Revista Psicología

Altruismo y sociedad

Por Gonzalo

Fue uno de los primeros sociólogos, Auguste Comte, quien en  1851 acuñó la palabra altruismo, para contrastar su significado con el de egoísmo, que orienta en tan gran medida el comportamiento humano. Este concepto, que ha pasado al vocabulario contemporáneo de la biología, de la psicología y, naturalmente, de la propia sociología, se ha extendido también al lenguaje corriente.

El comportamiento altruista -en el que predomina la ayuda a otros seres humanos sobre los intereses propios, y ello con frecuencia en detrimento de éstos, es decir, con sacrificio- se da con mayor frecuencia en el marco de la comunidad.

El cuidado de las crías en los animales encuentra paralelo en la entrega y solicitud de los padres hacia sus hijos entre los humanos, lo cual se extiende al comportamiento entre amigos, camaradas, miembros de una misma colectividad, y halla ecos, muy intensos a veces, en la solidaridad hacia compatriotas, especialmente en momentos críticos en los que se impone la necesidad de expresarla con vehemencia para la supervivencia de la colectividad.

No es fácil detectar fehacientemente el altruismo, dada la fueza del egoísmo que normalmente guía nuestras orientaciones, puesto que la protección y ayuda a nuestros congéneres más próximos pueden también entenderse como modos más refinados de egoísmo. (El altruismo sería, en tales casos, egoísmo inteligente).

Dificultades conceptuales aparte, es cierto que la conducta altruista -fraterna, solícita, caritativa, sacrificada- se da con normalidad, y se espera con más frecuencia, en condiciones comunitarias. También se produce por extensión a otros ámbitos, cuando la solidaridad alcanza, por mor de cierta moral universalista -que en algunos casos puede tener raíces religiosas, como en la caridad cristiana o la compasión budista, virtudes inculcadas en procesos de socialización propios de ciertas culturas -, más allá de los de la propia comunidad.

El ideal de amar al prójimo como a uno mismo, de extremadamente arduo cumplimiento, responde a una moral universalista, en la que la comunidad se extiende a la humanidad o la raza humana, y en la que el “otro” o el extraño o forastero es sentido como un prójimo definido como hermano. El cumplimiento, o no, de tal imperativo, es otra cuestión.

El moderno Estado asistencial o de bienestar  representa la incorporación a los gobiernos y a ciertos movimientos sociales y partidos políticos de los valores del altruismo: la función pública del poder entraña para ellos, entre otras tareas, la de redistribuir la riqueza, hacese cargo de la sanidad para todos y asegurar a toda la ciudadanía el goce de un mínimo nivel de vida, a través de pensiones, subsidios y servicios públicos de toda suerte.

Una sociedad decente es aquella que, además de garantizar el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de la persona humana (obedeciendo al imperio de la ley y excluyendo todo comportamiento bárbaro, público o privado), se esfuerza por integrar el valor de la fraternidad o solidaridad  recién aludida como parte de la ética que la rige, y ello no sólo a través de la moral de sus ciudadanos, sino también como guía de conducta para su gobierno.

Las asociaciones cívicas altruistas inspiradas por motivos religiosos o de moral laica esencialmente solidaria han proliferado en el mundo de los siglos XX y XXI como ejemplos de altruismo socialmente organizado.

Las llamadas ONG (u organizaciones de ayuda no gubernamentales) son ejemplo de ello: quien se acerca a países pobres o zonas de miseria en el propio país para ayudar a las gentes marginadas, enfermas o explotadas a que salgan de su condición y puedan emanciparse responde a sentimientos altruistas que trascienden, evidentemente, las fronteras de una comunidad restringida. Pero no por ello se rompen los vínculos comunitarios:

lo que ahora predomina, como se colige de muchas encuestas sociológicas que han estudiado estas asociaciones altruistas, es un sentimiento de que es la humanidad, entendida como la comunidad genuina que nos une a todos como miembros de una única raza humana, lo que motiva a sus miembros a transformar su propia vida, así como la del prójimo, a través del altruismo.

Una prueba más de que la fuente última de toda moral en nuestro comportamiento -de toda preocupación real por la dignidad del prójimo- tiene su última raíz en lo comunitario.

ALTRUISMO Y SOCIEDAD

Fuente:  SOCIOLOGÍA  (SALVADOR GINER)

0.000000 0.000000

Volver a la Portada de Logo Paperblog