Han sido varios, esta semana. Alumnos de la Mentoría que me han escrito diciendo que la última lección les ha hecho llorar.
O les ha enfadado, o les ha frustrado.
Pero que bien, eh. Que les hacía falta.
Que cómo se habían dado cuenta antes, que lo que tienen que corregir. Que tal, que cual, Pascual.
Cada día me doy cuenta de lo idiota que era ayer. Lo que no me ha dado nunca es por llorar.
Cada vez que descubro algo que hago mal me excito. Y no hablo metafóricamente. A más tiempo llevo haciéndolo mal, más me excito.
El pasado es una mierda, solo importa el futuro.
Todo lo demás, debilididad.
Fibromialgia mental.
Entonces, tres cosas.
Tu pasado es una mierda y tu vida de pobre.
Y cuánto más seguro estés de que me equivoco, de lo bueno que es tu pasado, peor futuro.
Ahora critícame, llámame soberbio y al acabar no olvides secarte las lágrimas. De no hacerlo no te veo capaz de pulsar el enlace de darse de baja que he puesto para ti al final del email.
Ahora atiende. Porque te explicaré por qué soy así de borde.
Porque si aumentas la calidad de tus clientes aumentas la calidad de tu producto.
Atiende fuerte, que si pestañeas te lo pierdes.
Si aumentas la calidad de tus clientes, aumentas la calidad de tu producto.
Y no sé tú, pero yo nunca he encontrado calidad en la debilidad. En la flacided, el tartamudeo, el llanto.
Cada lunes publico una lección de ventas. Semana que estás fuera, lección que te pierdes para siempre.
No apta para soldados corporativos.
Hazme caso y lee eso.
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