Revista América Latina

Algunos de los temas que se deben discutir en el IV Congreso del PSUV.

Publicado el 15 julio 2018 por Jmartoranoster

Juan Martorano

Hace algún tiempo, en una conversación entrevista con un camarada que es comunicador de la emisora comunitaria Unare 106.1 FM de mi querida Ciudad Guayana, me expresó que le gustaría leer mis aportes para el venidero Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que ya comenzó su etapa de celebración. Y estas líneas pretenden dar respuesta a esa solicitud que ese compañero me ha formulado. Realmente y respondiendo a esa inquietud, se trata de la retoma de algunos apuntes formulados en artículos anteriores, los cuales creo oportunos volverlos a divulgar, dado el momento histórico y político por el que afronta actualmente el país. El complejo momento que vive Venezuela no se puede ver divorciado de la geopolítica internacional. El siglo 21 colocó a la América del Sur y al Caribe como la vanguardia del mundo. Mientras en el resto de los países se debatía sobre largos períodos de recesión, bombardeaba sobre las necesidades materiales, se daba el fenómeno de la paralización de la inteligencia colectiva, en América Latina, y de la mano de liderazgos como el de Chávez, Lula, Kirchner, comenzábamos este siglo con mucho brío y mucha fuerza, con esperanza y mucha creatividad. Irrumpimos el siglo XXI con fórmulas post neoliberales de producir y distribuir la riqueza y de ampliar los derechos sociales. Durante los años 2000, 2005, 2010, 2013, 2014 nuestra Patria Grande avanzó notablemente: En participación, en democratización de las decisiones públicas, reducción de la pobreza, ampliación de la igualdad, entre otras conquistas. No obstante, y a partir del año 2015, comenzamos a observar una especie de freno, ciertos procesos comenzaron a detenerse y a afrontar problemas y complejidades: primero problemas sociales, luego problemas económicos y posteriormente derrotas políticas. Evidentemente y producto de la coyuntura, el programa político de lo realizado en nuestros países durante la década de 2006 a 2017 ha cambiado drásticamente. Esfuerzos colectivos por avanzar como CELAC, UNASUR y MERCOSUR comenzaron a ralentizarse, a estancarse. Actores vinculados al viejo coro neoliberal recuperan espacios de poder, y se presentan retrocesos y reciclan sus discursos de “fin de la historia” ahora con el de “fin de ciclo” o “fin de las narrativas de gobiernos progresistas y revolucionarios”. Hay una pregunta fundamental en todo esto, y tiene que ver con el ¿Por qué retrocedemos? Y es así porque si entendemos las causas del retroceso, podremos corregir. Es lo que en su momento Chávez llamó “El Golpe de Timón”, y si aplicamos las máximas hegelianas, explicar es una forma de superar. Evidentemente, y como una primera causa de este retroceso tiene que ver con la crisis económica del capitalismo a nivel mundial. No olvidemos que fue la crisis económica el detonante de la emergencia de los gobiernos revolucionarios y progresistas y de movimientos sociales de América del Sur y el Caribe en el período comprendido de 1998 al 2001. Importante es recordar que vino una crisis que restó la capacidad de gestión económica, que desinfló las ilusiones de cambio y de bienestar que habían ofertado los gobiernos neoliberales durante la década de los 80 y 90 del siglo pasado. Sin duda que esta crisis creó un vacío político que debilitó las creencias dominantes de bienestar y de progreso, las ilusiones en base a la privatización del mundo y a la globalización y ese debilitamiento producido por una crisis económica fue lo que hizo que emergieran los movimientos sociales, las movilizaciones, los sindicatos, los barrios movilizados para plantearse un nuevo discurso y nuevas narrativas. Algo parecido está pasando en estos momentos, pero en otras circunstancias. Los precios de los productos, productos de exportación, materias primas, tuvieron una drástica caída. El petróleo, que en el año 2014 se vendía a 100 dólares, en 2015 pasó a venderse en 25. Actualmente se ha estabilizado entre los 65 a 70 dólares, pero este detalle significó una caída de los ingresos en más de un 70% en países como Ecuador, Brasil y Venezuela muy drástica y dura. La caída de los precios del petróleo hace que la economía mundial se contraiga. A mayor dinámica de la economía mundial, jalada por China, por la India, mayor consumo de combustibles e incremento de los precios del petróleo. Cuando el precio del petróleo cae, significa que la economía mundial se ralentiza, ya que China, India, algunos países asiáticos y europeos ralentizan su propia economía y por lo tanto se reduce la capacidad de gasto, y al reducirse la capacidad de gasto, se reduce la capacidad de compra. En el caso venezolano, este ha sido uno de los elementos que se ha traducido en la merma de las importaciones de alimentos y medicinas, además del boicot y el bloqueo de las potencias mundiales. Es decir, una reducción