Revista Salud y Bienestar
“Más allá del valor intrínseco que tienen los alimentos funcionales, el éxito actual de estos alimentos obedece, en parte, a que estamos inmersos en una sociedad que busca continuamente la salud y el antienvejecimiento y desea soluciones sin esfuerzo e inmediatas”, explicó la Dra. Joima Panisello, especialista en Medicina Interna y directora general de la Fundación para el Fomento de la Salud (Fufosa), en el marco de un curso online sobre alimentos funcionales dirigido a profesionales sanitarios de los ámbitos de la Medicina, Enfermería, Farmacia, Dietética y Nutrición Humana. El curso fue organizado por Fufosa, con la colaboración de la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial y AstraZeneca.
Durante la presentación de este curso, cuyo objetivo era dotar al profesional sanitario de los conocimientos y habilidades necesarias para evaluar, recomendar y aplicar correctamente el uso de los alimentos funcionales en la práctica profesional diaria, la Dra. Panisello hizo especial hincapié en que “los alimentos funcionales no curan ni previenen por sí solos si no están incluidos dentro de una dieta variada y equilibrada; además, si una persona sana ya ingiere todos los nutrientes que necesita, no hace falta recurrir a esta nueva categoría de alimentos, aunque en determinadas circunstancias pueden sernos de suma utilidad”.
En la misma dirección, la Dra. Panisello subrayó la importancia de que la población, al ver ciertos anuncios, no caiga en el error de creer que quien haya sufrido un infarto va a tener suficiente con el efecto hipocolesterolemiante de los esteroles y estanoles, “porque esto es totalmente falso”. Según esta especialista, las indicaciones de las estatinas son claras. “Su probada eficacia, no sólo en la reducción de las cifras de colesterol sino en la presencia de eventos cardiovasculares, queda fuera de toda duda y además con una óptima tolerancia. Probablemente sean los fármacos más seguros y con mayor impacto en salud de los últimos 50 años”, afirmó rotunda. Por tanto, “un alimento funcional enriquecido en esteroles jamás las sustituirá, aunque sí puede complementarlas, pero ello debe hacerse siempre bajo indicación y supervisión médica al inhibir con eficacia la absorción intestinal del colesterol”.
-Formar a los profesionales, clave para un uso racional de los alimentos funcionales
Uno de los aspectos más relevantes abordados durante el curso fue la importancia de la formación de los profesionales sanitarios en este campo, puesto que, según se debatió, es un elemento fundamental para hacer un uso racional y sin riesgos de los alimentos funcionales. “Los profesionales de la salud no sólo deben jugar un papel fundamental en la comunicación adecuada y eficaz de las alegaciones de salud y sus fundamentos a los consumidores, sino que también deben ser protagonistas en el proceso de alfabetización alimentaria/nutricional y en el de planificación de la opción alimentaria que debería hacer toda persona o familia”, manifestó la Dra. Panisello.
Para ello, algunos términos deben quedar claros. En primer lugar, y aunque existen bastantes definiciones, esta especialista explicó que hay un acuerdo casi generalizado para concretar su significado: “Un alimento puede considerarse funcional si se demuestra que, además de sus efectos nutritivos, afecta de forma beneficiosa a una o más funciones del organismo humano de modo que mejora el estado de salud y reduce el riesgo de contraer enfermedad”.
