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Almodóvar Low Cost

Publicado el 14 marzo 2013 por Rehlu
Almodóvar Low CostSubirse a un avión capitaneado por Almodóvar requiere un mínimo de entrega pero sobre todo conocimiento. Hay que tener bien en cuenta que si en tu equipaje no has facturado la hipérbole que constituye toda su obra ni se te ocurra poner un pie en este finger que conduce al bostezo más decepcionante. Ahora bien, si lo tuyo es ir a contracorriente y consideras el lanzamiento en paracaídas un juego de niños, ve tomando asiento y no te levantes hasta que el vuelo haya alcanzado altura. En conclusión, apechuga porque este Almodóvar ni es el más lucido ni al parecer lo ha pretendido. Aspecto curioso el de definir a un hijo antes de haberlo parido. Pero, ya se sabe, para bien o para mal, el salvador del cine patrio sigue sorprendiendo.
Lejos de reencontrarse con la comedia disparatada de antaño que lo convirtió en icono de la movida madrileña, el manchego parece alcanzar el orgasmo autoparodiando el absurdo que en su día fue novedad. Ni resquicio de espontaneidad. Enseguida la neftalina carcome cada palabra de un guión, por llamarlo de alguna manera, carente de atracción. Un texto trillado, digno de cualquier encargo. Con una remarcada lectura a la crisis del sistema actual metida con calzador que deja ver las costuras de una historia sin pies ni cabeza. Torpemente estructurada y sin brío. Con estas piezas desgastadas es imposible llegar a buen puerto por muy competente que sea la tripulación. No cabe ninguna duda de que para los actores habrá sido un vuelo placentero. No todos los días se tiene la oportunidad de ser dirigido por Almodóvar.
Almodóvar Low CostLa entrega y la ilusión de caras nuevas se unen a la experiencia de los veteranos. Esas chicas Almodóvar cuya presencia es garantía de buen hacer. Así se pasea como Pedro por su casa, una Lola Dueña medida, profesional, con un personaje carismático pero que no deja de ser la sombra de sus anteriores roles en Volver y Los abrazos rotos. Con Cecilia Roth ocurre algo peor. Una actriz de raza que ha tenido que verse encajonada en su asiento disfrazada de la Maura. Cierto es que la argentina le debe mucho a Almodóvar pero la deuda no debe ser tan cara. Sin embargo y como ya ocurriera en la menospreciada La mala educación, esta dirección se ha centrado más en el apartado masculino a sabiendas de su poca maña con ellos. Principalmente todo el peso de esta nave recae en tres actores (colosales Areces, Arévalo y Cámara) que logran, a golpe de chiste fácil, una maniobra para sostener en el aire un vuelo destinado a estrellarse. El aceite que pierden sus personajes es vital para que el engranaje funcione.
Almodóvar Low CostLos amantes pasajeros con sus taras estructurales y sus torpes maneras, con su reiteración narrativa y su reiteración emocional, con su falta de autoestima, no deja de ser un homenaje tristemente fallido a sus comedias. Pero no sólo sirve como elemento nostálgico. En ese reducido espacio donde se respira una desbordante mezcla de mescalina, mamadas, aguas de Valencia y pluma, mucha pluma, Almodóvar rinde tributo a voces silenciadas de día que por la noche ven todo su esplendor en shows cabareteros. Drag queens vomitando ironía con sus lenguas viperinas sin dejar títere con cabeza y que por morder se muerden a sí mismas con la maestría que las caracteriza. Almodóvar pletórico, convertido en una de ellas se calza el tacón de la inquisición. La corona, la corrupción política, la inercia de la clase obrera son objeto de una crítica bien intencionada pero poco subversiva.
No se sabe con exactitud a donde nos ha querido llevar su director en este periplo. Las continuas peticiones de su círculo más cercano para reencontrarse con la comedia han constituido la principal decisión de este nuevo rumbo. Muchos ven en estos pasajeros un entreacto de su último cine más arriesgado, más oscuro pero tan fascinante como transgresor. Esperemos que en el siguiente trayecto no nos tengamos que conformar con una compañía low cost y recuperemos el Almodóvar que nos merecemos.
Almodóvar Low Cost
Lo mejor: la sabia elección de la tripulación masculina. Lo peor: su descarado desorden obliga al espectador a destriparla.

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