Revista Espiritualidad

Alto contraste

Por Deboraharevalo @deboraharevalo

Si lloro o sonrío, si doy o recibo, si gano o pierdo, si admiro o critico, si me aflijo o me alegro, si perdono o condeno, si elijo o rechazo, si rezo o blasfemo, si amo o temo… aprendo… siempre aprendo.

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¿Cómo en apenas 10 días pueden ocurrir dos acontecimientos aparentemente distintos, pero en el fondo tan parecidos?

Misma ciudad, mismo escenario, misma protagonista… otros actores, otras escenas, otro hecho.

Es posible que así pase, así pasa, así me pasó. Cada día es una aventura. Y en Caracas, la ciudad donde vivo, los contrastes son una manera de vivir. Son tan comunes que ya no sorprenden.

Por eso cada día me convenzo más de no juzgar ni asumir, no creer siempre en la experiencia, en lo vivido, en el pasado. Nada de lo que hemos vivido nos garantiza que nos ocurrirá igualito.

¿Confiar o no confiar? haz lo que te diga tu corazón en este momento. Sólo vemos el pasado, confiamos en la experiencia, pero el pasado ya no existe, ya no es, ya pasó y a veces la experiencia no funciona.

Siéntete libre, camina y saborea tu vida o trágatela como una pastilla. Se siente muy bien cuando la vida se asimila, se “vive” en el presente.

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Los llamados “peligros” provienen de todos lados y muchas veces no son tan peligrosos…

Sorpresas te da la vida

Hace unas 3 semanas, como a las 9 de la noche mientras regresaba a mi casa en el metrobus. Me empecé a sentir mareada… yo reconocí inmediatamente ese síntoma, no es la primera vez que me siento así. Es una sensación de debilidad, mezclada con desesperanza, es un sentimiento físico mezclado con emocionalidad. Es una confusión de ideas, es una baja de azúcar.

En mi cartera cargo siempre caramelos o sobrecitos de azúcar. Es lo más recomendable ante un episodio “fortuito” como éste. Aunque tengo más de 35 años con diabetes, la baja de azúcar no se ha alejado de mi. Cuando creo que tengo todo “bajo control”, aparece.

Pues bien, cuando sentí mareo en el metrobus, empecé a engullirme los sobres de azúcar (casi 15) que tenía, pero fue inútil. Me desmayé. Lo último que recuerdo es  a dos muchachas que me preguntaban cómo me sentía, cómo me llamaba y en qué edificio vivía…

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Suspendida en el tiempo

Les dije mi nombre y el nombre del edificio en donde vivo (gracias a Dios), antes de irme temporalmente de la realidad.

Estas dos muchachas junto con el chofer del metrobus me llevaron a mi edificio. El vigilante me reconoció y llamó a una vecina. Abrieron mi cartera, tomaron mi celular sin saber a quien llamar. Y en ese preciso instante (gracias a Dios), mi hijo estaba llamándome. Mi vecina atendió y le informó sobre mi estado. Él les indicó que por favor llamaran a una ambulancia para que me llevara a la Clínica Metropolitana. El iría directo hasta allá.

Llaman la ambulancia y mis dos “angelitas” me acompañan hasta la clínica, yo permanecía inconsciente. Rápidamente me reciben por emergencia, me inyectan suero glucosado esperando a que yo reaccionara. Me hacen la glicemia y la tenía en 23. Si, 23…

Los ángeles humanos existen

Aída y Angélica (causalmente periodistas como yo), el chofer del metrobus, todos desconocidos, literalmente me salvaron la vida.

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En este mundo tan convulsionado e inseguro en el que aparentemente vivimos, una noche de un día cualquiera a mitad de semana dos personas, totalmente desconocidas para mí, no solamente me rescataron y llevaron hasta mi edificio, solicitando que alguno de mis familiares o vecinos me ayudara, sino también se trasladaron conmigo a la clínica.

Hasta que fui recibida, atendida en la emergencia, rescatada de mi estado inconsciente, y después de conocer a mi hijo quien me estaba esperando, fue que ellas decidieron marcharse. Casi a medianoche.

Aunque no lo recordemos ni los reconozcamos, siempre hay ángeles humanos a nuestro alrededor.

Traición vs. Solidaridad

Así pues, en esta ciudad caraqueña, hay días de días…

Aprender Metrobús 1

Si no fuese porque diariamente medito antes de salir de casa, creo que no me sentiría tan bien viviendo en este “aparente” caos de corrupción, inseguridad y escasez.

Salí temprano de casa y ya a las 10:30 am regresaba. Como siempre tomo el metrobus que me deja al frente del edificio donde vivo. Cuando ya estoy llegando a mi destino y justo en el momento en que estaba contestando un mensaje en mi teléfono móvil. Un muchacho que tal vez no alcanzaba tener 18 años, me sorprendió al pedirme mi aparato. La cara de asustado que yo le vi, me hizo sentir tan segura de que no me arrebataría mi teléfono que le contesté que no, que no se lo podía dar, que él no me podía quitar mi teléfono. El me responde temeroso y sacando una navaja, que si gritaba me cortaba.

Me atacó una furia interna tan grande que al contrario de lo que él me advirtió, empecé a gritar como para provocar una reacción solidaria en el resto de las personas que aun quedábamos en el vehículo. Pero nadie se movió, nadie gritó, nadie lo insultó…

Se me ocurrió lanzar el teléfono cerca de donde se encuentra el chofer creyendo que éste o algún otro pasajero lo recogería, pero mi sorpresa fue ver que el chofer y el resto de los pasajeros permanecieron inmóviles. Ningún gesto de apoyo. El metrobus se detuvo.

Así que mi joven atracador, se acercó a mi móvil, lo recogió y se bajó de la unidad de metrobus asustado, pero con la aparente satisfacción de haber logrado su objetivo.

Quedé impactada, por el atraco que había protagonizado, pero más por la actitud pasiva de cada pasajero incluyendo la del chofer.

No solidaridad, no queja, no grito. Si hubo reclamo e insulto por mi actitud en la que puse yo ¿en riesgo la vida de todos ellos? ¿con quien cuento?

Así mismo…

Todo estará mejor

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Confío en que la consciencia colectiva cambie, porque cada día yo intento cambiar mi pensamiento de escasez e inseguridad. Mi granito de arena es orar y confiar en que lo bueno es poderoso, sucede lo que conviene y lo mejor está por suceder. Lo justo abunda más que lo injusto. La verdad es más fuerte que la ilusión. Los ángeles humanos me rodean.

Tengo una mano en mi bolsillo y la otra tiene agarrado el signo de la paz. Alerta y confiada trato de ver desde arriba lo que sucede, ver lo que significa cada acontecimiento que vivo. Un tanto abrumada, un tanto esperanzada.

Dos acontecimientos, lugar y escenario equivalentes. Mismos actores, diferentes papeles… Gracias debilidad, fragilidad, amabilidad, solidaridad, impotencia… Estoy viva, presenciando momentos maravillosos y desagradables. Y me atrevo a perdonar y agradecer.

Dos caras, dos visiones. Una de agradecimiento eterno, otra de repulsión. Ahora estoy bien… y sigo viendo milagros, aprendiendo y viviendo en alto contraste.


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