Revista Opinión

Almagro, el jefe del "ministerio de colonias"

Publicado el 04 abril 2018 por Norelys @norelysmorales
Gabriela Ávila Gómez.─ Por el año 2015, la Organización de Estados Americanos «estrenaba» un secretario general, se trataba de Luis Almagro, quien al tomar las riendas del «ministerio de colonias» de Washington traía consigo dos promesas: más derechos para la gente y trabajar en aras de acercar dicha plataforma a la nueva realidad del hemisferio.
Sin embargo, en sus años al frente de la organización califica como dictaduras a los gobiernos progresistas de la región, y se hace de oídos sordos frente a aquello que realmente afecta a los países latinoamericanos y caribeños.
La constante en su mandato han sido las arremetidas en contra del gobierno de Venezuela y su presidente constitucional Nicolás Maduro; recientemente mientras Almagro, la OEA, Washington y el llamado Grupo de Lima se dedicaban a criticar al país sudamericano y a hacerlo «el plato fuerte» de la venidera Cumbre de las Américas,  la nación anfitriona del evento se quedaba sin presidente.
Pedro Pablo Kuczynski renunció tras verse envuelto en escándalos de corrupción que lo sobrepasaban, a las puertas de una cita que paradójicamente tiene como tema central la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción.
Pero, ¿dónde están los pronunciamientos de Almagro y de la OEA frente a esa situación? ¿Dónde estaban cuando en Honduras se consumó el fraude en las elecciones presidenciales? ¿Dónde estaban cuando en Venezuela la violencia opositora llenaba de sangre inocente las calles?
Si echamos el tiempo atrás, la OEA tampoco se pronunció contra los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán (1948), de Salvador Allende (1973), o del presidente de Granada, Maurice Bishop (1983), por solo mencionar algunos.
Hoy, a sus 70 años de creado, el "ministerio de colonias" continúa siendo incondicional servidor de Washington y sus aliados para proteger y salvaguardar su "patio trasero", y en ese sentido Luis Almagro ha resultado ser su jugador estrella.
Abogado, político y diplomático, Almagro nació en el departamento uruguayo de Paysandú en el año 1963.
Perteneciente al progresista partido Frente Amplio ocupó altos cargos en su país, entre los que destacan el de primer secretario y encargado de negocios de la embajada de su nación de origen en Irán; representante ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco); director de la unidad de asuntos internacionales del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el de asesor del entonces ministro de esa cartera, José Mujica, y embajador en China.
Luego de que Mujica asumiera como presidente, Almagro se convirtió en su canciller, labor en la que (en ese entonces) se destacó por su compromiso con la integración latinoamericana y caribeña, entre sus hitos se encuentra su participación en las negociaciones para la reanudación de los diálogos entre Cuba y Estados Unidos.
¿QUÉ PASÓ CON ESE ALMAGRO PROGRESISTA?
"Juntos podemos darle a la OEA una credibilidad que hoy todos reclaman (...), la OEA del siglo XXI debe ser global, salir al mundo, relacionarse con países y entornos estratégicos, con organismos multilaterales globales y regionales", así dijo Almagro tras su toma de posesión frente a la plataforma política.
Fue en ese contexto que comenzaron sus ataques en contra de Venezuela, "tema estrella" de su mandato, y al parecer olvidó todo aquello por lo que había luchado junto a Mujica, quien en una carta a quien fuera su canciller expresó: «lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido».
Contra Cuba también han sido muchísimos sus pronunciamientos injerencistas, los últimos de ellos destinados a no reconocer su proceso eleccionario, donde el pueblo es quien elige a sus dirigentes de manera democrática y participativa.
Tres años después de asumir como secretario general de la OEA, solo trasciende por su servilismo ante los intereses de Estados Unidos, por el ataque continuo a los gobiernos progresistas, por no luchar por la unidad continental y por la omisión de los temas que hoy ocupan un lugar esencial en la agenda latinoamericana y caribeña.

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