Revista Cultura y Ocio
Alsacia, 5 días en Navidad: Día 3: Colmar - Eguisheim - Turckheim - Kaysersberg - Ribeauvillé
Por Tienesplaneshoy @TienesplaneshoyTercer día en Alsacia. El día anterior habíamos disfrutado un domingo soleado lleno de pueblos de cuento y Mercados de Navidad. Durante aquel tercer día había otras condiciones, era un lunes laborable y con niebla. Eso sí, una cosa se mantuvo inamovible, el encanto de las localidades nuevas que visitariamos Eguisheim, Turckheim y Kaysersberg, cada una con una peculiaridad. Probaríamos nuevos platos de la gastronomía local y también visitaríamos por segunda vez Ribeauvillé, que mostraría una cara muy diferente a la del día anterior. Pero antes de esto, tocaba visitar en condiciones Colmar.
Cuando uno tiene un alojamiento establecido en una única base y la intención de visitar diferentes destinos, al final, el lugar donde fijas tu estancia suele ser el que menos visitas. Nosotros a pesar de haber estado unas cuantas horas en Colmar, siempre lo habíamos hecho por la noche o a punto de anochecer. Así que, aquella mañana, la de nuestro tercer día en Alsacia, decidimos que, antes de irnos a visitar otros pueblos, nos dedicaríamos a ver Colmar de día, momento en el que menos gente suele haber junto con la última hora de la noche.
Nuestro hotel no incluía desayuno, la noche anterior aprovechando las “patisseries” nos habíamos hecho con unos croissants variados de los que, la verdad, esperábamos algo más. Unes Francia más croissant y te vienes arriba. Lo cierto es que no estuvieron nada mal.
Salimos del hotel. Llevamos camiseta térmica y unas tres capas más encima. Guantes, gorro. Está todo blanquecino. Ha caído una helada de las buenas. Los termómetros marcan 5 grados bajo cero y reconozco que, sin ser nada frioleros, aquella mañana sentíamos que el frío nos cortaba. Amaneció con un cielo bastante encapotado. Google llevaba diciéndonos que el clima daba un cambio brusco, subiendo unos 8 grados, lo cual nos habría dejado a 3 grados centígrados. Amanecíamos con esa esperanza cada día, pero ese día nunca llegaba.
Colmar es una ciudad con más de 1.000 años de historia que se incorporó a la antigua región de Alsacia en 1354, hoy perteneciente a la región Gran Este. Como comentamos en Preparando el viaje, la región de Alsacia estuvo a caballo entre alemanes y franceses durante su historia. Decir de Colmar que fue la última ciudad de Alsacia en liberarse del control nazi.
Durante las entradas anteriores os hemos ido enseñando Colmar de noche. Vamos a aprovechar este paseo diurno para comentaros algunos de los atractivos más significativos de esta popular ciudad.
Las imágenes más conocidas de este lugar idílico están tomadas desde la zona de la Pequeña Venecia. Allí las casas tienen la arquitectura tradicional caracterizada por travesaños de madera y colores en las fachadas, más propia del país vecino, Alemania, que de Francia.
Dicen que, en primavera o verano, las flores ocupan las ventanas y balcones. En diciembre lo hace la decoración navideña. Al lado de las casas, además del acceso peatonal, están los canales que dan nombre a la zona. Si vais a Colmar pasaréis muchas veces por allí. De día y de noche. En barca o a pie, es un placer caminar por allí.
En Colmar hay que dejarse llevar por el entramado de sus calles adoquinadas. Allí iréis descubriendo pequeño barrios que se diferenciaban en función de los oficios de sus moradores.
El distrito de los curtidores se caracteriza por menos colorido en las viviendas. Siguen el entramado de madera, pero el fondo de las mismas si no es blanco, es de colores muchos más claros. Se supone que en los pisos superiores se secaban las pieles.
El distrito de los pescadores tiene más color y las casas siguen conservando su arquitectura tradicional.
La calle de los comerciantes es otro imprescindible a la hora de visitar la ciudad. Es una vía perfecta para buscar fachadas de edificios singulares. Para empezar, se puede encontrar la casa más antigua de toda la ciudad, la Maison Adolph del s.XIV.
El Koifhus es otro de los edificios relevantes, se trata de la antigua aduana, que en nuestra visita albergaba en la planta superior uno de los Mercados de Navidad y el único cubierto de los cinco que había. Es el edificio de carácter administrativo más antiguo de toda la ciudad.