de los volúmenes de exportación en esta crisis económica del capitalismo mundial. Pero, aquí cabrían las siguientes preguntas: ¿Qué hicimos como gobierno para prepararnos para estas fluctuaciones económicas? ¿Qué se hizo para poder enfrentar estas crisis económicas? Un gobierno que se precie de ser progresista y revolucionario tiene que tener la capacidad de prever y de planificar a mediano y largo plazo para poder soportar estas fluctuaciones transicionales. Un gobierno debe tener la capacidad de prever que los ciclos y los flujos de los precios pueden afectar los ingresos de nuestros países. Porque si no tenemos esa capacidad de prever, ponemos en riesgo la redistribución de la riqueza, la reducción de la pobreza y los logros y las conquistas sociales. Debemos reconocer, autocríticamente, que no le dimos la importancia a la gestión económica que esta se merece. Desde el punto de vista de la reflexión entre revolucionarios y revolucionarias, que nos hemos acostumbrado a estar siempre en la oposición, y que nos pasamos la vida en oposición y lucha, en las barricadas, en la resistencia, tomamos muy en cuenta el discurso, la movilización, la organización, las propuestas, el programa, la articulación, las propuestas movilizadoras de cara a la sociedad; pero cuando llegamos al gobierno, sin duda sigue importando la movilización y el discurso, pero adquiere importancia para un gobierno revolucionario y progresista la gestión económica. Sin una buena gestión económica que garantice un ingreso mínimo en procesos crecientes de redistribución de la riqueza, pues la legitimidad de un gobierno revolucionario se pone en cuestionamiento. Y esto es así, porque compañeros y compañeras con conciencia, organizadas y organizados, que salen a las marchas y dejan el pellejo por la revolución, que vota por la revolución; luego va a su casa a confrontar con la realidad de sus hijos e hijas, pagar el alquiler de su casa, planificar la educación de los chamos, la atención médica, es decir, la confrontación con la vida práctica, ya no con la vida heroica ni épica de la gran movilización sino con la vida continua, necesaria, con la cotidianidad. Ahí es en donde tiene que ponerse a prueba el gobierno revolucionario. Sin duda que es importante y decisivo el tema de la gestión económica y el de la redistribución de la riqueza para un gobierno progresista y revolucionario. Algunos reprodujeron las estructuras fundamentales de la economía cuando lo que se requiere en realidad es transformar sus estructuras fundamentales. Para garantizar procesos de igualdad y justicia internamente, pero a la vez procesos de blindaje a las fluctuaciones de la economía y de los precios internacionales de las materias primas. Es distinto para un gobierno de derecha cuando reduce salarios porque le acompañan todos los medios de comunicación, y los organismos internacionales salen a justificar que “son parte de los ajustes necesarios para estabilizar el país”; pero cuando un gobierno revolucionario no puede incrementar salarios, tiene a toda la parafernalia de los medios internacionales en contra acusándolo de ineficiente, incapaz, derrochador. Esa es la adversidad que debemos remontar y estar preparados. La economía será la fuente de legitimidad cotidiana de un gobierno revolucionario y es la principal tarea que debe asumir: Transformar la economía, garantizar mercado interno, ampliar procesos de producción y con él, ampliar procesos de distribución de la riqueza. Por ello, una de los temas en este Congreso del PSUV tiene que ver con la gestión económica del Gobierno Bolivariano. Una de las segundas causas de este eventual “retroceso” de los logros y conquistas y de los gobiernos progresistas y revolucionarios tiene que ver con lo que algunos denominan el “núcleo hegemónico e irradiación”. Un gobierno progresista y revolucionario emerge de las clases populares ( obreros, campesinos, estudiantes, indígenas, clases medias pobres, grupo de clase nacional- popular o bloque de clases populares) pero su fuerza de masa, para volverse hegemónica, articuladora y movimiento nacional tiene que articular con otras clases (clase media, articular y subordinar a sectores empresariales locales) enfrentar, dialogar o convivir con la inversión extranjera, es decir, tiene que tener la capacidad de irradiar hacia otras clases, pero sin dejar el núcleo duro popular para no quedar desarticulado de otras clases sociales que pudieran ser nucleadas por la propuesta conservadora. Atrincherarse protege el núcleo básico, pero deja abandonado a otros sectores que serán el caldo de cultivo de la reconstrucción y reconstitución conservadora. Pero si te amplias demasiado, si priorizas la irradiación hegemónica olvidando y descuidando tu núcleo articulador popular, acabarás siendo abrazado, felicitado y agradecido por los otros sectores no populares. Harás hegemonía, pero a costa de haber perdido tú base social de apoyo. Es por ello, que sin duda no