El film de Orson Welles soslaya todo tipo de corrientes normativas que guiaban los largometrajes de la época
Era el primer plano, no se supone que es un matiz dentro de un encuadre cualquiera, ni siquiera un recurso para vestir un fotograma de una forma más sofisticada. Se trata simple y llanamente de un primer plano, Orson Welles orquesta una trama perfecta para anidar un protagonismo inherente, casi innato, a un simple reloj. Así lo hace saber en cuando el Señor Wilson, antes de bajar de su autobús cierra, para suponer el final del trayecto, un libro titulado “The old clock book”.
Orson Welles cobija una entraña relación como director y antagonista de esta película, separados los dos papeles como polos apuestos, como la belleza de la rosa cuando se postra en el temple tibio y rudo de su tallo. La misma relación y sátira vital busca entre el protagonista y él mismo, como antagonista, sus designios se centran en demostrar el típico dicho de “El malo no es tan malo y el bueno no es tan bueno”. Charles y Wilson son iguales: Almas sociópatas, controladores, miradas atentas, indómitos, acérrimos en cada pensamiento. Como si Orson Welles quiso confinar en una especie de singladura a cada espectador, para evadirlo de la realidad que presentaban sus parpados en cada bocanada de espacio que placidamente evitaban.
Con música adecuada para germinar y cernir en los sentimientos, para florecer rabia, sudores inquietos y la placidez de un beso inesperado el film del 1946 evoca un sinfín de emociones personificadas en cada encuadre, desde un duelo de miradas hasta la súplica dramática de una esposa. Aunque, como todo, no se trata de una entelequia lo criticado, más bien de un diálogo sobre explicado guardado entre crisálidas de música coherente y un hilo narrativo anudado.
Muy propio de Welles la ironía con la que empolvaba el transcurso de la película. En un principio el espectador piensa que el título que nombra esta película va dedicado es al señor Wilson, finalmente el extraño no es otro que el marido, el arreglador metódico, el señor Charles. Charles se presenta como un hombre trabajador, preocupado por su familia, con pasiones, racional frente a sus quehaceres y con una inteligencia humilde, no presume, no alardea, solo actúa. Sin más resortes que su mirada intenta vivir, nunca ostentosamente, dejando atrás un pasado manchado por la historia y perseguido por los victoriosos, señalado por sus manos sangrientas.
En cualquier gremio, si uno destaca se suele decir que esta avanzado a su tiempo, tal vez es por la madurez que le caracteriza o por la originalidad con la que actúa, por la forma de exponer su arte, de entender el mundo en definitiva. No se puede definir a Orson Welles de otra manera, entendió por adelantado la problemática con la frivolidad de la privacidad actual, la sobre información y la ilustración de cada pasaje de nuestra vida en las redes sociales, de cada capítulo vital fotografiado por cada uno de nosotros. Charles se alejo de ese modo aséptico y alienado que hoy marca nuestras vidas, de ese modo consiguió ser el extraño latente que nadie conoce.