El rendimiento intelectual no depende únicamente de la inteligencia de una persona. Algunos factores, como la alimentación, también pueden tener una importancia vital a la hora de determinar el rendimiento intelectual de una persona. Una correcta alimentación debe ser rica en nutrientes, proporcionando alimentos sanos en cantidades moderadas (se debe privilegiar más la calidad).
Ciertas vitaminas (como la vitamina B y la vitamina E) pueden mejorar el funcionamiento de las neuronas, proveyéndoles cantidades abundantes de glucosa y oxígeno para realizar todas sus funciones. Está comprobado que la alimentación puede brindar una recuperación segura y veloz en período de un gran desgaste intelectual. Cuando estamos en épocas de examen, por ejemplo, la clave para mejorar el rendimiento intelectual no está en el incremento de las calorías que se consumen en una comida. Es más importante, de hecho, consumir vitaminas y minerales en las cantidades mínimas recomendadas. El potasio, el magnesio, el hierro y el zinc son algunos de los minerales claves en la alimentación si nos referimos a rendimiento intelectual. El magnesio está presente en frutos secos, cereales integrales y vegetales de hoja (color verde oscuro). El zinc también está presente en algunos frutos secos (las nueces pecan, por ejemplo), y el hierro está disponible en vegetales de hoja, alimentos enriquecidos y cereales integrales.
Los frutos secos proporcionan ácidos grasos esenciales de alta calidad para el sistema nervioso. Por ello es bueno consumir de forma regular frutos secos como nueces, almendras, avellanas o pistachos. La distribución de las comidas en una alimentación orientada a mejorar el rendimiento intelectual debe ser homogénea. Se recomienda hacer entre 4 y 6 comidas al día. De esta manera estaremos manteniendo los aportes de glucosa al cerebro en niveles constantes. También es muy importante dormir entre 8 y 10 horas diarias para activar la memorización y mejorar el aprendizaje.