No recuerdo un campeonato de Liga donde el ambiente estuviera como en la de esta temporada. El aficionado está a la que salta, en un estado de expectación que altera su ánimo y quizás nuble su 'naturaleza': la de animar a su equipo.
Leo continuamente 'agravios comparativos' sobre aspectos que deberían ser más que secundarios y que cobran, porque los que generan información se lo dan, una importancia casi equiparable a la de un gol.
Nadie está a salvo de esta situación: si un protagonista habla, porque habla, si calla, porque calla, si dice una obviedad, es cínico, si dice algo que se sale del guión esperado, es un provocador... Y no penséis que hablo sólo de los grandes de nuestra liga. Casi que nos la 'cogemos con papel de fumar' con lo que se diga de cualquier equipo.
Antes se decía que el fútbol era una vía de escape, un break, dentro de un ritmo de vida acelerado. Ahora parece que este juego (porque no deja de serlo) es el foco de canalizar nuestras frustraciones diarias. Escudados entre nuestros camaradas, nos venimos arriba y proyectamos toda nuestra ira.
Cambiemos el chip.