
Hace algún tiempo que trato de buscar periódicamente motivaciones en mi escaso tiempo libre que me animen en este impasse en que se ha convertido el día a día laboral. Anoche, cuando salía de mi octavo día sin pausa, decidí que no quería oír una sola noticia más. Confieso que no me pasa con frecuencia (soy algo adicta a la información), pero cuando me ocurre tengo claro que es una señal. Entonces pongo Radio Clásica, de RNE, porque de camino a casa en el coche es la única forma de dejar atrás los malos rollos, el cansancio mortecino y la apatía en que se ha convertido el artículo 35 de la Constitución. Y mientras me sumerjo en esa música sobre la que no entiendo especialmente pero que me gusta, recuerdo que en menos de siete días podré disfrutar del Ballet de Moscú y el archifamoso cuento de hadas El Cascanueces, de Tchaikovski; ver sobre el escenario del Magma, en Adeje, la perfección de ese ballet ruso y la increíble capacidad, seguro que será así, que tendrán sus bailarines para transmitir sensaciones y sentimientos; para contarnos un cuento con movimientos; para relatarnos la historia de Drosselmeyer, el fantástico fabricante de relojes y juguetes mecánicos. Es tiempo de buscar alicientes contra la apatía.
