Revista Literatura

Alicia Genovese, En la laguna de Walden...

Por Griseldagarcia
Alicia Genovese, En la laguna de Walden...
Alicia Genovese

En la laguna de Walden,

sin conocer a Thoreau, nadé
entre el verde transparente
de sus aguas,
y en invierno con el aliento
contenido recorrí
la superficie helada,
de orilla a orilla.
Debajo del hielo los peces
lentos se movían,
pero yo entonces saltaba
continentes.
Leyendo a Thoreau, después,
volvió la laguna,
que había dejado atrás;
los guijarros de su bosque
iluminados por la Osa Mayor
y el murmullo de aquellos
hondos nadadores.
¿Saltarán aún, en primavera
Sr. Thoreau, los peces helados?
aquí emergen en la noche del Delta 
atraídos por los vértices
de la Cruz del Sur.
La misma Vía Láctea
sostiene las constelaciones antípodas
y estas cabañas vivientes,
familiares para usted, Sr. Thoreau,
donde los árboles golpean
con sus rama el techo
y el fuego desde la salamandra
suelta 
su savia olorosa. 
La misma ruda intemperie 
de las estrellas abiertas,
donde el calor
de unas palabras escritas
atraviesan lo oscuro,
y salta ese pez sin anzuelo
como en la desnudez del agua.


*-*

Me embarco hacia las islas

y con un cuchillo trazo un círculo
que me llena de privaciones;
el cuchillo es una metáfora
demasiado fuerte,
debí decir mi propio desierto
de silencio y ayuno.
Pero empiezan a escucharse
los sonidos más tenues:
soplidos entre las cañas,
dos gotas de lluvia
que justifican en mi oído
la necesidad de lejanía.

Un zahorí a tientas

percibe el agua
muy abajo,
entre el pedregullo
y las arenas subterráneas.
Su vara rabdomante
podría reconocer a muchos metros
la corriente sepultada.

Despertar a veces en las islas

con el convencimiento en la espalda
de la marea nocturna,
como si la columna vertebral
se transformara en vara de zahorí
cuando el agua ablanda
los sostenes de la casa.
Su presencia debajo, a pocos metros,
atraviesa el sueño,
hasta que amanece
y antes de que, en la ventana,
lo compruebes
se graba, en el cuerpo, la certeza.

Los sentidos crecen

en lo que calla
y el avance de la marea puede,
por una noche,
convertirte en rabdomante,
así, a ciegas, en el silencio robado,
como cuando se percibe
el agua del otro.
Alicia Genovese (Lomas de Zamora, 1953), Aguas. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2013.

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