Por Elbio Laxalte Terra (Pte.
Honor de CIMAS)
“Al ejemplo de
los iniciados a lo largo de la historia, una vez más, como masones de progreso,
nos debemos una mirada lúcida.”
Seguimos ofreciendo a
nuestros lectores los trabajos del encuentro de la Masonería adogmática
interamericana celebrado en Perú en Agosto del pasado año.
Algunas reflexiones
sobre el futuro de la Masonería de Progreso
Es con gran gusto que nuevamente tengo la oportunidad de
estar presente en esta Asamblea de CIMAS (Confederación Interamericana de
Masonería Simbólica), como lo he hecho ininterrumpidamente desde su fundación.
Y reencontrarme con tantos Hermanos y Hermanas, algunos con los que hemos
estado construyendo desde hace más de una década, este instrumento de unidad de
la masonería universal y continental. Y con otros nuevos que nos acompañan
también para seguir haciendo camino.
Entonces tenemos nuevamente la posibilidad de reencontrarnos
en este espacio masónico del 8º Encuentro de CIMAS, y como tenemos costumbre cuando
estamos entre nosotros, aprovechar también para desgranar nuestras reflexiones,
intercambiar opiniones e irnos proyectándonos hacia el porvenir.
La masonería moderna, muy pronto, en escasos dos años,
cumplirá tres siglos. Efectivamente, hace casi 300 años, el 24 de junio de
1717, con la creación de la Gran Logia de Londres, se envió un mensaje de
tolerancia que fue la base fundamental y la referencia para la construcción del
futuro de aquella época, porque sobre la tolerancia es que se construyeron las
sociedades y la civilización democrática y los sistemas de libertades de los
cuales hoy podemos legítimamente sentirnos satisfechos, a pesar de los
claroscuros que de tanto en tanto nos han hecho asomarnos también a la
tragedia.
Construir el ser
humano, construir la sociedad fue la práctica que canalizaron a través de las
redes masónicas, los influyentes personajes que destacaron en el Siglo de las
Luces, en primer lugar Isaac Newton y la Real
Sociedad Británica para la Ciencia. Desde las Constituciones de
Anderson, había que trabajar para construir un ser humano nuevo, para un nuevo
mundo, para un nuevo proyecto de civilización humana, basado en la Libertad y
en la Igualdad. Y ello fue un gran combate, cuyo punto culminante, creo yo, fue
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones
Unidas el 10 de diciembre de 1948.
En ese camino, la presencia de nuestros ancestros fue
determinante para los enormes proyectos que se canalizaron en la Revolución
independentista norteamericana, en la Revolución Francesa, en las luchas
independentistas de nuestro continente, la caída de los regímenes políticos de
derecho divino y la instauración de la repúblicas democráticas, en las
separaciones de la Iglesia y el Estado y el avance de las libertades públicas,
como los derechos de pensamiento, conciencia y expresión. La masonería contribuyó con pasos fundamentales hacia la liberación del
individuo de sus frenos y prejuicios, para la construcción de un ser humano
progresivamente autónomo y la construcción del ciudadano como el soberano de
nuestros sistemas políticos democráticos y especialmente republicanos.
Obviamente, todo este bagaje enorme de contribuciones que ha
canalizado nuestra Institución, no ha sido un camino lineal, sino igualmente
lleno de dudas, de contradicciones, de claros y oscuros. Pero esto, ¿no está
también en nuestra esencia, como nos señala el tapiz mosaico de nuestros
Templos?
Las diversas épocas y las circunstancias complejas del
devenir social, nos han presentado y presenta grandes retos, a los cuales
debemos encontrar las adaptaciones necesarias. Y en esto consiste nuestra
evolución, nuestro devenir. Y este debe ser hoy, el foco principal de nuestra
reflexión. Porque, por vocación, nuestra Institución es abierta al futuro. Está
abierta a un futuro a construir, porque el
Arte Real es la sangre que corre por sus venas, porque el espíritu constructivo
es lo que se encuentra en los genes de los masones. Y debo decirlo
asimismo, aunque a veces no se den propiamente cuenta de ello...
