Revista Cine

Aliados, mi esposa es una espía

Publicado el 25 noviembre 2016 por Cineenserio @cineenserio

¡Menudo revuelo ha montado Brad Pitt en Madrid con el estreno de su última película! El famoso director Robert Zemeckis vuelve a presentarnos otra vez en navidad, como el año pasado, su trabajo más reciente, una historia romántica de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial. En Aliados, el icónico actor queda prendado de una bella Marion Cotillard tras las líneas enemigas. Son dos agentes aliados que se conocen en una misión en Casablanca, un lugar que nos recuerda al clásico de 1942 de Michael Curtiz y que se enamorarán bajo el cielo y las estrellas de la ciudad marroquí. Un canadiense y una francesa que viven su peligroso amor fingiendo ser otras personas, enmascarando unos sentimientos que al final se revelan y se desatan llevándoselo todo por delante, como esa tormenta de arena que envuelve el coche en el desierto en una de las escenas más impactantes de todo el film. En Londres Max Vatan y Mariane Beauséjur deciden casarse y fruto de su amor nace una niña que colma a ambos de máxima felicidad. Por desgracia no todo serán buenas noticias. Después de un tiempo los superiores de Max sospechan que su esposa trabaja con los nazis lo que desembocará en una investigación con trágico final.

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El director norteamericano ha conseguido llevarnos desde el norte de África, en realidad se rodó en Fuerteventura y Las Palmas de Gran Canaria, hasta una Europa en plena guerra donde la sospecha y la traición se unen al miedo colectivo por los ataques enemigos. Ciudades como la capital inglesa son bombardeadas a menudo en un belicoso mundo donde el poder está en las armas y en la mentira o el engaño. Allí, entre aviones derribados y asaltos a cárceles con testigos borrachos, Max deberá resolver una duda que le corroe. Defenderá la inocencia de su mujer escapando con ella a su paraíso personal con forma de rancho o será el brazo ejecutor de un gobierno que no ve personas con sentimientos sino posibles traidores entre sus filas.

Noviembre se despide con un ejemplo de cine clásico norteamericano a color en donde hay un poquito de todo, acción y suspense en misiones casi suicidas, amor sin barreras a cuarenta grados en la sombra y buenas dosis de género bélico con banda sonora de alarmas y defensas antiaéreas. El héroe y galán sigue frecuentando fiestas y cafés, abarrotados de alemanes y franceses pero sin piano, sigue fumando como un carretero pero ya no lleva gabardina y sigue despidiéndose al lado de un avión que ahora puede y sabe pilotar. Su partenaire sabe sacarle partido a sus encantos y viste elegantemente o de calle según lo requiera la acción, una Ingrid Bergman moderna a la que no se le han encasquillado sus armas de mujer.

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Este señor Smith sabe idiomas y ya no sonríe ni ha superado su crisis matrimonial. Se ha quedado sin su señora Smith en la ficción y en la vida real, para su desgracia. Hay historias que traspasan la pantalla y ¡esta es una de ellas! Por suerte su caché sigue intacto tal y como se pudo comprobar en la Gran Vía madrileña. Económicamente no pasará apuros si sigue eligiendo otros Aliados como estos que sin ser la creme de la creme al menos entretienen al público que recuerda lejanamente la gran etapa de esplendor de Hollywood. Esta semana no creo que las reinas de España o las mareas negras le quiten el primer puesto en la taquilla. La Paramount sabe que hay todavía Brad Pitt para rato, en Casablanca, Londres o donde sea.


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