¡Buenos días! Acabamos la semana con una nueva receta, pero antes hablaremos de uno de sus componentes, la miel.
Este producto es un fluido dulce y viscoso producido por las abejas para alimentar a sus larvas y asegurarse la subsistencia durante el invierno, la fabrican a partir del néctar de las flores, de las secreciones de las partes vivas de plantas o de las excreciones de insectos chupadores de plantas. A estas plantas se las denomina plantas melíferas. Las abejas recogen este fluido, lo transforman y combinan con sustancias propias y lo almacenan para su maduración.
El apicultor recoge la miel directamente de las colmenas fabricadas por las propias abejas o de colmenas artificiales preparadas para que las abejas construyan sus panales en su interior.
Las características de la miel van a depender del tipo de flores que abundan en la zona donde las abejas realizan su trabajo, de esta forma encontramos tres tipos generales de miel:
§Miel multifloral: miel formada a partir de varias flores.
§Miel monofloral: miel en la cual
§Miel de bosque: miel no formada a partir del néctar de las flores sino a partir de las secreciones de ciertas plantas o árboles. En este grupo encontramos miel de encina, de pino, de abeto, etc.
La miel se conoce desde hace miles de años, como demuestran ciertas pinturas rupestres de la cueva de la Araña en Valencia grabadas en tumbas egipcias, este alimento era incluso medio de pago de impuestos en Egipto.
En China e India se utilizaba como parte de los métodos de curación, era parte de la medicina incluso en otras civilizaciones como la griega o la romana.
Para los griegos era tan importante que incluso aparece en la mitología; se decía que las ninfas alimentaron a Zeus con este producto además de leche.
Si estudiamos a los romanos, éstos la utilizaban para endulzar el vino e incluso la primera calzada romana se denominó via apia, por el número de colmenas que había en sus veredas.
Con el tiempo se aprendió a extraer el azúcar y poco a poco la miel se ha ido relegando y restando la importancia que tiene, pero si valoramos las propiedades de uno y otro, la miel no sólo endulza sino que tiene otros beneficios añadidos que ahora veremos.
En cuanto a su valoración nutricional, la miel es un producto biológico muy complejo cuya composición nutritiva varía, como hemos dicho, según la flora de origen, e incluso la zona o el clima. Esencialmente hablamos de una disolución acuosa concentrada de azúcarinvertido, con una mezcla de otros hidratos de carbono, diversas enzimas, aminoácidos, ácidos orgánicos, minerales, sustancias aromáticas, pigmentos, ceras, etc.
Su concentración en azúcares la convierte en un alimento bastante calórico. Los principales azúcares son fructosay glucosamayoritariamente, y pequeñas cantidades de sacarosa. No posee un contenido especialmente significativo en minerales, pero podemos destacar el potasio seguido de cloro, azufre, calcio, fósforoy magnesio, entre otros.
En cuanto a su composición vitamínica, presenta sobre todo vitaminas del grupo B, pero no contiene ninguna vitamina liposoluble (A, D o E).
Podemos destacar su composición en ácido acético, ácido tartárico, ácido cítrico y ácido fórmico que otorgan a la miel un pH ácido (entre 3,5 y 4,2) que permite que este alimento se conserve con facilidad. También contiene bastantes enzimas, lo que le proporciona características digestivas, y flavonoidescon propiedades antioxidantes.
Aunque no es muy elevada la composición en fósforo y en potasio, gracias a estos dos nutrientes se facilita la metabolización de los azúcares de la miel consiguiendo una mejor asimilación.
Pero la miel no sólo proporciona energía o consigue que los azúcares se metabolicen correctamente (evitando así picos de insulina), también tiene propiedades antibacterianas, ayuda a prevenir y tratar ciertas enfermedades respiratorias y regula el tránsito intestinal, ayudando a prevenir la aparición de diarreas y mejorando episodios de estreñimiento.
Y para terminar el mes de Septiembre, pasamos a la cocina con mi compañero Jorge para preparar un rico postre… Orejillas de Fraile
Durante mis vacaciones de verano mi madre y mi tía hablaron de un postre que les hacía mi abuela, pero no se acordaban de los ingredientes ni de la elaboración, ya que nunca les ha dado ninguna receta, pero se acordaban ligeramente del nombre de “orejillas” y que se hacían con una cuchara.
Como me tocaba una receta este mes y “San Google” es así de majo, me puse a buscar la receta y la pude encontrar, que es la que hoy os traigo; así que nos pusimos mi madre y yo manos a la obra para recordar sabores del pasado y... ¡sorpresa! era exactamente lo que tomaba ella de niña.
Es un postre que con pocos ingredientes se puede hacer una gran cantidad, además de fácil, el secreto está en la cuchara y no en la masa. Y lo más importante, por lo menos se necesitan dos personas para su elaboración, la cocina es más divertida acompañados, cogeros a alguien y a cocinar.
Para la masa
§1 huevo.
§1 cucharada sopera bastante colmada de harina.
§1 cucharadita.
§Un chorro de leche.
Para la preparación
§Aceite de oliva.
Para la presentación
§1 cucharada de miel.
§1/2 vaso de agua.
§Azúcar.
Preparación
Lo primero que vamos a hacer es mezclar todos los ingredientes en un bol hasta conseguir una masa sin grumos, similar a una bechamel ligera.
A su vez, en una sartén honda o un cazo ponemos abundante aceite de oliva (no nos preocupemos, se puede reutilizar ya que no se ensuciará). Cuando el aceite esté bien caliente, metemos una cuchara sopera dentro para que ésta se caliente.
Cuando esté bien caliente la cuchara, la sacamos teniendo cuidado de no quemarnos, y la metemos en la masa hasta un poco menos del inicio del mango. Escurrimos la masa sobrante (queremos que se forme como una película alrededor de la cuchara) y la introducimos en el aceite; movemos un poco la cuchara para separar la masa de la cuchara y se empezará a freír, con esta divertida forma de oreja. Una vez que esté lista sacamos la orejilla y pasamos por papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Es importante ir calentando bien la cuchara en el aceite y hacerlo en pequeñas tandas, ya que si la cuchara no está bien caliente será más difícil separar la masa de la cuchara.
Una vez que hemos quitado el exceso de aceite, algunas orejillas las pasamos por azúcar y reservamos, otras en cambio las vamos a reservar para después. A continuación, en un cazo ponemos medio vaso de agua y una o dos cucharadas de miel, realizando una especie de almíbar, lo que conocemos como aguamiel, lo llevamos a ebullición y que cueza un rato, cuando esté listo introducimos las orejas de fraile.
Y ya está listo nuestro postre, pudiendo disfrutarlas tanto con azúcar, como con aguamiel, y comprobar la textura y sabor de los dos tipos de presentación.
Con esto nos despedimos, esperando que paséis un gran fin de semana. ¡¡Disfrutar de este postre como nosotros lo hemos disfrutado!!
Un saludo y ¡ser felices!
Realizado por Jorge Ibarra Morato y Tamara Valencia Dueñas.
Fuentes
Botanical
FEN (Fundación Española de la Nutrición)