Nuestro rol no es
pensar en el pasado. Nuestro rol es
conocer el pasado, para inspirarnos para el futuro. Nuestro rol es pensar
el futuro, pues si no lo hacemos es cuando justamente estaremos yendo contra la
esencia misma de nuestra vocación y de nuestra tradición masónica. Y esta
advertencia la hago con total responsabilidad, pues la naturaleza del mundo
presente es de tal complejidad para nosotros humanos, mortales comunes y
corrientes, que muchas veces nos sentimos agobiados y con ganas de asilarnos en
algún lugar perdido donde las inquietudes de nuestra época no nos alcancen.
Pero esto es otra ilusión, pues estemos donde estemos no estaremos inmunes.
Por ello, hoy, cuando ya vamos avanzando en este siglo XXI,
en este tercer milenio, es un ejercicio estratégico también intentar respondernos y responder a la
pregunta de cuál es la misión de la francmasonería en esta época que estamos
transitando.
Y creo que esta pregunta es aún más válida, porque ella es a
la vez existencial como de una ardiente actualidad en el mundo que nos toca
vivir.
Quienes como yo hemos nacido justo en la mitad del siglo XX,
conocemos algunos pensamientos globales, que se caracterizaron por sus
certezas, por un discurso unificador, englobante y omnímodo. Fueron modelos de
pensamiento que unos y otros abrazamos, dieron consistencia a nuestros
pensamientos, nos permitían tener certezas y explicar el mundo.
Pero ahora, ya avanzado tres lustros de este siglo XXI,
pareciera que estamos en una situación bastante diferente. Nos encontramos
frente a tantos cambios de registros, que pareciera que las palabras y los
conceptos otrora válidos, han perdido gran parte de su valor semántico y su
significado.
Los diversos discursos que intentaban argumentativamente
explicar el mundo, a través de sus respectivos prismas, aparecen hoy como
debilitados y su vigencia cuestionados; todo hace sentir que ya no tienen razón
de existir.
Muchos de los que me están escuchando, comprenderán
fácilmente, cuando les digo que la palabra hoy ya no tiene el sentido
tradicional, y que está perdida, no ya en un sentido metafórico, sino en la
realidad, y que la profusión de diccionarios, aun en línea para hacernos la
tarea más liviana, no llegan a tapar el tremendo agujero conceptual existente.
La realidad hoy, nos indica asimismo que las certezas ya no
existen, al menos como antes, a partir, predominantemente, de un discurso
argumentativo, es decir, racional.
Lo grave es que, cuando hay confusión conceptual, como la
que a mi criterio estamos presenciando, estamos poniendo en evidencia la
debilidad de nuestras células del pensamiento, que justamente son los
conceptos. Y cuando los conceptos se debilitan, lo que se pone en cuestión es
nuestra propia identidad, pues ésta se construye a partir de una matriz de
pensamiento conceptual que todos y cada uno de nosotros posee. Y, naturalmente,
cuando se debilita la matriz conceptual individual, también sucede lo mismo,
aunque de manera exponencial, en el colectivo social. Lo que aquí sucede es que
estamos entonces frente a una pérdida de inteligencia colectiva. Y, cuando se pierde la inteligencia colectiva,
la sociedad pasa a ser presa fácil de los dogmas, los fanatismos, la
intolerancia y finalmente la consecuencia última y motora del dogma: la
violencia.
Como señalábamos más arriba, la tradición masónica moderna,
cuyo documento de base fueron las llamadas Constituciones de Anderson, ponían
el acento en agrupar a los hombres probos y honestos, para que más allá de sus creencias
particulares pudieran de manera tolerante, convivir socialmente.
Todo un programa de transformación social para su época. Se
trataba de construir al Hombre para construir la sociedad.
Esa construcción se fue yuxtaponiendo con los fenómenos
sociales y políticos de la época, interactuando con ellos, dando lugar a la
construcción de nuevos conceptos. Para comenzar, los de Libertad, Igualdad y Fraternidad,
como idealidad humana. Se trataba de construir el Templo de la Humanidad. Pero
más tarde, se incorporaron los de democracia, república, ciudadanía y laicidad,
como manera de hacer realidad aquellos ideales.
La masonería, así, se
fue transformando en un gran Taller de ideas, que nutrían a los masones para
actuar en la sociedad, llevando adelante sus grandes ideales.
