Los resultados de ayer se miden en bancas contantes y sonantes. Pero son más fuertes en el poder simbólico que proyectan hacia adelante. Dejaron al MPN como un partido que no logró derrotar a Cambiemos en las últimas tres elecciones que se desarrollaron en la provincia, cruzado por sus interrogantes internos y con el desafío de reinventarse para lidiar con un nuevo rival que no tenía en sus planes para el 2019.
Es cierto que en parte le pasa factura la archimencionada nacionalización de los comicios, que explican el desempeño de candidatos ignotos amparados por un sello electoral de corta historia local. Pero es sólo una parte de la película. Hace dos años que el MPN anticipó que se engulliría los chicos crudos en su afán de comenzar a recuperar la capital, y de eso poco y nada, y jugó fuerte con un apellido ilustre en diputados nacionales, porque no tuvo otra opción, pero quedó segundo.
En dos años lo que se pondrá en juego es el poder en la provincia, resguardado con recelo desde hace 45 por el MPN. Al partido provincial le queda el consuelo menor de no haber padecido una paliza como sí sufrieron los oficialismos de otras provincias, pero su dinámica de hoy y las aspiraciones latentes de algunos de sus referentes plantean un terreno de recelos y dificultades para construir. Al mismo tiempo, la historia del MPN es la de haber sorteado esas diferencias. ¿Será parte de lo que viene? Cambiemos tampoco se la lleva de arriba. Hay una discusión en ciernes acerca de quién liderará una candidatura provincial. ¿Se la ganó Horacio Quiroga y el gobierno nacional le dará el OK?, ¿o se impondrá la construcción de un candidato más “puro” y PRO como alternativa? La foto de hoy muestra estas dos historias en desarrollo, resume la puja de poder que viene.
Revista Opinión
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