Por Carlos Ruiz González
La Planeación Estratégica es el proceso mediante el cual se define la estrategia de la empresa, mismo que debe tomar en cuenta:
- Aspectos internos de la empresa (como su misión y valores, pero también sus capacidades y limitaciones) y,
- Aspectos externos a la organización (como las oportunidades y amenazas que presenta el entorno, las opiniones de los clientes –actuales y potenciales– y el panorama de tendencias –tecnología, globalización, competencia, etcétera–.
Una vez elaborado el diagnóstico de ambos aspectos, se debe formular la estrategia definiendo objetivo u objetivos a alcanzar, planes de acción para lograrlo y recursos necesarios y tomando muy en cuenta cómo definiremos el modelo de negocio, es decir, a qué clientes atenderemos, qué necesidades les satisfaceremos, cuál será nuestra propuesta de valor y cómo nos organizaremos para entregar dicha propuesta.
Un viaje donde importa más el recorrido. En efecto, la planeación es como esos viajes donde lo interesante no es el destino sino el recorrido, al estilo de un crucero o de un “roadtrip”.
Es en el recorrido donde nos haremos preguntas, nos cuestionaremos paradigmas, observaremos con atención el entorno, identificaremos con esfuerzo nuestras debilidades o limitaciones. De esta manera el destino (el plan estratégico o la estrategia) resultará menos importante que el recorrido.
Una anécdota de Napoleón. Peter Drucker, el más importante gurú del Management del siglo XX, citaba a Napoleón, quien afirmaba que sus batallas nunca salían como las había planeado y sin embargo las planeaba muy bien (y afirmó que la mayoría de ellas las ganaba).
Aquí obtenemos una importante enseñanza: planear le servía al emperador francés no para que las cosas salieran exactamente como las había planeado, sino para que salieran bien, pues cuando la realidad se interpone en el logro de los objetivos, el haber planeado ayuda a subyugar los obstáculos que tratan de impedir el logro de los objetivos. Aunque el resultado final difiera un poco de lo planeado originalmente.
Planear no es definir el futuro. Es más bien, en palabras de mi colega Miguel Ochoa, forjarlo. El ejercicio de planeación no es como si estuviéramos en un laboratorio donde obtenemos los resultados deseados gracias en buena medida a contar con un entorno muy controlado. No. Estamos en la realidad que vamos a intentar modificar (una labor que a menudo es a “contrapelo”) por lo tanto, más que definir a nuestro gusto el futuro, lo “forjamos” gracias al plan (entendiendo por forjar el “fabricar y formar”, como lo señala el diccionario).
Planear tiene que ver con la inteligencia. Actuando con sagacidad para evaluar nuestra posición, con objetividad para detectar oportunidades y amenazas, con humildad para descubrir nuestras capacidades y limitaciones, con astucia, magnanimidad y audacia para proponernos objetivos difíciles pero alcanzables. A la hora de ejecutar haremos también uso de la inteligencia, pero sobre todo de la Voluntad.
Planear es formalizar el ser proactivo. Todos hablan de la importancia de la proactividad (el famoso autor, Stephen Covey la señala como uno de los hábitos de la gente eficaz, en su famoso libro de los 7 hábitos de gente altamente eficaz) Pero, ¿cómo “aterrizar” la proactividad? Planeando. Planeando es cuando realmente empezamos a anticiparnos, a ser proactivos, a visualizar cómo queremos ser, a dónde queremos llegar, qué objetivos deseamos alcanzar.
Planear es identificar las capacidades que hay que adquirir o desarrollar para ser mejor.
El ejercicio de planear, bien llevado, nos hace visualizar con claridad las capacidades que habrá que tener. ¡Qué bueno si ya las poseemos! Habrá entonces que perfeccionarlas, pero si no es así, habrá que adquirirlas o desarrollarlas. Siempre es bueno saber cuáles son nuestras limitaciones y qué vamos a hacer para corregirlas.
Dirigir es un saber prudencial, es decir, un oficio donde la virtud que más nos sirve es la prudencia. El Dr. Carlos Llano afirma en su libro “Análisis de la Acción Directiva”, que la prudencia consiste en tres pasos:
- Diagnosticar. Obtener la información, establecer un diagnóstico (que es conocer el punto de partida).
- Decidir. Es decir, evaluar (según nuestros conocimientos, nuestra experiencia, nuestras habilidades y el diagnóstico que hayamos establecido), analizar las alternativas y decidir lo que se hará (en otras palabras, determinar la meta a la que habremos de llegar).
- Mandar y ejecutar. Actuar. Impulsar a los demás (y a uno mismo) para alcanzar la meta.
Hacer la Planeación Estratégica (planear) es llevar a cabo los 2 primeros (diagnosticar y decidir lo que haremos).
Autor Carlos Ruiz González
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