Los actuales seres humanos no han sido los únicos que han habitado este mundo. Ahora tenemos pruebas de ello. Diferentes especies humanas convivieron a lo largo del tiempo y utilizaron estrategias similares para sobrevivir en un entorno hostil, en el que otros animales disputaban los recursos. A pesar de que pueda parecernos que esa época tiene poco que ver con la nuestra, realmente no es así.
Muchos de los caracteres que nos reconocen hoy son heredados directamente de esos ancestros. No solo eso, también nuestro proceso de pensamiento para resolver problemas o la manera en la que nos comportamos son similares a las que antaño tenía esa humanidad que vivía en cuevas, se maravillaba ante el fuego, pintaba las paredes de cavernas de ocres mágicos o construía las primeras herramientas para transformar su vida y su entorno.
Aquella incipiente humanidad la hemos catalogado en un periodo general que hemos llamado prehistoria y que abarca todo aquello anterior a los primeros documentos escritos. A muchos, la prehistoria le puede parecer un periodo más o menos uniforme en cuanto costumbres, forma de vida, necesidades o características generales. Sin embargo, la prehistoria, la que hace referencia a los seres humanos y a sus antepasados, abarca miles, quizá millones de años.
Para nuestra comodidad, agrupamos los acontecimientos que nos afectan en etapas históricas, en las que cada una de ellas tienen algunos puntos en común, aunque puedan abarcar muchos cientos o miles de años.
En las escuelas apenas diferenciarán entre los que utilizaron el fuego por primera vez y los que utilizamos ordenadores hoy en día. En esa época futura, esas dos formas de vida y su tecnología, sea el fuego o el ordenador, les parecerán tan alejadas en su tiempo como nos lo parece hoy en día neandertales y cromañones. Para ellos, la prehistoria será nuestro tiempo.