Algo que ha destapado el caso Millet es como un tipo ha podido engañar a tantos durante tanto tiempo y de forma tan descarada. La construcción simbólica y el relato de sí mismo que Millet realizó durante años para mantener su fachada y hacerse valedor de medallas de Sant Jordi y la connivencia de decenas de políticos y empresarios a casi cualquier propuesta que este hiciera es algo que me fascina.
Millet logró, entre otros méritos, que un regidor de urbanismo que no es de la cuerda que a él más le gustaba, se tragara que unos terrenos eran propiedad de Palau y obviara el trámite sencillo pero obligado de comprobar de quienes eran los terrenos que el propio Millet proponía para hacer algún día un Hotel. Algo que es un trámite que a nadie se le olvidaría de hacer y que es bastante sencillo de ejecutar por parte del equipo de urbanismo de un ayuntamiento. Pero, claro, era Millet, medalla de Sant Jordi de la Generalitat y President del Palau de la Música Catalana, ¿cómo iba este hombre a mentir?.
Papanatismo de pequeños burgués ante el burgués de verdad es lo que explica la connivencia involuntaria de muchos con los tejemanejes de Millet.
Algo parecido pasa con cierto complejo de algunos políticos ante la alta burguesía de Barcelona (representada entre otras por el círculo ecuestre), que son pequeños burgueses que les encantaría ser reconocidos en este círculo social tan pequeño y exclusivo, pero no son conscientes que por muchos títulos de ESADE y cargos públicos que hayan ejercido jamás pasarán por ser de una de las grandes familias de Barcelona ni serán admitidos en su esfera.
Para los que somos purria proletaria, estos juegos de poder social, que no del todo poder económico o político, no dejarían de ser risibles, si no fuera que el papanatismo de algunos dirigentes pequeño burgueses, como en el caso que hablo del regidor de urbanismo llega a jugar con la gestión pública que nos afecta a todos.
Pero dejemos a Millet a un lado. Su forma de montar un mito es interesante pero no difiere de otro gran constructor de realidades simbólicas alternativas y del cuál se ha podido construir una mitología a su alrededor que ha justificado muchas de sus actuaciones.
Quiero hablar de Jordi Pujol. De su forma de construir su propio mito y relato seguramente se haya de hacer un libro, pero sólo entraré en unos pequeños detalles. Con esto, tampoco quiero comparar Millet con Pujol, el primero es un delincuente y el segundo por el momento (y Banca Catalana a parte, algo que debería haberse puesto más luces y menos gritos en su momento) es una persona libre de cualquier deuda con la sociedad. Tampoco quiero deslustrar el que ha sido el President de la Generalitat de Catalunya que más tiempo ha ejercido este cargo y el que ha creado la administración autonómica catalana moderna ni su papel en la transición y en los primeros 25 años de la democracia española y catalana. Su acción de gobierno los votantes catalanes ya la juzgaron en su momento y otros juicios se los dejo a la historia.
Pero sí que es verdad, que sin dejar de ser uno de los grandes políticos de final del siglo XX más importantes de España y Catalunya, Jordi Pujol ha construido bastante mitología a su alrededor, de una forma parecida a como Millet lo hizo con fines más pecunarios e ilícitos durante unas cuantas décadas, él y su equipo lo realizó con fines políticos.
Si nos fijamos en casi cualquier pueblecito de Catalunya podemos ver una placa en la que aparece el siguiente mensaje “Loqueseaqueinauguró o visitó, el Molt Honorable President de la Generalitat, Jordi Pujol i Soley, xx/xx/xxxx”. Es como una especie de plaga. Cuando Jordi Pujol inauguraba lo que fuera que hiciera la Generalitat (aunque fuera junto a otra administración), siempre incluía una placa conmemorativa con su nombre. Lo importante no es que se inaugurara por enésima vez la estación de Queralt del cremallera, sinó que lo hacía el President Pujol.
No sólo de inauguraciones plenas nacen esas placas, de inauguraciones parciales, l’Eix Transversal fué inaugurado en 13 tramos y en sendos tramos tiene las 13 placas conmemorativas.
Maragall o Montilla se han hartado de inaugurar cosas también y no aparecen placas conmemorativas allí. El metro del Carmel de L5 recien inaugurado no tiene una placa que indique que Montilla y Hereu lo inauguraron, como sí aparecen algunas estaciones de metro que inauguró Pujol. La biblioteca que han inaugurado recientemente al lado de mi casa no tiene ninguna placa conmemorativa con el nombre de ningún político. Es algo que de forma generalizada ni los Presidents de la Generalitat de la república ni los que han seguido después de Pujol han tenido nunca.
Si no era una inauguración sinó una simple reforma también, una buena placa conmemorativa. Y cuando no había nada que inaugurar se hacía una placa con su visita. Avià, un pequeño pueblo al lado de Berga, tiene una bonita plaza en el centro del pueblo, los edificios del ayuntamiento y el casal del pueblo parecen nuevos (al parecer reformados por la diputación de Barcelona o la Generalitat en tiempo reciente), pero justo en la plaza hay una bonita placa conmemorando que Jordi Pujol, President de la Generalitat tuvo la generosidad de hacer una visita un determinado día de la década de los 90.
Por contra Pasqual Maragall se ha hartado de visitar pueblos como Queralt donde realiza sus vacaciones y allí no hay ni placa conmemorativa ni bicho muerto.
No sólo sus visitas a los pueblos de Catalunya eran dignas de ser labradas en acero, bronce o roca sinó que también sus ascensiones. Creo recordar que en cimas de alta montaña catalanas sólo hay 3 personas a las cuales se les homenajee por una ascensión determinada. Verdaguer en la cima del Verdaguer y la Pica d’Estats por ser teóricamente el primero en ascender estas cimas, en el Pic de l’Infern donde se conmemora la ascensión a este pico por parte de un Papa que visitó Núria y las ascensiones a la Pica y al Pedraforca realizadas por Jordi Pujol, Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya. Ni Lluís Estasen, famoso pirineista catalán de inicios del siglo XX e introductor de las técnicas de alpinismo en el país y que tiene abiertas decenas de canales y vías y al que se le dedica el nombre del refugio del Pedraforca, tiene tantos honores en alta montaña catalana como los que goza Jordi Pujol. Cuando Zapatero salió a triscar por los picos de Europa con Jesús Calleja no dejaron una placa conmemorativa de las cimas que pisotearon, lo mismo cuando Puigcercòs fué ha hacer un aplec independentista en la cima del Puigmal, dejaron su estelada (algo que critiqué) pero no se les ocurrió dejar una placa conmemorativa de la primera ascensión reivindicativa indepe liderada por Puigcercòs. Pujol con sus placas de ascensiones montañeras se le iguala con el mítico Verdaguer (uno de los padres del senderismo y el montañismo catalán y también mítico personaje de la Reinaxença) y con un papa de Roma.
Nada, que sin negar que la figura de Jordi Pujol, por sí sola y sin toda la mitología que se creó a su alrededor, es de las más importantes en Catalunya en los últimos 30 años, no deja de ser remarcable como se construyó una mitología a su alrededor, utilizando entre otras, sus visitas, las inauguraciones o incluso sus ascensiones montañeras más triviales en forma de placas conmemorativas para que todo el mundo supiera que Pujol había pasado a rascarse la oreja en un pueblo o se había sentado en el bar a charlar con los lugareños.