podemos descuidar ni abandonar a las otras fuerzas sociales, debemos mantener hegemonía, pero no debemos confiarnos de ellas. Hay que incorporarlos, jalarlos, desorganizarlos, incorporarlos, derrotarlos, dividirlos e incorporarlos, pero sin confiarnos de ellos. Porque se confío en los aliados, se descuidó la base, y al final, cuando hay problemas, la base, que está molesta, y los “aliados”, dan la espalda y dejan a los líderes solos. Ahí están los ejemplos de Paraguay, Argentina y Brasil, por sólo nombrar algunos casos. Este tema también debe incluirse en la discusión del partido. El otro tema tiene que ver con la lucha cultural. La narrativa neoliberal se desdibujaba, frente a la narrativa de un país más pobre, de una concentración abusiva y obscena de la riqueza en pocas manos, y en medio de ello, surgieron ideas, propuestas. Ideas- fuerza que se apoderará del imaginario colectivo, despertaron un horizonte, un principio de esperanza sobre la cual la gente se articuló. No puede haber victoria política sin que previamente haya una victoria cultural, simbólica, sin nuevo sentido común que emerja y germine en el barrio, el ama de casa, el estudiante, el obrero, el profesional. La victoria cultural permite una predisposición electiva de las masas para formar un bloque histórico que pueda obtener victorias políticas que instaure gobiernos revolucionarios y progresistas, pero sobre todo, que los pueda mantener en el poder. En estos momentos, autocríticamente debemos reconocer que descuidamos la lucha cultural, priorizamos las decisiones administrativas, pero descuidamos los espacios de debate sindical, los espacios de la academia, los espacios de debate comunitario. Fueron abandonados, fueron debilitados por la ultra concentración de las decisiones en el ámbito estatal. Incluso compañeros y compañeras que se desempeñaban en la academia o el sindicato pasaron al campo de la gestión política, a la gestión estatal, desguarneciendo el sindicato, el medio de comunicación, la batalla cultural y el modo y método de trabajo con las masas. A la larga, esto nos lo van a cobrar también porque la derecha sobre ese descuido nuestro es que ha comenzado a anidar discurso, porque sobre ese descuido de los espacios de la lucha cultural, que le dimos preeminencia a la lucha político- electoral, la derecha aprendió de sus derrotas y comenzó a articularse. Para ellos es más fácil esto. El revolucionario y la revolucionaria debe instaurar un nuevo principio de orden cultural, un nuevo principio de orden simbólico. La derecha simplemente debe desempolvar el viejo principio de orden sedimentado durante décadas en el alma y la conciencia popular. Para ella es más fácil y más rápido. La derecha es gramcsiana , ha aprendido de sus derrotas y ha comenzado a utilizar los espacios culturales. Hemos mejorado las condiciones de vida de las personas en muchas partes de nuestros países. Hay un aumento de la clase media, ha disminuido la pobreza, pero es una clase media despolitizada o con un sedimento politizado conservador que es lo que hemos heredado durante siglos en nuestras almas y en nuestros cuerpos. Este es un error que no podemos seguir cometiendo. Ha de ser posible la transformación política, hemos de poder estabilizarnos e irradiar los procesos revolucionarios en la medida en que nunca descuidemos las luchas culturales previas a las victorias políticas, después de la victoria política, para nuevas victorias políticas, para nuevas transformaciones. Un descuido en ese escenario sería catastrófico. La política es el monopolio del sentido común porque las revoluciones emergen porque hay disponibilidades al nuevo sentido común, pero nunca olvidemos que el nuevo sentido común revolucionario tiene que horadar, perforar, combatir cada día, años, décadas, en algunos casos siglos contra un conjunto de prejuicios anidados en el pre consciente del ser humano, lo que Durkheim llamaba los preceptos morales y lógicos con los que diariamente ordenamos la vida en el mundo. No es un tema de leer textos ni de conciencia sino de transformar el mundo pre consciente de la sociedad, sino nuestra victoria será efímera, puede ser reversible como ha venido sucediendo en algunos países de América Latina. También debemos referirnos al patrimonio moral de algunos dirigentes en la actual coyuntura. Cuando las clases populares como bloque popular logra irrumpir en la sociedad. ¿Cómo lo hace? ¿Cuál es su riqueza? ¿Dónde radica su poderío? En su cantidad. Pero ese número no tiene sustancia agregadora, no tiene cemento unificador en sí mismo porque es una suma de individuos. Su cemento es su fuerza moral, su honestidad, su transparencia, su humildad, su pobreza, su incorruptibilidad. Ese es el símbolo que convierte el discurso en horizonte, que convierte la propuesta lanzada al aire en esperanza. La fuerza moral del líder, del dirigente, y no puede ser que esta fuerza moral se le destruya en la gestión de gobierno. Eso sería un