Es así que ese ideal humanista, se fue impulsando en
actuaciones concretas, en el tiempo y en el espacio, fomentándose los Estados
Nacionales, los Estados de Derecho, las Democracias y las Repúblicas. La
masonería en general, hizo un gran esfuerzo en formar en sus Logias, líderes
políticos y sociales; formando ciudadanos capacitados por una práctica que les
permitía ponerse al frente del entramado institucional de las democracias.
Toda esa acción masónica tenía un gran objetivo: construir
civilización, hasta donde se pudiera, sabiendo que siempre hay evolución, que
puede haber retrocesos, pero que siempre hay que construir y reconstruir la
centralidad humana.
Pero, ¿qué es construir civilización? Es esencialmente, y de
manera esquemática, construir los lazos que más allá de las diferencias, nos
hagan reconocernos entre nosotros como seres humanos compartiendo los elementos
culturales, éticos y morales capaces de dar cohesión al conjunto, a través de
un conjunto de reglas, compartiendo una comunidad de destino, basada en valores
y deberes comunes.
Entonces hoy, frente a los cambios enormes que vivimos con
la mundialización del mercado y de su lógica, con la introducción masiva de las
tecnologías de la comunicación y la información, las tendencias nefastas del
llamado multiculturalismo que es la bandeja ideológica del vale todo, el
repliegue cada vez más sustantivo en la vida privada, el retorno a una
tendencia contraria al deseo de universalismo, manifestada por fenómenos cada
vez más pronunciados de comunitarismos, integrismos y tribalismos, la tendencia
a la utilización de cualquier medio, lícito o no, para imponerse y obtener o
tener resultados, la constatación de la crisis de los valores que nos
sustentan, parece claro que estamos en el fin de una época, y en la crisis que
anuncia una nueva etapa. Por ello nos
urge encarar el estudio del futuro, y del cual es nuestra misión en el mismo.
Hoy vivimos una época donde “hay mundialización de los objetos y trivialización de los sujetos”
señalaba el intelectual francés Regis Debray hace unos años. Yo añadiría, que
ahora también estamos entrando abruptamente en la etapa de la cosificación de
los sujetos.
La Humanidad entera está transitando entonces hacia esa
nueva etapa, que como toda cosa histórica no es algo de días, ni siquiera de
algunos años.
Estamos frente a movimientos económicos, políticos,
sociales, demográficos, culturales y valóricos de tal envergadura, y con tal
complejidad, que solo se resolverán en décadas. Y no sabemos hoy, hacia qué
dirección se resolverán.
Hay varias tendencias en desarrollo, algunas negativas para
el desarrollo humano, y hay también oportunidades. Como siempre ha sucedido en
la historia. Pero sí podemos decir que todas esas tendencias están presentes
hoy y aquí, y que al tiempo, no hay certezas claras de hacia dónde vamos.
Entonces, al ejemplo
de los iniciados a lo largo de la historia, una vez más, como masones de progreso,
nos debemos una mirada lúcida. Lo único que no podemos hacer es esconder la
cabeza frente a las inclemencias. Estamos en una época de crisis a escala
planetaria. Esta se irá acentuando, sin dudas.
Pero asimismo estamos frente a grandes oportunidades de
cambio, hacia un sentido humano y de progreso en todos los órdenes. Una
característica tiene nuestra Institución masónica universal, es que ella se
proyecta cargando siempre con sus tradiciones, recuerdos y enseñanzas.
Pero la Masonería de Progreso que encarnamos, señala además
que la tradición no es un ancla que nos amarra, sino una muy fuerte referencia
que nos impulsa. Es una continuidad de una historia que empezó antes que nosotros,
y que nosotros debemos dejar para quienes nos seguirán. Pero una continuidad
dinámica, adaptada a las nuevas épocas y nuevas situaciones.
CIMAS, desde su
fundación en el 2002, siempre tuvo claro que representaba una vertiente de progreso en el contexto masónico.
Ella nunca se planteó ser un factor de
unidad sin principios, un “rejuntatodo”. Nunca cayó en el absurdo de pensar
que sería más fuerte porque tuviera más cantidad de integrantes. Ella se
planteó siempre la calidad y agrupar voluntades para un proyecto expresado en
su Declaración de Principios.
