Norelys Morales Aguilera.-- Si no se demuestra lo contrario, la Organización de los Estados Americanos (OEA), creada por los Estados Unidos, seguirá siendo, a pesar de los cambios de época, el ministerio de colonias yanquis, como solía decir Raúl Roa, el canciller de la dignidad, a quien correspondió representar a Cuba en la etapa negra de la expulsión de la Isla por su filiación marxista. Recordar bien esa lección de tolerancia y democracia cuando ¿se acabó la Guerra Fría?
Ahora, el secretario general recién elegido de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, aseguró que cuando asuma su cargo en mayo se esforzará por impulsar una nueva “agenda de diálogo” del organismo con Cuba para lograr su regreso a la institución, y otra con Venezuela “para curar algunas heridas”.
Parecen frases de un extraterrestre, si nos atenemos a que cuando la entidad a instancias del gobierno hondureño presidido por Manuel Zelaya, acordó invitar a Cuba le sobrevino un golpe de estado, que Estados Unidos apoyó con la política recién estrenada por Barack Obama del smart power o poder inteligente, hoy bien definida en una mezcla de diplomacia injerencista y "torcerle el brazo" a los majaderos de la región latinoamericana y caribeña.
El ex canciller uruguayo, también apostó por abrir una “agenda de trabajo” más profunda con EEUU, de forma similar al plan de cooperación abierto este año entre China y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Otra afirmación alucinante dada la naturaleza imperial norteamericana que no se compara ni con la nueva entidad regional ni con el gigante asiático.
Sin embargo, Almagro reiteró su objetivo de lograr que Cuba, suspendida de la organización continental en 1962 y que no ha manifestado interés en reintegrarse en ella, cambie de opinión y se sume a la institución.
“Creo que la OEA tiene la obligación de seguir lo que ha sido el acercamiento entre EE.UU. y Cuba” anunciado por esos gobiernos el pasado diciembre, afirmó Almagro.
“Ese diálogo que queremos abrir va a tener un punto de partida importante en la próxima Cumbre de las Américas, que tiene que ser el motor determinante para ir viendo en cada punto de la agenda cuáles son las mejores condiciones de cooperación entre Cuba y la OEA”, indicó respecto a la cita que se celebrará en abril en Panamá.
Almagro evitó hacer un análisis sobre las tensiones entre EEUU y Venezuela, cuya canciller, Delcy Rodríguez, protestará este jueves ante el Consejo Permanente de la OEA por las sanciones impuestas por el Gobierno estadounidense contra funcionarios venezolanos.
El excanciller recordó que aún no ha asumido como secretario general de la OEA y por tanto corresponde a Insulza evaluar el tema. No quiere agarrar esa pelota.
Sin embargo, opinó que la OEA “debe estar involucrada en las soluciones, debe resolver los problemas, no puede radicalizar los conflictos y tiene que pararse firme en los principios de política exterior y relación entre Estados miembros”.
“Pero esto también se tiene que construir sobre la base del diálogo. Lo que señalábamos hoy respecto a una agenda de la OEA con Cuba se puede repetir respecto a una agenda de la OEA con Venezuela”, sostuvo.
Esa agenda con Venezuela puede servir “para restaurar, para curar algunas heridas, y lograr las mejores condiciones que permitan la más plena vigencia, el más pleno goce de los derechos y los principios de políticas”.
Almagro afirmó que no entiende la OEA “en términos de dicotomía” o fractura entre países del norte y del sur, pero consideró que es necesario establecer “una nueva agenda de trabajo” con EEUU.
¿Qué irá a decir de la candente sesión de hoy donde el señor embajador norteamericano está desbocado contra Venezuela?
Me apunto para proponer al señor Luis Almagro para el Premio Nobel de Química por lograr la mezcla sublime del vinagre y el aceite, o sea, unir a sancionadores y sancionados como buenos amigos, aunque, es cierto, son nuevos tiempos en la OEA, que no es la misma, pero es igual.