El ajedrez se presta a ser utilizado en las diversas expresiones del arte, no sólo por su claro simbolismo sino por el propio carácter artístico del juego.
Una pieza de teatro íntegramente concebida como una partida de ajedrez se estrenó en Londres a principios del siglo XVII. Su autor era Thomas Midleton y la obra, llamada sencillamente “A game at Chess”, tenía una intención claramente satírica. Los reyes eran Jacobo I de Inglaterra y Felipe IV de España y los demás trebejos representaban a conocidos personajes de ambas cortes. La comedia fue un gran éxito de público pero el dramaturgo terminó preso, como suele ocurrirle a los artistas bajos los gobiernos absolutistas.
El cine, arte por excelencia del siglo XX, ha echado mano a los tableros de ajedrez como elemento dramático o meramente decorativo. El prestigio intelectual del juego sirve para caracterizar a determinados protagonistas, atribuyéndoles aptitudes reflexivas, paciencia, ingenio y demás cualidades típicas de un buen ajedrecista.
En este sentido, vale recordar la película “El caso Thomas Crown”, en la que actuaban el ya desaparecido Steve Mc Queen y Faye Dunaway. El ladrón de guante blanco y la investigadora se entreveraron en complicadas partidas de ajedrez, que aluden a la sutil labor de engaño mutuo en que están empeñados ambos personajes.
Con mayor afecto dramático, el ajedrez abre el film “De Rusia con amor” de la serie del agente secreto James Bond. Muestra el momento culminante, la jugada ganadora de una tensa partida, cuyo vencedor es uno de los villanos de la novela., a quien se desea presentar como frío y calculador. El cotejo se desarrolla en el vestíbulo de un lujoso hotel y se ha reproducido con fidelidad el marco habitual de cualquier match importante. El autor de la novela en que se basa la película, Ian Flemnig, era un entusiasta aficionado al juego.
En la hermosa película de Karel Reisz, “La amante del teniente francés”, uno de los personajes de reparto es un médico psiquiatra, en cuyo estudio se advierte, junto a libros, láminas científicas y otros elementos de investigación, un finísimo juego de ajedrez.
Pero donde el ajedrez alcanza un elevado contenido simbólico, es en un clásico del director sueco Ingrid Bergmann: “El séptimo sello”. Ambientado en la Edad Media, la historia narra la peregrinación de un cruzado, que vuelve de Tierra Santa y atraviesa una Europa diezmada por la peste y sumida en todo tipo de calamidades. El caballero se encuentra con la muerte y logra convencerla de que jueguen una partida: la apuesta es la vida del cruzado.
Este film se basa en una pieza teatral del propio Bergmann, “Pintura en Madera”, que fue puesta en escena hace varios años en el teatro General San Martín de Córdoba (en ese momento Rivera Indarte). Y el drama está motivado, a su vez, en una antigua pintura que se adjudica a un tal Alderkes y que luce en la iglesia de Taby: El cuadro muestra, precisamente, a un caballero jugando al ajedrez con la muerte.
MI Raúl Grosso (ICCF)
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http://www.articulo.org/10938/raulgrosso