En la calle de los comerciantes se puede encontrar una casa que tiene en su fachada 106 cabezas y en la parte superior a un tonelero. Adivinad el nombre de la casa, la Casa de las Cabezas. Este edificio fue la Bolsa del Vino. Y es que, aunque hemos hablado de que la zona de este viaje es vinícola, no hemos especificado que Colmar es conocida como la Capital del vino de allí. Esta vivienda trae a colación otra curiosidad de Colmar. La escultura del bodeguero que corona la fachada es obra de Auguste Bartholdi, creador de la Estatua de la Libertad de Nueva York y que es oriundo de Colmar.
De hecho, cuando se cumplió el centenario de su muerte, para homenajearlo se realizó una réplica de la Estatua de la Libertad de unos 12 metros de altura, que anda por alguna rotonda de Colmar, y que reconocemos no haber buscado en nuestra visita.
La casa Zum Crager o la Pfizer serían otros ejemplos de edificios pintorescos que llaman la atención.
En Colmar tuvieron un templo que durante casi una década fue catedral. Ya no lo es, se trata de la Colegiata de San Martín. Construida en estilo románico y ampliado a gótico.
Por supuesto yendo en Navidad no se puede uno saltar los mercados navideños. Pero de éstos ya os hemos hablado en las entradas anteriores.
Aquella mañana, el que no escribe y yo buscábamos formas de entrar el calor. Él apretaba el gorro contra la cabeza y yo escondía la nariza bajo la bufanda. Había niebla y de los canales salía una especie de vaho, como que estuviera más caliente el agua que el ambiente. Paseamos bastante, al principio casi solos. A las 10:30 ya había más gente. Colmar de día, con niebla y nublado nos siguió pareciendo maravilloso.
Y pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: Eguisheim, a tan solo 7 kilómetros y unos 15 minutos en coche.
En el corto trayecto que recorremos en coche la niebla es más densa y los campos se ven escarchados. El termómetro del coche no indica que apenas haya subido la temperatura. Cuatro grados bajo cero.
Eguisheim es un pueblo bastante pequeño pero muy particular. Antes de ir, ya habíamos leído sobre su peculiaridad, pero entre el frío y lo emocionados que estábamos con nuestro destino navideño-invernal lo habíamos olvidado. Es circular.
Así que según llegamos allí comenzamos nuestro paseo. Íbamos comentando lo impresionante que era ver en tan pocos kilómetros a la redonda tantos pueblos, tan homogéneos y bien conservados. Concretamente, de este dicen que fue el principal escenario de inspiración para Disney en La Bella y la Bestia. Pensaron que era un decorado perfecto para el lugar natal de Bella.
De nuevo, calles adoquinadas, ahora estrechas y con las casas muy juntas entre ellas, con colores. Apetecía pararte a mirar los diferentes adornos de cada uno de sus habitantes. Nos volvemos locos con las cámaras, vamos fijándonos en encuadres diferentes. Llegamos a una plaza, en el centro la fuente parece casi congelada, y está muy decorada. Una plaza muy coqueta donde no sabes qué mirar. La plaza del castillo.
Sin saberlo habíamos ido caminando por el llamado círculo dorado. Es la calle circular que te lleva por las casas más pintorescas del lugar y de golpe, casi sin darnos cuenta comentamos… ¿pero, por aquí no hemos pasado? Perfectamente recuerdo haber hecho una foto a unos adornos concretos, y nos extraña que sean exactos en otro lugar de la villa. Efectivamente, ¡habíamos cerrado el círculo!.
Eguisheim es un cuento al detalle y en su conjunto. Una de las imágenes más pintorescas se encuentra en el círculo dorado. Allí, a pesar de no ser muy tarde, las 10:45 más o menos se acumula bastante gente. Sacamos la paciencia a pasear para intentar sacar la imagen casi sin nadie, y en ese tiempo un hombre entabla conversación conmigo, mientras el que no escribe intenta buscar nuevos encuadres. La gente, en Alsacia, a pesar de no entendernos prácticamente nada, resulta muy amable y hace todo lo posible por comunicarse para comentarte cualquier cosa. Siempre muy interesados por saber de dónde vienes y a dónde vas.
Tras el paseo por Eguisheim ponemos rumbo a Turckheim. Nueve kilómetros entre ambos pueblos y solo quince minutos de diferencia.
Turckheim se encuentra prácticamente solitario. Llegamos un poco tarde para el horario de comida de la zona, que ronda de 12:30 a 13:30 como muy tarde. Dejamos el coche en el aparcamiento que hay fuera de lo que parece los restos de la fortificación de entrada y atravesamos la puerta de Francia.
Callejeamos por el lugar. Es menos pintoresco al no tener tantas zonas peatonales, pero las casas siguen siendo igualmente atractivas, del mismo estilo que los anteriores.
Para comer elegimos L’Abreuvoir. No lo llevábamos preparado, simplemente nos pareció acogedor en su interior y no teníamos, a esas horas, demasiado donde elegir.
