Algunas veces,
los domingos en la tarde,
me agarra de golpe una tristeza.
No se anuncia, no me avisa, no me advierte.
Sólo llega y se acomoda
en el vacío que dejaron
tristezas que antes
en mi vivieron.
En medio del desespero
emborrono poemas, arrugo papeles
pinto de negro cuadros viejos,
como si acaso entre tachones
pudiera sacar esto, que se me mete dentro.
Entonces vienes y me llamas
a una cama en la que compartes
almohada, lecho y cobijo.
Te recuestas en mi pecho.
Con voz queda le dices que se vaya,
que me deje.
Allí estás tú,
desnuda de vestido,
y de brillante armadura.
Tristeza y tu pelean mientras yo me duermo.
Despierto luego...
aliso los papeles, pinto cuadros nuevos, escribo este poema.
¿Entenderás, algún día,
lo tanto que te quiero?