Revista Cine

Always a fire

Publicado el 19 enero 2013 por Nacho_c

Chad Jones es un deportista un tanto atípico, ha demostrado que puede ser un jugador profesional en dos deportes distintos. No hay muchos ejemplos de este tipo. Parece que el deporte profesional es tan exigente que, aparte de tener ciertas dotes innatas, el entrenamiento es tan específico, tan intenso y tan profundo que no es aplicable a otros campos. Sin embargo Chad pudo jugar al baseball y al fútbol americano.

El documental comienza con un picado de planos donde se mezcla una fotografía cuidada en planos detalle, usando incluso macros, hasta los planos rodados de la televisión y pantallas de ordenador. Es una bonita mezcla de texturas que gente como Ridley o Tony Scott lo hacen muy bien. O lo hacían, en caso de Tony.

Pero algo trunca su carrera, una prometedora vida donde todo estaba al alcance de su mano. Un accidente de coche le destroza su pierna izquierda. Hay planos explícitos así que si no quieres ver estas cosas mejor será que del minuto 2:00 al 2:08 apartes la vista. Son ocho segundos que se me hicieron eternos.

Escuchamos las voces de los periodistas dando la noticia sobre el sonido de la sirena de la ambulancia. Como si estuviéramos nosotros mismos bajo los efectos de la sedación. Un plano que coge foco incide en esa sensación de duermevela. Corte a negro. Hemos sucumbido a las drogas. Chad cae inconsciente.

Se encienden los focos. Abre los ojos. “Me desperté a la mañana siguiente”, nos dice el propio Chad. Son fotos. La música ha cambiado y es el nuevo comienzo. El recuperarse antes siquiera de poder levantar el vuelo. “Todos aquellos dones que tenías los has perdido y no van a volver, pero tenemos que entrenar”, le dice su entrenador.

Comienza un camino duro y solitario. Toda la gente de alrededor está a su alrededor. Le anima y le jalea pero no suben un centímetro de la montaña por él. Eso lo tiene que hacer él solo. Sudando. Esforzándose. Aguantando el dolor. Sólo para poder caminar. Esto pasa todos los días en los hospitales de nuestro país y no se hacen documentales, pero también los merecen.

“No me podía rendir, mi hijo no me podía ver rendirme”. Y es bonito ver entrenar de nuevo a una persona de esa manera. Con esa precisión en el dominio del cuerpo. Girando, trotando, esprintando, siempre con la mirada en el horizonte o fija en su objetivo. Es la actitud del deportista, no del competidor, la de superarse a sí mismo, en tiempos en los que un deportista pierde de un día para otro 7 Tours.


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