Y, ¿qué tipos de alimentos funcionales podemos encontrar en el mercado? Existen cinco grandes tipos. En primer lugar, los alimentos funcionales naturales, un ejemplo de los cuales serían los frutos secos. “Su consumo habitual en pequeñas cantidades se ha asociado a una menor morbilidad y mortalidad por enfermedades cardiovasculares en varios estudios epidemiológicos y a una reducción de la colesterolemia en diversos estudios clínicos controlados”, apunta la Dra. Panisello. En segundo lugar, los alimentos funcionales a los que se ha añadido un componente, como por ejemplo, los cereales enriquecidos con ácido fólico, fibra… En tercer lugar, los alimentos funcionales a los que se le ha quitado un componente, como por ejemplo, los lácteos desnatados, en los que se desgrasa la leche y se “quita” la grasa saturada/nata de su composición. Después están los alimentos funcionales a los que se les ha quitado un componente y al mismo tiempo se le ha añadido otro. “En esta categoría están aquellos productos que, por un procedimiento especial, se ha disminuido en gran manera el aporte de grasas saturadas y en su lugar se utilizan componentes procedentes del aceite de oliva virgen extra, con una clarísima ventaja nutricional al disminuir las grasas saturadas y ser sustituidas por las monoinsaturadas, y todo ello con un escaso aporte de sodio y un mayor aporte de antioxidantes”, matiza esta experta. Por último se encuentran los alimentos funcionales a los que se ha modificado la naturaleza de algún componente o modificado su biodisponibilidad. “Por ejemplo, los cereales enriquecidos con fibra modifican su biodisponibilidad, ya que la fibra modula a la baja los picos hiperglucémicos postpandriales que se producen tras la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos. De este modo, se consigue que frente a la ingesta del mismo alimento no enriquecido, el índice glucémico (capacidad de un alimento de incrementar la glucemia postpandrial) sea menor”, señala la Dra. Panisello.
En cuanto a la eficacia de estos productos a largo plazo, aún no se dispone de estudios, puesto que los alimentos funcionales se han comercializado en el último cuarto de siglo. “Ahora bien, el principal problema puede venirnos con los productos enriquecidos, pues al abarcar una gran gama de alimentos, podemos tener un sobreconsumo sin ser en absoluto conscientes de ello. Esto puede darse especialmente en alimentos enriquecidos con vitaminas liposolubles (A, D, K, E), edulcorantes, etc…”, explica esta especialista.
“Lo que es cierto –concluye la Dra. Panisello– es que la nueva legislación europea ha hecho un gran esfuerzo en cuanto a las alegaciones de salud que puedan realizarse en relación a los alimentos. Éstas no sólo deben estar científicamente fundamentadas, sino que deben ser válidas para el alimento tal y como se consume en la actualidad o como se prevé que habrá de consumirse en el futuro para alcanzar las dosis efectivas mínimas”.
Durante la presentación de este curso, cuyo objetivo era dotar al profesional sanitario de los conocimientos y habilidades necesarias para evaluar, recomendar y aplicar correctamente el uso de los alimentos funcionales en la práctica profesional diaria, la Dra. Panisello hizo especial hincapié en que “los alimentos funcionales no curan ni previenen por sí solos si no están incluidos dentro de una dieta variada y equilibrada; además, si una persona sana ya ingiere todos los nutrientes que necesita, no hace falta recurrir a esta nueva categoría de alimentos, aunque en determinadas circunstancias pueden sernos de suma utilidad”.
En la misma dirección, la Dra. Panisello subrayó la importancia de que la población, al ver ciertos anuncios, no caiga en el error de creer que quien haya sufrido un infarto va a tener suficiente con el efecto hipocolesterolemiante de los esteroles y estanoles, “porque esto es totalmente falso”. Según esta especialista, las indicaciones de las estatinas son claras. “Su probada eficacia, no sólo en la reducción de las cifras de colesterol sino en la presencia de eventos cardiovasculares, queda fuera de toda duda y además con una óptima tolerancia. Probablemente sean los fármacos más seguros y con mayor impacto en salud de los últimos 50 años”, afirmó rotunda. Por tanto, “un alimento funcional enriquecido en esteroles jamás las sustituirá, aunque sí puede complementarlas, pero ello debe hacerse siempre bajo indicación y supervisión médica al inhibir con eficacia la absorción intestinal del colesterol”.