Esta es su fortaleza, y lo que la hace apta para mirar el
futuro, justamente. No es una aspiración cuantitativa, meramente política, por
más que pueda hablarse de política masónica, algo que personalmente no me
gusta.
CIMAS se planteó desde su origen ser un factor de aglutinar
voluntades basadas en un pensamiento que manifiesta su oposición a toda
opresión espiritual, ideológica, intelectual y política. Y sus más nobles
objetivos la llevan a promover y defender la Paz, la Libertad, los Derechos
Humanos y Ciudadanos, la Laicidad y la Libertad Absoluta de Conciencia.
Promueve la amistad entre los pueblos, el cosmopolitismo y la Integración del
Continente Americano.
Su Declaración de Principios señala que guiada por el
espíritu de fraternidad y solidaridad humana, CIMAS está comprometida en fomentar la tolerancia y el pluralismo, y un
orden social que proteja la dignidad, la justicia social, las libertades
individuales, los derechos fundamentales y el Estado de Derecho; y una
democracia integral que comprenda lo político y lo económico. En particular,
lucha contra toda forma de discriminación, sea por razones étnicas, de género,
de identidad sexual, cultural o cualquier otro propósito que atente contra la
dignidad humana.
CIMAS nunca ha ocultado que se ve a sí misma como una
entidad que pretende impulsar los necesarios cambios en nuestra antigua
Institución Masónica, a los efectos de abrir cauces a una masonería más
adaptada a los tiempos actuales, capaz de comprender los rumbos actuales de la
civilización para vigilar su desarrollo y proponer e impulsar todas aquellas
cosas que signifiquen una centralidad humanista, de manera de construir una
Humanidad más justa, más libre, más fraterna, más inteligente y más espiritual.
Por lo tanto, es también un proyecto de renovación masónica. Y es sobre estas
bases que integra a nuevos miembros: unidad para impulsar un proyecto, unidad
para la renovación masónica.
Este proyecto encara los tres aspectos del trabajo masónico
como una totalidad: el iniciático, el intelectual, y el cívico, concibiendo un
accionar masónico en todos los terrenos de la vida humana, desde el espiritual,
pasando por el conocimiento para llegar a la liberación personal, social y
humana en su más amplia acepción.
Estamos frente a la posibilidad cierta de construir una
nueva civilización humana, como una utopía realizable. Estudiar el presente
debe servirnos para desgajar ciertas enseñanzas, que nos permitan avanzar hacia
ese futuro deseable; aun sabiendo que también puede ocurrir lo peor, pero que
si no nos resistimos a lo peor, tampoco habrá futuro humano vivible. Se trata
entonces, para los masones de progreso de hoy, de comenzar a construir la
civilización del futuro. Esta es la gran misión de la masonería de progreso en
estos comienzos del siglo XXI. Esta, y no otra tarea, es una centralidad, y
todo otro tipo de acción masónica tendrá significación si ella va en el sentido
y se articula con este objetivo superior. Es la gran tarea que una entidad como
CIMAS debe liderar para nuestro continente.
Es entonces en este contexto que toman toda su dimensión la
Declaración de Principios de CIMAS, pues ella es una guía fundamental para el
pensamiento masónico y para inspirar nuestro accionar.
Sin embargo, es necesario también pasar revista a nuestras
debilidades, pues, un proyecto de renovación masónica y de construcción del
futuro necesita ver cuáles son las cosas que debemos cambiar, porque justamente
eliminando nuestras debilidades y potenciando nuestras fortalezas es que
estaremos más aptos para hacer frente a esa inmensa como desafiante tarea.
Por supuesto, que frente a estos casos, hay que delinear las
grandes tendencias, y muchas veces pasa por alto los detalles o matices. Pero,
el hecho de ver las grandes tendencias también tiene la ventaja de hacer
resaltar lo principal y no quedarnos justificados en lo accesorio.
Mucho se ha hablado y debatido, que la masonería universal
se encuentra en un fuerte proceso de cambio. En alguna oportunidad hemos dicho
que ese proceso es similar al ocurrido a principios del siglo 18. En aquel
momento había una masonería que estaba declinando lentamente, pues la época le
estaba pasando por arriba y ella tenía enormes dificultades de adaptación. Y la
época hizo surgir una nueva masonería que ya anidaba en la antigua entre los
“masones aceptados”, en la última mitad del siglo 17, y que fue la protagonista
de los cambios ocurridos en Londres en 1717 con la aparición de la masonería moderna.