crimen porque peor que una derrota política sería una derrota moral. Y es peor porque la derrota moral no las inflige el adversario, porque el adversario es corrupto, ladrón, destruye los países y entrega lo público a unas cuantas personas. Pero la derrota moral nos la infligimos nosotros mismos cuando caemos en las garras de la corrupción y del uso mal habido de los dineros públicos. No podemos hipotecar el destino de millones de personas por el interés privado. Pudiera pensarse que es parte de una justicia histórica, los pobres tanto tiempo sumidos en la pobreza, estando en gestión de gobierno, pueden sentirse tentados de poder administrar o usar los recursos del Estado de manera personal. Sociológicamente se pudiera hablar de una especie de resarcimiento histórico de los pueblos, pero políticamente es inconveniente porque te desarma, te corroe, te destruye. Un gobierno progresista y revolucionario tiene que ser a prueba, tiene que llevar adelante a Robespierre. Si no tenemos la fuerza moral ¿Dónde radicará entonces nuestro poder? No podemos hacer recaer nuestro poder en el dinero que manejamos, en la parentela que promovemos, en los negociados que justificamos. Si hacemos eso, habremos perdido, podremos ser gobernantes unos meses, pero habremos perdido políticamente y llevaremos a nuestra sociedad a una derrota generacional. La humildad, la sencillez y la incorruptibilidad deben ser la fuente de nuestra fortaleza. Por último, hay que referirse a la lentitud de estructuras continentales y mecanismos de integración que neutralicen las instituciones internacionales creadas por el capitalismo para ejercer el control del mundo. En estos últimos tiempos, hemos visto a gobiernos apoyarse los unos a los otros. En ese contexto surgió UNASUR, la CELAC, estructuras continentales que hablan de la unidad suramericana y caribeña. Durante un buen tiempo actuamos en un solo bloque. Avanzamos en acercamientos gubernamentales y políticos, pero autocríticamente debemos reconocer que hemos tardado en construir mecanismos de articulación económica. Y es en ese sentido que, más temprano que tarde, mecanismos como el pago de la deuda, transferencias de tecnología, de acceso a créditos, de precios de mercados, a la larga nos asfixian, nos encierran, nos debilitan y ponen en riesgo nuestros procesos revolucionarios. Y es en ese sentido que cada país por separado, acude de manera desesperada a los mecanismos de Europa, de Estados Unidos y de otros continentes porque en nuestra región no logramos construir con la velocidad requerida estos procesos de integración. Debemos ir hacia un Estado Continental Plurinacional. Pese a la voluntad política, nos mantenemos a una dependencia económica, tecnológica. En la medida en que no convertimos al continente en su principal pivote de apoyo, acudimos a mecanismos de países de otros continentes que de manera sistemática y perniciosa y nos vuelvan paulatinamente a someter a relaciones de subordinación. No podemos achacar las derrotas solo porque el enemigo es malo y perverso, dañino, malvado, sanguinario. Pero nosotros sabemos que el enemigo es así, pero cuando demos un paso, debemos estar preparados para afrontar la adversidad y para enfrentar esa maldad, para esa agresividad, debemos ser irrompibles, ser tolerables. Hay una ofensiva conservadora, hay un ataque de fuerzas imperiales, por fuerzas asociadas al capital planetario, pero también debemos asumir que hemos cometido algún tipo de errores, porque no hemos sabido prever, porque no hemos sabido defender ciertas cosas, no hemos acelerado ciertos procesos o porque internamente nos hemos confundido o internamente nos hemos dividido. Es importante que tengamos claro que este oleaje en retroceso es posible revertirlo, teniendo claro que esto va a depender de la convergencia de circunstancias extraordinarias que pueden suceder en un mes, en un año, en cinco años. Esta es la parte que no sabemos. Pero cuando vuelva esa oleada no cometeremos el error de descuidar la economía, ni de dejar a nuestro núcleo social de apoyo, de dejar la batalla cultural. Hay que luchar, la derecha, las fuerzas conservadoras su horizonte es reciclar el pasado, solo hacen una réplica cotidiana de los “muertos vivientes”. A diferencia de la etapa neoliberal que emergió como un horizonte que despertó expectativas a nivel mundial, hoy el neoliberalismo se presenta como un proyecto cansado, aburrido, agotado, descolorido en el mundo. No es un proyecto que articule la esperanza, la emoción, los sacrificios del pueblo. Debemos luchar siempre. Y estas algunas ideas para el Congreso de nuestro PSUV. ¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen! ¡Independencia y Patria Socialista! ¡Viviremos y Venceremos! ¡Hasta la Victoria Siempre! Abogado, Activista por los Derechos Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas (RENTSOC).

  [email protected]       @juanmartorano

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