OLVIDO
En la linde de un camino,
tristes lamentos resuenan,
de esperanzas incompletas,
de vacía justicia en las cunetas.
ALMA
Éramos jóvenes, viejos soñadores. Cicatrices de esperanza, de tiempo perdido y recuerdos victoriosos de hermosa imaginación. Todavía abrasaban sus ojos, azules como el frio océano. Ausentes destellos de luz, guardados en aquel cajón que una vez compartieron las efímeras promesas de la eternidad.
RECUERDA
Amanece y todo continúa igual. « No estás tan mal», piensas; pero aunque el frenético ritmo del mundo no se detiene, tu camino parece que sí. La vida pasa, los años pesan, y tú, no eres inmortal; recuerda.
FUEGO
Era como un pequeño dragón que todavía no podía escupir fuego, pero que escondía en su pecho una enorme fuerza. Aunque aún no lo sabía. A medida que fuera creciendo, iría descubriendo el poder de ese fuego en su interior. Con los años, aprendería a controlarlo; no sería fácil. Sin embargo, y tras tanto esfuerzo, el resultado valdría la pena, pues acabaría convirtiéndose en señora de su propio destino.
ÉRAMOS
Éramos dos locos soñadores, pero nos venció la realidad. Pobre de nosotros, pues creíamos que nuestro amor sería inmortal. Éramos dos locos soñadores; éramos
COLOR ESPERANZA
Rojo esperanza, escrito con la sangre de los audaces. Ríos carmesí de furia y trueno; de amor y misericordia, de aquellos sueños inmortales.
PIEL
Y en tu boca ahogado moriría feliz mientras tus labios me conducen al Olimpo, donde el dolor no existe; donde cada noche es efímeramente eterna. Rodeado de tus blancas manos suspiro mis sueños encontrados, al oído de las musas, que cantan alegres al amor que tú me entregas, que yo te entrego, que nos entrega a ambos a una pasión descontrolada, a un suspiro en el tiempo de los mortales, a una eternidad en el anhelo de los dioses.
Y es que nadie apostó por nuestro amor, a excepción del sempiterno Destino, el cual demostró a todos los dioses, la más poderosa de las fuerzas que rigen el devenir del universo.
MANTO DE PLATA
La Luna, vestía de plata el cuerpo desnudo de la muchacha, mientras el joven, con las rodillas temblando, pensaba en como amarla. La chica, nerviosa, sonreía posando sus manos en el pecho del muchacho y acercando su boca a la suya. Una vez se juntaron sus labios, el amor los cubrió con pasional manto, haciendo sonrojar al mismísimo Eros, el cual, se alegraba de su triunfo. Luego, el amanecer, los sorprendió vestidos únicamente de su desnudez