-Formar a los profesionales, clave para un uso racional de los alimentos funcionales
Uno de los aspectos más relevantes abordados durante el curso fue la importancia de la formación de los profesionales sanitarios en este campo, puesto que, según se debatió, es un elemento fundamental para hacer un uso racional y sin riesgos de los alimentos funcionales. “Los profesionales de la salud no sólo deben jugar un papel fundamental en la comunicación adecuada y eficaz de las alegaciones de salud y sus fundamentos a los consumidores, sino que también deben ser protagonistas en el proceso de alfabetización alimentaria/nutricional y en el de planificación de la opción alimentaria que debería hacer toda persona o familia”, manifestó la Dra. Panisello.
Para ello, algunos términos deben quedar claros. En primer lugar, y aunque existen bastantes definiciones, esta especialista explicó que hay un acuerdo casi generalizado para concretar su significado: “Un alimento puede considerarse funcional si se demuestra que, además de sus efectos nutritivos, afecta de forma beneficiosa a una o más funciones del organismo humano de modo que mejora el estado de salud y reduce el riesgo de contraer enfermedad”.
Y, ¿qué tipos de alimentos funcionales podemos encontrar en el mercado? Existen cinco grandes tipos. En primer lugar, los alimentos funcionales naturales, un ejemplo de los cuales serían los frutos secos. “Su consumo habitual en pequeñas cantidades se ha asociado a una menor morbilidad y mortalidad por enfermedades cardiovasculares en varios estudios epidemiológicos y a una reducción de la colesterolemia en diversos estudios clínicos controlados”, apunta la Dra. Panisello. En segundo lugar, los alimentos funcionales a los que se ha añadido un componente, como por ejemplo, los cereales enriquecidos con ácido fólico, fibra… En tercer lugar, los alimentos funcionales a los que se le ha quitado un componente, como por ejemplo, los lácteos desnatados, en los que se desgrasa la leche y se “quita” la grasa saturada/nata de su composición. Después están los alimentos funcionales a los que se les ha quitado un componente y al mismo tiempo se le ha añadido otro. “En esta categoría están aquellos productos que, por un procedimiento especial, se ha disminuido en gran manera el aporte de grasas saturadas y en su lugar se utilizan componentes procedentes del aceite de oliva virgen extra, con una clarísima ventaja nutricional al disminuir las grasas saturadas y ser sustituidas por las monoinsaturadas, y todo ello con un escaso aporte de sodio y un mayor aporte de antioxidantes”, matiza esta experta. Por último se encuentran los alimentos funcionales a los que se ha modificado la naturaleza de algún componente o modificado su biodisponibilidad. “Por ejemplo, los cereales enriquecidos con fibra modifican su biodisponibilidad, ya que la fibra modula a la baja los picos hiperglucémicos postpandriales que se producen tras la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos. De este modo, se consigue que frente a la ingesta del mismo alimento no enriquecido, el índice glucémico (capacidad de un alimento de incrementar la glucemia postpandrial) sea menor”, señala la Dra. Panisello.
En cuanto a la eficacia de estos productos a largo plazo, aún no se dispone de estudios, puesto que los alimentos funcionales se han comercializado en el último cuarto de siglo. “Ahora bien, el principal problema puede venirnos con los productos enriquecidos, pues al abarcar una gran gama de alimentos, podemos tener un sobreconsumo sin ser en absoluto conscientes de ello. Esto puede darse especialmente en alimentos enriquecidos con vitaminas liposolubles (A, D, K, E), edulcorantes, etc…”, explica esta especialista.
“Lo que es cierto –concluye la Dra. Panisello– es que la nueva legislación europea ha hecho un gran esfuerzo en cuanto a las alegaciones de salud que puedan realizarse en relación a los alimentos. Éstas no sólo deben estar científicamente fundamentadas, sino que deben ser válidas para el alimento tal y como se consume en la actualidad o como se prevé que habrá de consumirse en el futuro para alcanzar las dosis efectivas mínimas”.
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