Aline Griffith fue una espía aliada en el Madrid de la Segunda Guerra Mundial que llegó a la capital española en la Nochevieja de 1943 para espiar a los nazis que estaban establecidos en España.
La norteamericana Aline era una esbelta modelo de moda procedente de una familia adinerada con una excelente educación, que con con tan solo 22 años comenzó sus labores como espía, aprovechándose de su éxito en Estados Unidos y Europa, para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), antecesora de la CIA. Su primer trabajo fue descifrar mensajes.
Desde el lujoso hotel Ritz se relacionó con lo más granado de la alta sociedad española y con toreros o cantantes. Su situación le sirvió para hacerse con "amigos" de todas las clases. El Madrid en el que Aline se movía "era apasionante, los hombres eran galanes, existían infinidad de fiestas donde se lucían joyas auténticas y vestidos largos. Era un ciudad muy interesante, con mucha clase y elegancia". Esa élite no sufrían la escasez de la posguerra.
Madrid durante la Segunda Guerra Mundial era una ciudad llena de espías y clandestinidad en una España que estaba entre la "neutralidad" o "no beligerancia". Una ambigüedad que favorecía más los intereses Alemanes que los de los Aliados.
Por un lado se encontraba el Salón de Té Embassy que ayudó a cientos de huidos del nazismo a salir de Europa con la colaboración de British Council dirigido por el hispanista Walter Starkie y asistido por el médico del instituto Eduardo Martínez Alonso.
En el lado contrario se encontraba el restaurante Horcher de Madrid, situado en el número 6 de la calle Alfonso XII, a unos pasos del parque del Retiro y muy cercano al lugar donde, por entonces, se encontraba el British Council.
Precisamente en el Restaurante Horcher coincidieron la espía norteamericana y el Reichsführer-SS, Heinrich Himmler, cuando visitó a la capital en su viaje en busca del Santo Grial que lo llevó hasta el monasterio de Montserrat, en Cataluña.
Entre los mejores contactos de Aline Griffith se encontraba el francés Bernard Hinder, propietario del mítico salón de baile Pasapoga, que por su situación y su habilidad lograba enterarse de importantes asuntos oscuros que se movían entre el alcohol, los bailes y los sillones de su local.
Su mejor arma de espía era su juventud, belleza y simpatía, aunque en su pequeño bolso de fiesta portaba un minúscula pistola que la protegió frente a un espía alemán que descubrió su tapadera y quiso matarla. Cuando se casó en 1947 con Luis Figueroa y Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Quintanilla, el título de Condesa de Romanones fue la tapadera definitiva.
Destapó la red de espionaje que Himmler tenía en España y organizó su propia red en Madrid, participó en operaciones previas al desembarco de Normandía y fue un elemento clave en la guerra de engaño y desinformación contra los alemanes. Después de finalizar la Segunda Guerra Mundial no dejó de espiar.
Griffith además de espía era escritora, aunque no se hizo muy conocida hasta 1987 cuando se publicó "La espía vestía de rojo" la autobiografía que contaba sus andanzas como espía en Madrid. Dos años después publicaría "La espía fue a bailar", que también muestra su vida como agente secreto en la década de los sesenta para la CIA, que abandonó a mediados de la década de 1980, para dedicarse a escribir.
Aline Griffith pasos sus últimos años de su vida entre Nueva York y Madrid, donde falleció el 11 de diciembre de 2017 a los 94 años de edad. Unos meses antes creó la Fundación Aline Condesa Viuda de Romanones para preservar su legado como espía. Su herencia estuvo llena de polémica durante bastante tiempo, por problemas con presuntos delitos de apropiación indebida, administración desleal, estafa, falsedad documental y blanqueo de capitales en los que se vieron inmersos sus herederos.
Para saber más:
La espía que vestía de rojo, de Aline Condesa de Romanones
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