Hoy en día, la exportación de alimentos procesados es algo habitual. Desde plantas centralizadas, los ingredientes o los platos preparados se envían a clientes de otros países para ser consumidos por compradores hambrientos que no quieren o no pueden perder tiempo en la cocina.
Sin embargo, si las instrucciones para la preparación no están en un idioma que el consumidor pueda entender, lo que en un principio iba a ser una comida rápida y sencilla puede convertirse en una pesadilla y quizás en una compra que acabe en la basura.