No deseo abundar, pues no está cabalmente en los propósitos
de este trazado. Pero si delinear algunas de estas grandes tendencias que
frenan o impiden el despliegue de nuestra institución, en particular para
ponerla de cara al futuro. Y lo hago de manera aleatoria, sin jerarquizar una
lista.
1) Hace más de 60 años que no hay nada relevante que
provenga de iniciativa masónica a nivel universal. Lo último fue de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo el mundo ha cambiado
dramáticamente. Por ejemplo, hay una gran incomodidad masónica para hacer
frente a los temas de la gobernanza mundial, y más aún, hablar de un gobierno
mundial.
2) Los ideales éticos de la masonería, como la solidaridad,
la dignidad de las personas, la tolerancia, la beneficencia, la libertad de
conciencia, etc. hoy en general, han sido tomados por las sociedades democráticas
occidentales, y son una aspiración en muchos lugares del mundo. Aún hay
combates inspirados en esos ideales. Es bueno que la masonería los recuerde y
sea una especie de conciencia ética. Pero, mientras tanto, nuevos problemas han
surgido, y no hay una respuesta desde nuestra Institución, y son raras las
preocupaciones institucionales al respecto.
Solo para mención, tenemos la ingeniería genética, la
neurobiología, la clonación, la manipulación de células madres, los organismos
cibernéticos, la inteligencia artificial y la robótica con capacidad autónoma
de decisión...tantos elementos que necesitarían de una puesta al día ética de
nuestra institución, pero que se hace esperar.
3) La masonería se ha preocupado esencialmente del lugar del
ser humano en la sociedad, y ha trabajado enormemente por colocarlo en un sitio
de dignidad, tanto en el campo de los derechos políticos como sociales. Muchos
masones remarcables han entregado lo mejor de sí por la defensa y promoción de
las personas. Sin embargo, hoy nuevas problemáticas ponen al ser humano como un
elemento de la naturaleza, un elemento en un sistema universal. Entonces tenemos
las dimensiones climatológicas, ambientales, la biodiversidad, los temas
energéticos, la superpoblación, la sustentabilidad de la vida en el planeta.
Los modelos de desarrollo. Tantas cosas, cuyos estudios aun balbucean en
nuestra institución, sin que se les tome como temas centrales.
4) El tema de la mujer. No voy a ahondar, pero es
insoportable que hoy, en pleno siglo XXI los masones sigan debatiendo acerca
del carácter iniciable o no de la mujer, si debe o no integrar la institución
masónica y en qué carácter, si entre mujeres, o mixto, si hay o no visitas,
etc. ¡Qué gasto de energía absolutamente inconducente y que falta de respeto a
los derechos humanos!
En realidad frente a esos cuestionamientos y debates, muchas
veces me pregunto si la masonería aún tiene un futuro posible...
5) La espiritualidad cristalizada. La masonería tradicional
avanzó en su descatolización, incluso descristianización a través de la fórmula
Gran Arquitecto del Universo, que era solo un subterfugio simbólico para
religar los partidarios de los cultos monoteístas. Hoy el mundo avanza a una
espiritualidad felizmente plural, y en muchos casos sin dioses. Hoy las
personas descubren fuentes espirituales diversas no necesariamente ligadas a un
culto o religión positiva. Incluso la inmensa mayoría de las personas están de
acuerdo que existe una espiritualidad atea, y que la espiritualidad no está de
ninguna manera atada a una religión. Sin embargo una buena parte de la
masonería se cree capacitada para dictar condicionamientos al respecto, y en
vez de abrirse a la espiritualidad plural, fuente de enorme riqueza, se cierra
en una concepción estrecha, cristalizada y sin ningún porvenir, porque la vida
pasa por otro lado.
