Estamos cada vez más en posesión de una serie de tecnologías que desafían nuestra concepción del mundo y, sobre todo, nuestra concepción de nosotros mismos como como seres humanos. Una serie de tecnologías que, por tanto, exigen una reflexión sobre aquello que deseamos y aquello que no, sobre aquello que consideramos admisible y aquello que no.
Solemos pensar, en esa línea, por ejemplo, en la inteligencia artificial o en la edición genómica, dos de la tecnologías que incluso se entienden como integrantes del concepto de indutria 4.0.
Pero puede que la lista no acabe aquí. Mucho menos conocidas, seguramente aún con mucho recorrido de progreso, existen las tecnologías de interfaz cerebro-ordenador (BCI, 'Brain Computer Interface'), aquellas que consiguen interconectar nuestro sistema nervioso, incluyendo al cerebro, con sistemas digitales.
Hoy en día esa tecnología se usa. ante todo, en tareas de rehabilitación de pacientes con limitaciones físicas congénitas o debidas a accidentes. Quizá su desarrollo, aunque admirable, no ha llegado todavía plenamente a la 'zona de peligro'. En parte por las dificultades intrínsecas y por nuestro todavía escaso conocimiento real del cerebro, y en otra parte, por la vigilancia regulatoria a que están sometidas este tipo de tecnologías sanitarias.
Sin embargo, no parece fuera de nuestro alcance una detección más detallada de las ondas y señales que emite el cerebro y su análisis, probablemente mediante técnicas del campo de la inteligencia artificial. Quizá algo más lejana parece una estimulación 'fina', certera y precisa, del cerebro...pero no me atrevería a calificar de imposibilidad ese objetivo.
Una interacción profunda y precisa de máquinas digitales con el cerebro abre unas posibilidades inmensas, unas maravisoolas y otras aterradoras, un mundo realmente nuevo del que quizá no todo sea deseable.
En su libro 'Brain-Computer Interface technologies', Claude Clément se hace algunas preguntas, para las que reconoce no tener respuesta y que exceden lo tecnológico para situarse en el campo social y sobre todo ético. Estas son sus preguntas:
- ¿Estamos yendo demasiado lejos?
- ¿Hemos ido ya demasiado lejos?
- ¿Tenemos derecho a interconectar directamente con el cerebro?
- ¿Vamos a perder el control?
- ¿Tomará la inteligencia artificial el lugar de nuestro pensamiento natural?
- ¿Vamos a perder la privacidad?
- ¿Es el Big Data una herramienta para la mejora o para nuestro control?
Una tecnología BCI plenamente desarrollada sería el sueño del transhumanismo más extremo y la puerta abierta a fantasías como unir nuestra mente a la 'nube', a una mente colectiva e, incluso, a una supuesta eternidad de la mente.
Estamos, creo, tecnológicamente muy lejos de que esas fantasías sean posibles, supuesto que alguna vez sean alcanzables, pero, por si alguna vez se hacen realidad, a lo mejor es el momento, en efecto, de irnos haciendo ya algunas preguntas...