Revista Opinión
Tenía que ser ese formidable sabueso que es el jodido futbolín, que husmea por todas las trochas, el que nos trajera, al fin, la pista definitiva que acabara de una puñetera vez con este continuo urdir de tareas aficionadas, porque hace ya mucho tiempo que la ingente faena exige ya la actuación de los profesionales. Y los profesionales están donde deben de estar: en la universidades. Porque la tarea política es tan decisivamente importante que no puede abandonarse en manos de amateurs. Nos anima a todos el mejor de los impulsos y le estamos dedicando lo mejor de nuestras vidas. Todos los días, cuando leo lo que escribís por aquí, por mis blogs, compruebo que lo hacéis a lo que se llama deshora, casi siempre de trasnochada o de madrugada, porque, como es lógico, tenéis vuestros respectivos quehaceres de los que vosotros y vuestras familias vivís. Repito: es una actividad que os honra hasta el último límite porque significa que os preocupa hasta más allá del legítimo descanso el futuro de vuestra gente. Bien, futbolín, que ayer mismo, se despedía provisionalmente por visita de familiares, como el que no hace nada, nos trajo un texto absolutamente fundamental: http://www.eldiario.es/zonacritica/sirve-PSOE_6_89651036.html, de un autor, para mí, absolutamente desconocido que me ha iluminado definitivamente. En él se hace la que, por utilizar un término decisivamente acreditado en el lenguaje filosófico, podríamos llamar crítica de la razón práctica, o sea, un análisis, breve pero esencial, de toda nuestra actualidad política. Lo firma una tal Víctor Alonso Rocafort, que, convenientemente investigado en el Google, ha resultado ser un profesor universitario con una larguísima carrera de investigación científica, a pesar de su relativa juventud. Con una sencillez extraordinaria pero con una claridad mayor aún, analiza la situación actual de la política española y la destruye esencialmente. A partir de su análisis, ya no cabe otra opción que un período de actividad política plenamente fundacional. Después de lo que allí se expone, no se pude hacer otra cosa que empezar de nuevo. Y hay posibilidades de hacerlo gracias a esa nueva cosecha de autores como la que representa éste mismo al que ahora nos referimos y otros como Alberto Garzón, gente que se dedica profesionalmente al estudio de la ciencia política en las universidades, que ha dedicado lo mejor de su vida al estudio riguroso de los problemas que nos afligen. Es lo que ahora necesitamos en este delicadísimo momento histórico, en el que la práctica política de los profesionales que se dedican a ello hace aguas por todas partes. No sé si este sr. Alonso Rocafort milita en algún partido político. No lo dice la ficha que he consultado en Google. Si no lo hace debería de hacerlo como sí que lo hace Alberto Garzón, cuya aparición saludamos alborozadamente por estos blogs. Para que la acción política sea eficaz no basta con el conocimiento, por muy profundo que sea, de la teoría científica, es precisa la existencia de una organización política lo suficientemente estructurada para poder trasladar a la opinión pública un proyecto de acción políticosocial capaz de atraer a los ciudadanos, a fin de que aglutine definitivamente un grupo capaz de la actuación pertinente en las circunstancias estructurales de cada país, es decir, un partido político convenientemente consolidado. Según el propio texto de Alonso Rocafort, parece que simpatiza con el 15M. Es un error. Hasta donde yo sé, el 15M se proclama como organización, si es que lo es, no apolítica pero sí apartidista. Hay, a mi modesto entender, una esencial contradicción en los términos, no se puede ir por el mundo criticando lo que hay sin ofrecer al propio tiempo un proyecto absolutamente consolidado de lo que debe de haber. Es decir, no se debe de hacer una labor que nos hemos atrevido a llamar de crítica de la razón práctica, sin proponer, al propio tiempo activa y efectivamente, una crítica de la razón teórica, por seguir usando la acreditada terminología, kantiana. Como decía uno de los que para mi representan una de las cumbres del pensamiento filosófico político moderno, Sartre, no se puede hacer política en un mundo como el nuestro actual sin ensuciarse las manos. No basta con subirse a esos púlpitos que representan las plazas públicas españolas para desde allí teorizar simplemente sobre lo que se debe de hacer, hay que acceder a todas las plazas Tahrir del mundo para desde allí actuar directamente sobre las concretas circunstancias políticas que atraviesa cada país. En Egipto, se salió a la calle para echar de la política a patadas a un tirano y se hizo, como no se puede hacer de otro modo, con sangre, sudor y lágrimas, y, aún así, ya estamos viendo como la canallesca intervención usaniana está pudriendo la revolución porque no se pueden hacer tortillas sin romper huevos. En España no se podía permanecer apartidisticamente fuera de la contienda en la lucha a muerte entablada para hacerse en unas próximas elecciones con un poder legislativo so pretextos de neutralidad, imparcialidad y equidistancia, porque eso significaba, prácticamente, entregar en bandeja, como así ha sido, todo el poder del mundo a la ultraderecha para que ésta hiciera, con las manos absolutamente libres, toda esa tarea de destrucción, de tierra quemada que está realizando y que, seguramente, llevará siglos volver a reconstruir, si algo es la política, según sus mejores teóricos, es el arte de lo posible y lo posible no era discutir y predicar largamente sobre el jodido sexo de los ángeles, sino remangarse y decirle a la gente a quién había que votar. No se hizo y así colaboramos decisivamente a que esta gentuza se esté cargando todas las estructuras democráticas absolutamente insuficientes que tanto había costado levantar. Como digo, es un error de siglos, no de años. Y gran parte de la responsabilidad, a mi modesto entender se debe al 15M y a la DRY. Pero de los errores se aprende, “velis nolis”. Aún estamos a tiempo de luchar. Agrupémonos todos bajo la égida de Izquierda Unida, el único partido de izquierda que todavía conserva un aura, por muy pequeña que sea, de credibilidad y luchemos con uñas y dientes por lo poco que queda de un patrimonio social que costó siglos y siglos lograr. Amén.