Revista Salud y Bienestar
La vida de Isabel Palomeque se rompió el 28 de febrero de 2004. Cenaba con unos amigos cuando un ictus le paralizó la mitad derecha de su cuerpo; la musculatura de su rostro se destensó y ya no pudo decir nada más. Hoy, con 31 años, relata la batalla que empezó a lidiar ese trágico viernes por la noche en el libro Alta sensibilidad (Plataforma / Edicions 62).
Y lo hace en positivo, "con optimismo", consciente de que "la vida da muchas vueltas". Su filosofía, seis años después del ictus, es clara: "Sólo miro hacia adelante, nunca atrás".Aunque muchos recuerdos no desaparecen. Con la publicación del libro ha tenido que volver a esa noche de febrero, al mes que estuvo ingresada en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, al coma, al encierro que supuso no poder expresar lo que sentía -el accidente cerebral le robó la capacidad de transformar los pensamientos en palabras- y a un largo (y provechoso) camino de recuperación. "No estoy orgullosa de lo que he conseguido, es que no tenía otro remedio", confiesa.
Los primeros pronósticos eran desgarradores: Isabel se debatía entre la vida y la muerte. Incluso, estando en coma, vio cómo se le escapaba un avión con destino Menorca, que la esperaba al final de un túnel infinito. No lo cogió y esquivó la muerte. Los médicos dudaban de que pudiera recuperar el habla y la movilidad de la parte derecha de su cuerpo.
-Sin rencor
Pero después de horas y horas de recuperación, en el Institut Guttmann y en casa, y de probar todo tipo de terapias (desde la acupuntura a la natación o la hipoterapia), hoy Isabel es una mujer independiente, que vive sola, y que sigue sin rendirse. Continúa trabajando contra la afasia, la pérdida del lenguaje verbal, pero puede mantener una conversación sin problema (en castellano, su lengua materna; los demás idiomas que hablaba han desaparecido).
No guarda rencor a los amigos y la pareja que quedaron por el camino: "No me siento decepcionada". Y bromea recordando que "me han marcado muchos goles [como cuando, meses después del ictus, la despidieron de la clínica donde trabajaba como infermera], pero yo también he marcado muchos". Siempre ante la constante mirada de sus padres.Isabel centra su energía en la danza, como bailarina en una compañía, asiste a clases para adultos en la universidad y en julio entrará a formar parte del Proyecto Foltra, en Galicia, una terapia con hormonas del crecimiento. "La vida traerá nuevas emociones", sentencia Isabel.
**Publicado en "ADN"
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