Revista Opinión
Desde una esquina de estos diez metros cuadrados Alnnasr Alwaqie mira fija a ninguna parte, muy pronto cumplirá cuatro años, muy pronto se convertirá en mayor, atrás quedan los años de escuela infantil. Lejos, atrás, quedó también su inseparable amiga imaginaria de juegos, Fátima, amiga de grandes charlas y reflexiones casi filosóficas de criaturas desde los poco más de dos años, Fátima no pudo formar parte del viaje, se quedó, junto a muchas cosas, en su habitación.
Como cualquier otra niña de casi cuatro años, al principio preguntaba una y otra vez :¿falta mucho?, y al principio siempre obtenía la misma respuesta, como a cualquier otra niña : no, duérmete, ya llegamos.
Las risas, los ojos grandes y negros, que todo miran, como miran los ojos de alguien que observa la vida por primera vez, se han ido apagando. De su boca solo sale entre temblores una tos 'no productiva', de sus ojos de vez en cuando lágrimas, pocas, cada vez menos, hace algunos días que no llora, solo mira a la nada, a nadie. Solo tiembla, el color de sus pequeñas manos ha ido cambiando conforme el frío de estas tierras se ha ido instalando en estos diez metros cuadrados.
Quizás sean las tardes al color de su juego preferido, el teatro, puede que sea su temprana madurez, o las dos cosas a la vez, pero no habla, no llora, no se mueve de su esquina, parece que no quiere molestar, parece que al igual que cuando teatreaba, si se tapa los ojos y se queda inmóvil, no está ahí, no existen ni la tienda de campaña, ni el frío, ni él hambre, ni la mirada de su padre, cuando se queda observando la cara inexpresiva de su pequeña.
Seis meses hace que salieron de su ciudad, seis meses de trenes, barcos, autobuses, sin saber muy bien ni el punto de partida, ni el de llegada. Seis meses en los que ha pasado del calor seco, al frío del agua del mar. Seis meses ya en los que, entre los traficantes de personas, los policías fronterizos, las mafias todas, se han vaciado los ahorros y la esperanza de esta familia que huye, y ahora el silencio, el frío...
Celia Villalobos ha dicho algo como 'no quiero que se mueran ahogados en el mar, pero no quiero a esa gente en mi , y me imagino la cara de Alnnasr Alwaqie sentada en el suelo a menos doce grados, en cualquier campo, de cualquier país, de esta Europa gobernada por mangantes y traficantes, de los que ese 'personaje' es solo una muestra; me da fatiga que me hace vomitar de asco, de rabia, y si, también de mala conciencia de no hacer lo necesario.