Por lo que atañe estrictamente al tema que nos incumbe, pasaremos de puntillas por la supuesta fundación de Toledo nada menos que por Hércules (quien se dice que levantó las primeras piedras del Alcázar o a quien se le atribuyen las famosas cuevas bajo la iglesia de San Ginés) y tampoco nos detendremos en la disparatada atribución de ser la patria chica de san Tirso (mártir cristiano del s. III, un despropósito solo «documentado» en los cronicones del padre Román de la Higuera o su continuador Antonio de Quintanadueñas, aunque su culto aparezca consignado en el santoral mozárabe).
De este modo, hasta donde sabemos la presencia de griegos o bizantinos en el Toledo visigodo no pasan de ser meras conjeturas .
Luis Hurtado de Toledo, párroco de San Vicente y encargado de responder al celebérrimo cuestionario ordenado hacer por Felipe II en toda Castilla, no le duelen prendas al asegurar, a fines del siglo XVI, que Ferecio Grecio fue el fundador de Toledo, quien amansó a la mítica serpiente e inventó las albóndigas (carne picada con especias y huevo), aparte de asegurar que «es compuesta la lengua de Toledo de las naciones que en ella habitaron mayormente de griegos y godos».
Todo era poco para apuntalar la rancia solera de la ciudad y bruñir su gloriosa antigüedad, acudiendo para ello a los pueblos más prestigiosos del pasado, como eran griegos y godos, dentro de una espiral de disparates con visos eruditos en que se intentaba preservar la primacía de Toledo entre las urbes hispanas.
En paralelo, determinados linajes se vieron envueltos en esta carrera por prevalecer sobre los demás y modular a su favor la memoria colectiva .
En esta senda, algunas genealogías (re)creadas a fines del Medievo sostuvieron sin empacho que el apellido Toledo provenía de un ilustre caballero bizantino de sangre real que intervino en la reconquista de la antigua urbs regia visigoda, pues «Hizo tanto ruido en el mundo la toma de Toledo que vinieron de todas partes grandes señores, entre ellos vino de Constantinopla un hijo de el emperador de los griegos llamado el conde don Pedro, y de el descienden los de el apellido de Toledo y don Esteban Illan» .
Esta leyenda familiar apócrifa20, creída a pies juntillas en la Ciudad Imperial, no fue desmontada hasta inicios del siglo XVII, para más inri por un linajudo tan poco amigo de descartar patrañas como fue el granadino Blas de Salazar, quien apunta en una obra consagrada a mayor honra de los Zapata, condes de Cedillo, lo siguiente:
«los Albarez de Toledo son los del duque de Alba, condes de Oropesa, marqueses de Villafranca, quieren ser descendientes de el conde don Pedro, que fue muy señalado en la conquista de Toledo, diçiendo era de los Paleologos emperadores de Grezia, mas ni puede ser ni esta bien porque Miguel Paleologo primero de este linage, tiraniço el ymperio matando al emperador Joan Lascaro su pupilo mas de ziento y setenta y çinco años despues que se gano Toledo» .
Desde luego, otros más cualificados que yo han rastreado la colonia griega en la Toledo del Greco, desde la obra pionera de Borja San Román a los estudios más actuales del helenista Juan Gil Fernández , entre otros. Sin embargo creo que algo puedo aportar a este lugar común en la historiografía de la última centuria.
LOS GRIEGOS EN TOLEDO ANTES DE EL GRECO.
En los umbrales de la Modernidad el primer greciano o egipciano, es decir un gitano supuestamente oriundo de Egipto Menor, nombre antiguo del Peloponeso, que recaló por Toledo fue un conde de gitanos o caudillo itinerante que acampó con una cuadrilla de calés extramuros de Toledo hacia 1493, despertando el recelo de los lugareños.
Recordemos que, poco después, termina la mítica edad dorada de los gitanos españoles, cuando aún se les respeta, despiertan fascinación o, al menos, se les teme25.
Así, la pragmática de los Reyes Católicos de 1499 permitía el asesinato de los gitanos que errasen en grupo por los caminos por cualquiera que se topase con ellos para acabar con sus merodeos26 . Indudablemente, este odio feroz hacia los gitanos no era exclusivo de España.
Una leyenda balcánica los hace forjadores (o ladrones) de los clavos de la Santa Cruz donde se inmoló a Cristo, motivo más que suficiente para ser condenados a deambular por el mundo como almas en pena. En esta senda, un autor patrio, el cronista dominico fray Juan de la Puente (OP.) escribió que tales personajes acompañaron a Hércules a España para robar los ganados a Gerión, por lo cual deduce «que fueron los primeros ladrones que huvo en estos Reynos»; en tanto que el conocido canónigo toledano Pedro Salazar de Mendoza, algo más salomónico, tercia en esta polémica con su propio memorial antigitano, escribiendo que «ellos por tradición de sus mayores, dicen y publican que algunos son de Egipto y otros de Grecia; y así se llaman grecianos o egipcianos. Los grecianos, por la mayor parte son herreros y usan más del engañar con palabras y embelecos que con hurtos.
Los egipcianos son holgazanes y amigos de andar a caballo, y usan mas de hurtar que los engaños y embustes» .
Lo cierto es que el franciscano llamado Simón Simeonis delata la presencia de gitanos en Creta en fecha tan temprana como 1322 y que, a inicios del siglo XV, ya se detectan gitanos en el Rosellón catalán.
Después, hacia 1435, fueron avistados en hábito de peregrino visitando la tumba del apóstol Santiago y en 1462 fueron agasajados por el condestable Lucas de Iranzo en Jaén. Décadas después, en 1539 se le obligó a sedentarizarse, bajo pena de seis años de galeras, aunque el impacto de esta medida fue nulo.
La segunda noticia más antigua que tenemos de la presencia de griegos en la Ciudad Imperial no es menos sorprendente. Data de 1538 y me ha puesto sobre su pista mi buen amigo Mariano García Ruipérez, verdadero oráculo de la historia de Toledo y sus gentes.
Su paso coincide con las Cortes celebradas en la Ciudad Imperial29. De esta manera, dos griegos, metidos en una campana, «entraron y salieron varias veces del fondo del Tajo ante la presencia del emperador Carlos V sin mojarse y sin extinguirse el fuego que llevaban en sus manos» .
Muy socorridos como espías o mediadores entre los turcos y los piratas berberiscos, la existencia en la Península Ibérica de griegos y cristianos orientales es investigada con celo por el tribunal de distrito del Santo Oficio toledano: fray Juan de Armenia fue investigado por la Inquisición de Toledo, quedando su causa suspensa (1559) y otro tanto ocurrió con el chipriota Paulo Patricio (1561).
Nada fuera de lo normal, ya que, por regla general, las gentes del Mediterráneo Oriental eran tenidos por poco fiables y demasiado tibios en materia de fe .
MIGUEL F. GÓMEZ VOZMEDIANO Académico Numerario
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2016/06/9.-Extranjeros-en-Toledo.-La-colonia-griega-y-del-Mediterr%C3%A1neo-Oriental-en-tiempos-de-El-Greco-por-Miguel-G%C3%B3mez-Vozmediano.pdf
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