Mariló Montero, toda ella intensa mirada e intelectual compostura, dice que se alegra de que los órganos del asesino de la niña del Salobral no puedan ser trasplantados no vaya a ser que el alma de ese hombre permanezca dentro de alguno de ellos.
Estoy convencido de que muchas personas que llevan esperando un riñón, un corazón o un pulmón durante meses o años se hubieran arriesgado a que les trasplantaran “el alma” (sea lo que sea a lo que se refieran cuando hablan de ella) de aquel tipo a cambio de un poco más de vida.