6) Y, una situación institucional preocupante: fragmentación
excesiva, la cada vez menor retención de miembros, la falta de estudio en las
logias y en las obediencias, el encierro místico, la transformación de las
logias en clubes de amigos o de negocios, etc. La cada vez mayor distancia
entre la masonería y la academia: cada vez son menos los intelectuales que
están en nuestras columnas, lo mismo que los miembros del sistema político. Y
está empezando a pasar asimismo con los miembros del sistema asociativo civil,
que hacen cada vez menor el nexo entre ambos sistemas. Y con esto, lo que digo
es que estamos quedando sin correas de trasmisión entre los ideales de nuestro Templo
y la Sociedad. Nos estamos encerrando cada vez más, y esto nos aleja naturalmente
del mundo al cual debemos construir. Y todo esto sin mencionar las famosas
regularidades masónicas a lo que se suma ahora el llamado de la masonería
inglesa a protagonizar una guerra contra la llamada irregularidad. Un absurdo.
Este panorama, entonces, es el que representa las
debilidades actuales de nuestra Institución. Esto no quiere decir que aquí,
allá, y más allá aun, no se hagan cosas muy interesantes, que se convoquen
reflexiones altamente removedores y no complacientes. Hay un inconformismo en
nuestra institución que se desarrolla de manera muy masónica, con franqueza, en
el respeto y en la fraternidad, pero que desea avanzar contra las fuerzas del
bloqueo y del statu quo. En lo que aún tenemos déficit es en poner en tensión y
en conexión esas iniciativas, esa manera de mirar lejos, con amplitud y altura
los nuevos horizontes humanos, para ahora si poner en tensión la visión hacia
el futuro.
Y ahora bien, volviendo al presente, ¿qué hacer en el aquí y
ahora? ¿Qué cosas podemos hacer, para
avanzar en esa dirección? Inspirados justamente en nuestros Principios
Fundamentales de CIMAS, es que voy a dar una lista sin orden jerárquicos ni
temporales. Solo cosas sobre las cuales podemos y debemos insistir y poner
nuestro empeño en defender donde sea atacada y realizar donde se pueda, porque
ellas son justamente las portadoras de futuro:
1) Potenciar los
ideales democráticos y republicanos. Estos ideales serán vapuleados y
posiblemente debilitados, incluso de manera extrema. Pero son una aspiración
universal. Hay que potenciar esta aspiración. No hay mejor manera que trabajar
para el futuro que trabajar por la sustentabilidad de la democracia. No hay
mejor manera que reforzar la democracia que inspirar ideales republicanos.
2) La laicidad. Es el
complemento necesario para que se potencie la idea de la democracia. La
democracia podrá ser útil a la humanidad, si es laica, es decir, si no está
comprometida con ninguno de los poderes ideológicos o religiosos del mundo;
sino no sería democracia. La gobernanza mundial es cada vez más una necesidad.
De esto se habla poco, pero lo saben todos. Por ello cada quien intenta desde
ahora, ubicarse en ese panorama de futuro. Al continuar trabajando a favor de
los ideales laicos, estamos trabajando por una gobernanza mundial neutral de
las influencias dogmáticas.
3) La definición y la
búsqueda del bien común universal: Para la lógica del mercado, no hay nada
que no sea posible transformar en una mercancía sometida a un precio y un
beneficio. Potenciar algunas ideas, como por ejemplo que el aire, el Espacio,
la Antártida, el Amazonas, la Tierra, el agua y la enseñanza básica, son bienes
comunes y que no deben aplicarse a ellos la lógica mercantil, e intentar hacerlo
conciencia pública, es una manera muy importante de luchar contra el
desbocamiento de la lógica mercantil, y por un desarrollo sustentable.
4) Explorar el
desarrollo de una economía que escape a las lógicas del mercado y del lucro.
Hay muchas formas de crear conciencia de que es posible trabajar y desarrollar
un sistema de vida altruista, sin caer en la lógica mercantil estrecha. Por
ejemplo: estimulando los sistemas de microcrédito entre particulares cooperativizados.
Estimulando los sistemas de trueque. Desarrollando las compras mayoristas
cooperativas. Fomentando sistemas comunitarios de vida. Generar en donde sea
posible una economía de la gratuidad basada en el interés general.
5) Generar conciencia
de la necesidad de una educación gratuita y de calidad durante ciertas
etapas de la vida a cargo de la comunidad, como un bien común.
6) Trabajar por la no
violencia y la paz mundial.