El que no escribe se lanza por un plato tradicional en la zona, el Chucrut. Inmenso en cantidad. No somos grandes amantes de esta receta y, teniendo en cuenta eso, estuvo bastante bien. Para mí, pido carrilleras de cerdo. Muy buenas de sabor pero menos melosas que cómo se preparan en España. Botella de agua, cafés y un total de 45 euros. Un sitio muy agradable y acogedor.
Cuando salimos de comer, el frío vuelve a achuchar. Ahora ponemos rumbo a Kaysersberg.
En nuestra visita (diciembre de 2016) aún no lo era, pero en 2017 fue declarado “Pueblo favorito de los franceses”. Años atrás lo había sido Eguisheim (2013).
En aproximadamente cuarto de hora estamos allí. La niebla estaba bastante baja y la luz, tanto por la hora como por las condiciones climatológicas, había disminuido mucho a pesar de ser las tres de la tarde, más o menos. Pero eso no impidió que en Kaysersberg viéramos un precioso pueblo.
Kaysersberg se encuentra también en la ruta del vino, en el Alto Rin. Rodeado de viñedos en un entorno precioso y atravesado por el río Weiss. El nombre del pueblo significa “Monte del Cesar”. En la parte alta destacan las ruinas de su castillo. Son los restos de la historia que quedan de Kaysersberg, que desde muchos siglos atrás tuvo una importancia estratégica.
De nuevo calles adoquinadas y una arquitectura medieval que cautiva. Empiezan a encender algunas de las iluminaciones navideñas y nosotros paseamos ocultando la cara de nuevo tras el abrigo o la bufanda. ¡Nos encantá!
La zona que se desarrolla en los alrededores del puente fortificado tiene un encanto especial. A pesar de no gozar con demasiada nitidez por culpa de la niebla, la imagen es preciosa. Y pasamos un buen rato en los alrededores.
A las ruinas del castillo se puede subir andando. Nosotros nos quedamos por la villa enganchados a la cámara. Cada vez que paseas por estos pueblos, al menos en estas fechas, huele a vino caliente y queso Munster.
La iglesia de Ste Croix está ubicada en la Plaza Jeann Ittel. Es una iglesia con mezcla de estilos, que nació con el románico y fue modificada posteriormente hacia el gótico. En su interior dicen que hay un retablo barroco muy interesante, pero nosotros no entramos en esta ocasión en el interior del templo. La plaza donde se ubica tiene también una fuente homenaje al Emperador Constantino.
No queremos alargar mucho la entrada, así que deciros que se trata de ir, pasear y disfrutar. Un pueblo precioso que para nosotros estaría dentro de los imprescindibles.
Tras estar un par de horas por allí y casi con dolor en las manos, antes de volver a Colmar decidimos hacer una parada en Ribeauvillé. Ya habíamos estado el día anterior en pleno mercado de Navidad. Pensamos que siendo lunes sería una buena oportunidad para ver la apariencia de aquel pueblo que parecía todo un decorado, un día de diario.
A las 16:30 llegábamos a un pueblo donde la niebla era la total protagonista. Sobre este lugar ya os hablamos en la entrada anterior, así que ahora simplemente os dejamos unas imágenes para que veáis la otra cara de Ribeauvillé. Nos encantó hacer esa parada. Parecían dos lugares totalmente diferentes y ambos con mucho encanto.
Aprovechamos también para tomarnos un café caliente en un pequeño bar que nos cruzamos en una de las calles y, así, reponer un poco el termostato corporal.
Con la noche ya cerrada, un poco pasadas las 17:00 horas pusimos rumbo a Colmar de nuevo. Paseo, nuevas imágenes de una niebla sobre Colmar, de nuevo, 5 bajo cero. En todo el día, no estuvimos en positivo en ningún momento. No nos cansamos de fotografiar y pasear por este lugar.
Para cenar, aquella noche, lo hacemos en modo picoteo. En un local pegado al río en la Pequeña Venecia. Nos tomamos dos Tartes Flambées en Winstub La Krutenau, lo único que ofrecen para comer en la parte de terraza cerrada. Entendamos como terraza una zona de madera sobre el río. Es un lugar perfecto para sentarse simplemente a beber algo o, en este caso, aprovechar para cenar ligero. Precio aceptable. Aquí cenaríamos dos días por comodidad, más que por calidad gastronómica.
El tercer día se acaba. Traíamos expectativas altas lo cual es muy peligroso. Hasta el momento, si no fuera por el frío que hace, y más que el frío diríamos que la niebla, que te quita visibilidad en algunos momentos, es todo una pasada.
El día siguiente lo íbamos a dedicar íntegro a Estrasburgo.
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