donde es un hecho que las carreras te enseñan poco menos que nada. Pero tiene razón, ¿por qué ir a la universidad si no es lo que quieres? ¿por qué no elegir otro camino que, aunque menos transitado, sea de tu interés? La sensación que James nos da en la novela es la de que tiene un poco de miedo de quedar decepcionado con la universidad, pero en realidad tiene un ejemplo bastante contundente en casa gracias a su hermana mayor sobre lo que le espera allí y, de todas maneras, yo creo que siempre puede comenzar una carrera cuando de verdad se encuentre preparado para ello.
Puede parecernos que James es un chaval rarito, pero en medio del caos que es su casa -su hermana saliendo con un profesor universitario casado, su madre acabando con su nuevo matrimonio durante la luna de miel-, es el más normal, os lo aseguro. Incluso su perro es singular. También hace cosas estúpidas, no os penséis que es del todo maduro; tiene arrebatos dificilmente justificables… pero es que son 18 añitos.
En definitiva, os vais a encontrar un retrato de lo que significa ser adolescente, de tener tus propias ideas y sueños, de vivir en Nueva York con tu familia… Una novela donde nos retratan a un chico real que respira en el mismo mundo que nosotros y que tiene sus dudas sobre lo que se espera de él, como todos. Me entra la duda sobre si todos los lectores conseguirán congeniar con James, porque si tienes todo claro, si nunca has dudado de cuáles son tus metas, si lo que más te gusta en el mundo es conocer gente nueva… pues te encontrarás con un bicho raro. Pero los demás encontrarán un reflejo de sí mismos, en algún momento presente o pasado.

PD: Últimamente me es imposible sacar los libros a pasear para hacerles fotos. Me da pena.
Título: Algún día este dolor te será útil Autor: Peter Cameron Editorial: Libros del Asteroide Encuadernación: Tapa blanda con solapas ISBN: 978-84-92663-54-5 Páginas: 246 Precio: 18,95 € Propósito personal: No lo cumple RETO 2012: Nueva York