Revista Opinión

Alto, oscuro y espantoso

Publicado el 11 junio 2015 por Manuelsegura @manuelsegura

Christopher-Lee

Si ha habido en la historia tres actores que inocularan el miedo en el cuerpo cuando te sentabas en la butaca de un cine, esos fueron Béla Lugosi, Boris Karloff y Christopher Lee. Este último acaba de morir, a los 93 años, después de una vida que calificaríamos de prolífica. Heredó del húngaro Lugosi, que además había nacido en la misma Transilvania, el papel del conde Drácula y, desde ese momento, los chavales de mi generación asociamos irremisiblemente su rostro con el del noble que chupaba la sangre a quien se cruzara en su camino, en busca de la ansiada inmortalidad. Inolvidables aquellas tardes de pipas, gaseosas y bocadillos en el cine Avenida, en pases de sesión doble, esperando con impaciencia la irrupción del depredador Lee en la pantalla. Creo que en la década de los setenta me vi todas sus películas, en las que desde su altura física impresionante, de casi dos metros, nos dejaba helados, agazapados en las butacas y temerosos, luego, en la oscuridad de la noche, de que se nos apareciera en el pasillo de nuestra propia casa. Y es que Christopher Lee encarnaría otros muchos papeles en su longeva carrera artística, pero el de Drácula resultaría tan determinante como significativo para muchos de nosotros. No es de extrañar que en eso coincidiéramos con el genio de Spielberg o con el inclasificable Tim Burton, que también lo admiraron y quizá por ello le dieran chance en alguno de sus proyectos. Es más: si Bram Stoker lo hubiera conocido cuando escribió su novela en 1897, seguro estoy de que aún habría perfeccionado en detalle la descripción del vampiro. Su autobiografía la tituló Tall, Dark and Gruesome, es decir ‘Alto, oscuro y espantoso’, un semblante que, por mucho que lo intentase camuflar, le perseguiría durante toda su vida.


Alto, oscuro y espantoso

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