Para combatir la epidemia de obesidad que viene sucediendo en los países más desarrollados se están llevando a cabo una gran diversidad de campañas orquestadas por los organismos públicos y las instituciones vinculadas al mundo de la salud.
Sin embargo esto no parece bastar, y ahora en algunas iglesias de Estados Unidos se ha decidido tomar cartas en el asunto y animan a sus feligreses a seguir una dieta más saludable. Los principales argumentos son que nuestro cuerpo es un regalo de Dios, y por ello estamos obligados a cuidarlo, o que la gula es pecado.
Esto me resulta curioso porque casa perfectamente con mi teoría sobre algunas prohibiciones de determinadas religiones, es decir, creo que en algún momento de la historia surgieron estas prohibiciones por alguna razón, ya fuera por ejemplo para proteger o diferenciar a sus creyentes.
En algunas iglesias se imparten cursos de nutrición, en otras se lanzan retos para animar a sus feligreses a quemar grasa, en otras se anima a comer ensalada los domingos, y otras directamente se evita comer pollo frito y se opta por pollo a la plancha o pavo.
Lo interesante es que esto puede tener efectos positivos, dado que si bien muchos ponen en duda las opiniones de los médicos, lo que dice su párroco “va a misa” – y nunca mejor dicho –. Por tanto, para los expertos en salud estas iniciativas podrían ser de gran ayuda.
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