7) Crear conciencia
acerca de la necesidad de una gobernanza mundial. No puede haber
globalización mercantil sin globalización política. La primera arrasará la
segunda y se impondrá. Solo una gobernanza mundial democrática basada en el
interés general, podrá poner ciertas regulaciones a un mercado sin límites.
8) Trabajar por el
cuidado del medio ambiente, por evitar el cambio climático y por la
explotación económica sustentable de la tierra.
9) Desarrollar una
conciencia cosmopolita: el ser ciudadanos del mundo.
10) Formar hombres y
mujeres nuevos: que desarrollen el inconformismo contra lo que viene dado
como norma; la rebelión frente a lo ineluctable, la insolencia del optimismo
como moral, y la fraternidad humana como ambición y guía.
11) No perder el
sentido de la memoria histórica: trasmitir valores, trasmitir ejemplos de
la historia que nos ha hecho grandes como humanos.
12) Luchas contra la
alienación y cosificación humana: enseñar, trasmitir y practicar que lo
único que valoramos son los seres humanos y que ellos tienen un valor
intrínseco por ese solo hecho de ser una persona.
13) Propagar la
noción de que el amor por el otro, y entonces por sí mismo, es la condición
necesaria para la supervivencia humana.
14) Desarrollar ONG's
que puedan ocuparse de manera altruista de resolver los problemas que el
mercado no puede resolver, situándose entre un servicio público burocrático e
ineficiente y muchas veces corrupto, y el servicio privado movido por el lucro.
Y por último, desarrollar un espíritu de resistencia que nos permita hacer
frente a todas las opresiones, en el espíritu del libro “Indignaos!” de
Stephane Hessel.
La Masonería de Progreso que nosotros representamos, cuyos
fundamentos están contenidos en la Declaración de Principios de CIMAS, tiene
suficientes valores a desarrollar como para trabajar para un mundo diferente,
sabiendo que ese otro mundo es posible, sí, pero a condición de que trabajemos
por ello.
Y justamente, esto consiste en trabajar para desarrollar la
existencia de hombres y mujeres que a partir de la iniciación, devengan
ciudadanos conscientes de su rol, con conocimientos, e implicados en la construcción
de su comunidad de pertenencia, pero con una visión global que los comprometa con
la construcción de la humanidad.
Una tarea primordial para los masones de hoy, hacia ellos
mismos y hacia la sociedad, es formar, construir y educar a este nuevo individuo,
abierto al mundo, para que él devenga un sujeto consciente de la construcción
de la nueva civilización humana.
Nuevos impactos nos irá reservando la vida en sociedad, la
local, la nacional y la global, hoy todas absolutamente interconectadas, en la
medida que el cambio global se vaya desarrollando. Mantener la democracia
esencial, hoy más que nunca necesita y necesitará, para su supervivencia, de
ciudadanos activos, no solamente informados, sino con capacidad de traducir esa
información y hacerla inteligible, también capaz de actuar en la vida colectiva
de la comunidad, sea política o asociativa, local, nacional y/o global. Cada
vez más, la ciudadanía tendrá varias dimensiones, en la medida de la
complejidad general.
Por ello nuestro acento debe estar en promover un proceso
fuerte de construcción, individual y colectivo. Hay que impulsar un desarrollo
en las ideas y los valores que serán las bases subjetivas y afectivas de los comportamientos
sociales, empezando por la tolerancia y la solidaridad, pero ampliándolo a las
nuevas realidades y sorpresas que el nuevo mundo nos deparará. Hay que potenciar los ideales y los
fundamentos democráticos y republicanos, para que todos los miembros de una
comunidad tengan los conocimientos y las posibilidades de participación. Es
decir, tenemos una inmensa tarea por delante, en una época difícil,
caracterizada por el estímulo al repliegue sobre la vida privada y el consumo
desorbitado, y el abandono de la cosa pública en manos de tecnócratas,
demagogos, incompetentes o corruptos.
El futuro está en nuestras manos, y él nos pertenecerá a
condición de que hagamos algo por él. No es desde el aislamiento en la
comodidad aparente de nuestras logias que podremos protagonizar la
transformación. Si esperamos que sean otros los que lo hagan, y no hacemos nada
nosotros, ya sabemos lo que ha de suceder. Y compartiremos las
responsabilidades.